De
madrugada, acostado en la arena de la playa, si miro al cielo veo la Luna llena y las estrellas. Alguien dijo que si
mirabas fijamente, de entre todas las estrellas del cielo, si si estás muy muy
atento, podrías reconocer una que sería sola y únicamente tuya. Quizás fue en
El Principito de Saint Exupery. El contenido de esa estrella es el mismo que el
de las necesidades de tu corazón: Amistad, amor, una pareja.
Acostado
en la playa de madrugada busqué mi estrella. Unas refulgían más que otras pero
me parecieron de un golpe de vista todas iguales. Miré al norte, ninguna me
pareció especial. Miré al sur, donde habría jurado que estaba y tampoco. Miré
al oeste y no vi nada porque los
reflejos de las urbanizaciones tapaban la mitad de las estrellas. No me quedaba
otra. El Este y en efecto allí estaba mi estrella, la Estrella de Levante. La
vi y supe que era para mi. Con su vidrio marrón anaranjado, su etiqueta verde
con la estrella dorada estampada: mi estrella. El rocío estaba comenzando a
entumecerme. Sin embargo, una vez localicé mi estrella, su gravedad, a años luz
de distancia comenzó a atraerme. Sentí mi cuerpo separarse del suelo. Un flash
que me cegó y en un instante estaba sentado en mi estrella. No era mayor que un
bloque de pisos. Me costaba agarrarme al vidrio naranja que además estaba perlado
de gotas de hielo. Sin embargo hacía calor. Su núcleo, el Nice ( si nife es el
núcleo de la tierra por estar compuesto de niquel y hierro, el de mi estrella
era nice) estaba fresquito y espumoso. Por mucho que me movía del lado de día
al de noche seguía teniendo un calor insoportable. Me arrastré hasta el cuello
de mi estrella, La chapa estaba puesta. Una contrariedad que resolví con un
trozo de Titanio de un satélite en ruinas. Lo metí entre los pliegues
fruncicdos de la chapa que saltó. POP o quizás plop. Y el aroma y los efluvios.
No lo pude resistir y me lanzé a través del brocal del cuello. Caí desnudo y
depilado ( que un pelo en la cerveza, sea de donde sea es algo indeseable).
Frescor. Masajes con las burbujas. Miraba al cielo que salvo el brocal de la
abertura presentaba un color dorado con algunos reflejos iridiscentes en la
parte de la noche. Bebí. A sorbos y a tragos. Cedió el calor. Quedé flotando dejándome
acariciar. Pasó el tiempo, meses o años, porque los días en un planeta tan
pequeño pasan muy deprisa. En el bajo vientre sentí unos de los inconvenientes
del líquido elemento de mi estrella. No parecía bien dejarse ir como en
cualquier piscina. Después podía tener sed y me daría asco aunque con elcolor
no se notase. Además tenía curiosidad de contemplar la meadilla dispersar
disuelta en miles de esferas doradas en
un espacio vacío. No podía salir. Intentaba trepar por las paredes de
vidrio pero no podía salir, no avanzaba un solo centímetro y estaba a punto de
reventar. Casi desesperé. Pero era mi estrella. Estaba en la estrella de mis
deseos y desde luego mi deseo no era pero nada nada nada sufrir. Miré el brocal
del cuello. Apareció el bello rostro de una muchacha rubia (como la cerveza)
creo que teñida, porque las raíces eran más oscuras. Sus ojos color miel me
miraron. “¿Me vas a lanzar una trenza de tus cabellos?” “No hombre no que acabo
de venir de la pelu” No le mencioné lo de las raíces, porque en un planeta tan
pequeño no debía haber muchas peluquerías ni muchas mujeres. “¿Qué me vas a
echar?” “No sé, porque supuestamente esta estrella era sólo mía y de mis
deseos” “Entonces yo soy tu deseo” “Va a ser que no. Pero te echo una cuerda.
Te echo también una cantimplora. Súbete
algo de cerveza que tomemos algo que estoy seca y no puedo bañarme” “Me alegro
de no estar sólo” “Yo también” “Mira aquella estrella también es muy bonita”
“Aquello es la Tierra” “Pues a mi me gusta” “Toma y a mí”.
“Quieres un quinto Antonio” Me despertó mi cuñado.
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