Hace un par de años recibí una oferta del trabajo del
Hospital San Jaime de Torrevieja. Acababa de regresar de Lorca para recaer en
la Arrixaca. Después de una década me había quitado kilómetros. La oferta debía
ser muy sustanciosa para ser de interés. No suelo decir a nada que no sin
estudiarlo. Un miércoles me puse en carretera desde Alquerías. Hacía muchos
años que no pasaba por esa carretera. El camino más recto recorre comarcales
poco frecuentadas pero de un paisaje muy agradable, bosque mediterráneo y se
bordea el pantano de la Pedrera. Sólo por eso el viaje merecía la pena. No estaba muy
lejos de la costa cuando sentí algo raro en el coche. La marcha no era
tan estable. Bajé la ventanilla para escuchar y percibí el flop flop de la
cubierta delantera derecha reventada. No pude evitar considerarlo como un mal
presagio.
Unos metros más allá detuve el coche en un arcén que me
pareció suficientemente ancho. Bajé. Estudié la situación. Un problema. Una de
las opciones del Audi que adquirí un año antes era la de cierre de seguridad de
las ruedas. Implicaba que en algún lugar había una llave especial que permitía
retirar las ruedas. Abrí el capó. Puse el gato y levanté un poco el coche antes
de quitar la rueda. Volví al capó. Busqué la llave de seguridad y no la encontré.
Maldije todo lo maldecible.
Me apoyé en el coche. Me fastidiaba llamar a la asistencia
en ruta por un pinchazo. “Hola” alcé la mirada. “Hola” Respondí. Era una de las
chicas que esperaban clientes en los arcenes de la carretera. Era una chica muy
esbelta. Rubia, de botellazo seguramente, pero de ojos azules profundos .
Vestía una minifalda muy corta y un top que dejaba ver sus brazos y un pecho más
bien generoso que no parecía postizo. Su acento o era fingido o era una mujer
del este.”¿No sabes cambiar la rueda?” Sonrió con algo de sorna. La llegada de
una extraña con el coche abierto me puso a la defensiva, pero no tenía
posibilidad de reaccionar ante cualquier imprevisto “ No puedo quitar la rueda
porque no encuentro la llave de seguridad” “ ¿Has mirado en el maletero?” “ sí”
Caminó hacia el maletero. El contoneo y sus tacones levantaban más de la cuenta
las tablillas de una falda demasiado corta. Su ropa interior era roja. “Toma”
Se acercó y con un pequeño giro liberó la rueda . “Gracias” Balbucí “¿Quieres
algo más? Puedo ofrecerte lo que quieras” “Lo siento. Tengo una cita” “Conmigo
no la vas a necesitar” “Una cita de trabajo” “Yo trabajo aquí y muy bien” “Soy
médico” “ Si quieres yo puedo ser tu enfermera” Yo estaba rojo rojo y quizás algo asustado. “Te
agradezco tu ayuda. Eres muy bonita, pero no necesito nada. Te pagaré gustoso
porque me has hecho un gran favor” “ Tengo dignidad. Si no trabajo no cobro” “
No quería ofenderte” “Adiós” “De veras que lo siento” Ajusté la rueda. Puse la
otra en el maletero y cerré. Ella ya
estaba en su puesto sonriendo a otros conductores.
En San Jaime el gerente estaba ocupado. Fui a la cafetería y
tomé un café y un botellín de agua. “Tres euros” Eché mano a la cartera y la
billetera estaba vacía. Antes de salir había sacado dinero del cajero. Pagué
con dinero suelto. Dejé a deber diez céntimos. Acudí a la entrevista. Como
sospechaba no me interesó.
De regreso pasé por la misma glorieta. La vi. Me vio .
Sonrió y me saludó. La saludé. Sonreí y seguí mi camino.
1 comentario:
COJONUDO
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