Sábado por la mañana. El Sol ya calienta. Abril. No hace
viento. La gente no se va todavía a la playa. Es un día de aperitivo, de cerveza y de
terraza. Nuestra terraza, la de mis amigos y nuestras familias es la Plaza
Jardín. Los niños juegan en el tobogán y los columpios sobre un suelo de
corcho.
Sin un acuerdo previo, mujeres o compañeras o novias se
ponen al sol entorno a la mesa. Los hombres, compañeros o novios y algún
agregado nos colocamos junto a la barra que da servicio a los camareros.
“Un cubo de quintos José Luis” .Da gusto ver el caldero del que rebosa una docena de quintos con sus
hielos y agua al fondo para mantenerlos fresquitos. En realidad en esta primera
andanada el hielo es inútil. Nadie sabe cómo, la cerveza desaparece de su
envase. Cada vez resulta más fácil hacer un chiste. “Jose Luis otro cubo de
quintos”. Otra docena aparece en la ventana. El ritmo de desaparición es más
lento. Parece que se han terminado. Meto la mano aparto hielos y en el agua del
fondo aun queda un botellín. Está helado. Ya antes de salir, aprecio un tacto
un poco rugoso. La saco, me pongo las gafas y la miro. Es una botella antigua
de Estrella de Levante, no veía un así hace más de veinte años. Está enmohecida
y la chapa oxidada. “José Luis porque estemos chispados no nos vayas a sacar
todo el solaje de la cámara” “Antonio
que yo todo lo que tengo es fresco. Dámela si no la quieres, no sé cómo se ha
colado ahí, eso es una pieza de colección” “Pues ahora si se puede me la voy a
beber” “No hay cojones”. Me jalean mis amigos.
Pongo el abridor sobre la chapa con la misma emoción de un
historiador que encuentra un incunable. Apenas la muevo un milímetro, la chapa
sale disparada. Un chorro de espuma que llega a la altura de un segundo piso.
Cuando la espuma cae, con las gotas toma forma una hermosa muchacha. Lleva un
gorro de paja con una cinta verde y una estrella. Viste pantalones muy cortos,
zapatillas de deporte sin calcetín y una camiseta blanca de amplio escote con
el logo de Estrella de Levante. Nos quedamos boquiabiertos. Dejo el casco en
una mesa. “¿Tú quien eres?” “Soy la genia
de la cerveza. ¿Quién me ha liberado?” “He sido yo” “Pues te concederé tres
deseos” José Luis sale por la ventana. "Antonio que la cerveza la compré yo” “Jose, ha dicho que quien la ha liberado y tú la querías dejar en un estante” “Pero la
cuenta la pagamos todos , no hemos pedido un solo quinto sino un caldero” “Claro
lo lógico es que repartamos los deseos” “Yo no lo veo tan claro. La he abierto
yo”. Al ver la discusión y una chica tan bonita en medio, nuestras mujeres se
acercaron “ ¿Qué pasa?” “ He abierto la cerveza y ha salido esta genia que me
concede tres deseos” “Nos concede Antonio, nos concede” “Antonio cariño ,está claro , uno es un ático que la
nena quiere una terraza” “Claro y yo una casa en la playa” “Y yo un coche” “Y
la ermita tiene falta de arreglar” intervino el cura.
Llegó mi sobrina corriendo con sus amiguitos . Se metieron
entre las piernas de los mayores para pedir agua. Empujaron la mesa y el casco
cayó. Se oyó un chasquido contra el suelo a la vez que la genia desaparecía en un estallido de espuma de cerveza.
“Jose Luis otro caldero de estrella, pero que sean todos
iguales. “ “Por la salud”
No hay comentarios:
Publicar un comentario