El mar. El arrullo de las olas
que se deslizan centímetros por una orilla rocosa. La estela del reflejo de la
luna que se rompe contra la borda de las barcas. Luna llena. Arriba la Torre
Vigía. Abajo la Azohía. Al muelle llegan solo rumores de terrazas a punto de
cerrar. El sonido de un plomo que rompe la superficie del agua. Del interior
las chicharras. En el cielo estrellas. En el borde del muelle una mujer
sentada. Los pies desnudos que no llegan al agua. Lleva ahí desde la puesta de
sol. Le duele el culo. Las costuras de los vaqueros le han hecho marca. Los
pliegues y la humedad alguna rozadura. Escuece y duele. Pero lo que más duele
es estar ahí. Prometió no volver. La puesta de sol llena de promesas se hundió
en la montañas. Su esperanza quedó enterrada por un manto de cenizas de vida.
Ha regresado. Fue una droga. Entradas y salidas intermitentes e inconstantes.
Difícil desengancharse de una adicción así. Dolor. Intenso y lancinante, dulce
y destructivo como sólo puede ser el dolor de los enamorados. Le escocía haber
vuelto. Le escocía la mano sin caricia, los labios sin besos, los oídos sin
palabras. Ardía y algo le sorbía por dentro. Vacío denso. Ganas de huir y la gravedad de un agujero negro se lo
impedía.
“Quieres un poco de agua” “No.
Gracias” Subió las pies, los apoyó en el borde y se abrazó a sus rodillas
“Llevas mucho rato aquí. Horas” “¿Cómo lo sabes?” “Te he visto desde allí” “¿El
Antípodas Tavern?” “Es un sitio muy
interesante” “Sí. Si estuviese en otro lugar habría que pegarse por conseguir
una mesa” “No te gusta. Te pones triste” “Me gusta mucho. Pero los lugares y
los hechos no son fáciles de separar” “Pero el tiempo todo lo pisa y los
remodela” “Pero el tiempo es lento” “Según” “Eso es cierto. Como ves no estoy
de mucho humor” “Me gusta como estás.
Según yo lo veo sería imposible una pose mejor para este momento y este lugar” “Si tú lo dices” “Es
cierto y soy un poco artista. ¿Puedo sentarme?” “Sí pero te vas a manchar,
llevas pantalones claros y aquí hay óxido de las cadenas” “¿quieres romper la
magia?” “Eres tozudo” “He encontrado mi momento aquí. Déjame disfrutarlo
contigo” “Ves te has manchado” “¡Eh! ¡La magia!” Se tumba. “Jaja ja. Te estás
poniendo hecho un Cristo. Si pensabas ir de copas a algún lugar elegante no te
van a dejar entrar.” Da un salto y se pone en pie no es muy alto pero su figura
es muy estilizada. Se quita los mocasines. Da un salto mortal y se zambulle.
“Estás loco” “Ven” “No. Bueno voy”. Cuando sale a la superficie. Se encuentra
enfrente el rostro anguloso del hombre. La luna se refleja en unos ojos claros
tal vez grises. Juegan y ríen. Salen. Las ropas de adhieren a la figura de
ambos. No paran de reír. Un pescador protesta por el barullo. Al fondo desde el
Antípodas se oye la voz de Gardel en el día que me quieras “Baila conmigo” “No
sé bailar tangos” “Déjate que yo te llevo” “Pero tú bailas muy bien” “He tomado
unas clases, pero contigo es fácil”.
“¡Samuel! Venite vos sos boludo.
Mañana tenemos que trabajar” “Concha tu madre. Vos no ves que estoy con una
señora” “Venite” “¿Quién es?” “ Mi amigo y representante.” “¿Dónde trabajas?”
“En muchos sitios, mañana por la noche bailo en Cartagena en la Mar de Músicas”
“Ahora te doy unas entradas y nos vemos mañana si quieres” “¿Hemos terminado
por hoy? Vivo cerca. Si quieres puedes cambiarte en mi casa” “No me vendrá mal
entrar en calor. Estás muy bonita con el pelo mojado” “¡Vos vas a ser mi ruina!” “Nos veremos a la hora de comer
Vincenzo. Vamos”
Los oídos, las manos y finalmente los labios ya no le duelen.
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