Hacía quizás una semana que veía al mismo anciano todas las
mañanas vaciando ordenadamente las papeleras, clasificando en el suelo sus
hallazgos y volviéndolos a depositar en el interior. Siempre terminaba
contrariado. Unos ochenta años. Bien aseado. En su ropa no se leían los
lamparones o churretes que indicaran demencia o abandono.
Me quedé mirando. Buscaba en la papelera junto a la columna
de entrada. Manejaba con delicadeza los botes. Desliaba los papeles y
contemplaba su contenido. Cogía los restos de alimentos en una bolsa. Y todo
alineado, todo en un orden lógico, incluso al devolverlo a su lugar.
“Su compañera murió hace una semana” “¿Cómo?” “El anciano.
Su compañera murió hace una semana. Desde entonces se ha trastornado. Vacía y
rellena las papeleras todos los días por la mañana. Al principio le llamábamos
la atención. No hacía caso y tampoco hace ningún daño” Era el guardia jurado.
Me acerqué. “Señor necesita usted algo” “No caballero. Es
usted muy amable pero no necesito nada que me pueda usted dar” Me miró lo justo
para no ser descortés y siguió. “No se ofenda, pero si quiere usted comer o
incluso beber o fumar, estaré encantado de proporcionárselo” “Muchas gracias. Se ve que usted es una buena
persona, pero aunque parezca lo contrario no soy un pordiosero. No tengo muchas
cosas, pero lo suficiente para vivir con dignidad los días que me puedan
quedar. Ya está todo en su sitio. Lástima” Se levantó y comenzó a caminar hacia
la siguiente. “No entiendo por qué hace usted esto. Usted no está loco y todo
el mundo va a pensar que lo está” “La única persona que me importaba murió hace
una semana” SE paró delante de mi. Estaba serio. “Lo siento” Se volvió y retomó su camino. “No le entiendo” “Yo
tampoco le entiendo a usted. No soy su familia. No me conoce” “Ya le conozco un
poco” Sonrió. “Busco una fotografía. ¿Está satisfecho?” “La ha perdido” “La
perdí hace muchos años, cuando tenía veintiuno” “Entonces es imposible que esté
aquí” “Cuando regresé de permiso de la mili la conocí. Nos hicimos la foto, una
foto en sepia, yo de militar, muy estirado y muy seco y ella tan bonita. La
vida nos separó y nos encontramos muchos años después, con nuestras vidas
hechas o deshechas, no sabría qué decirle. Nos acordamos muchas veces de
aquella foto, pero ella o yo la habíamos perdido” “Aquí no la va a encontrar.
Intente en redes sociales, si quiere yo le ayudo” “La foto me la va a traer” “¿Algún
familiar?” “No. Bueno sí, ella” “¿Su compañera?” “La misma. Me aseguró que me
la traería” Una sonrisa plana y una mirada que se elevaba ligeramente.”Y se la
va a dejar en la papelera” “¿Acaso podría ser en otro lugar. Bueno sigo a ver
si tengo hoy suerte. Me ha gustado conocerlo”.
Él siguió su camino. Entré. A mi espalda una voz. El anciano
corría con los pies a rastras ladeando el cuerpo y con el torso encorvado. “Está
aquí. La he encontrado”
Me enseñó la foto en sepia de un militar y su novia que era
muy bonita.
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