“Buenas noches agentes, buenas noches señor. ¿Te has tragado
tres pilas y cuatro cuchillas?” “Creo
que cuatro” “Ya has venido tres veces este mes” “No llevo la cuenta” “¿Cuánto te
queda de condena?” “Cinco años” “ Si te comportas en un año estás fuera si no
ya veremos” No respondió. No hizo ningún gesto. “Te vamos a hacer una
endoscopia. Si las cuchillas están en estómago las sacaremos. Te anestesiaremos
porque la prueba es molesta” “No me afecta el dolor. No quiero anestesia” “Puede
ser molesta” “ No hay dolor. No quiero que me duerman”.
Estuvimos media hora trabajando con él. Hubo que introducir
el tubo más de diez veces. Alguna náusea pero ni un gesto de sufrimiento. “Hemos terminado” “¡No
hay dolor!¡No hay dolor!”.
Eso fue en julio. Hasta marzo vino casi todas las semanas una o dos veces. La
dirección de la prisión manejaba el régimen disciplinario, pero no había resultados,
de hecho comenzó a liderar el movimiento de los tragasables. En un lugar triste
y aburrido como una prisión, aunque se disfrace de parque temático, cuando querían dar una vuelta en coche
patrulla, se tragaban cuatro o cinco cuchillas, un par de pilas o un mechero y
al hospital. Siempre a deshoras, para incordiar al máximo a los guardias que
les trasladaban y muy secundariamente a nosotros.
Un día llegó con siete cuchillas. Cuando llegó ya habían
pasado al intestino. Su organismo circulaba el metal con una rapidez
envidiable. “¿Tú puedes tragarte cualquier cosa cuando quieras?” “Sí”.
Regresó a la prisión, pero en mi cabeza ya daba vueltas una
idea. Pocas semanas después, elevadas consultas jurídicas y éticas, se hizo una
propuesta a nuestro tragasables. “Hemos hablado con el juez y con el alcaide.
Te podemos ofrecer un trabajo” “ Ni sé ni quiero hacer na” “Es algo que haces” “No hago na” “Tragarte cosas , pasearte y
nosotros te las sacamos” “Eso sí” Se iluminó su mirada.
Y aquí estamos ahora
mi representado y yo llegando al servicio de digestivo de la Paz, donde está
previsto que se trague dos tenedores y
un cuchillo, los residentes, por turnos se los extraerán. No podemos atrasarnos
que esta tarde actuamos en el Gregorio Marañón, y mañana en la Princesa, donde
él no quería ir, porque querían que se tragara un dildo, me ha dicho que pollas
no come, se han conformado con una zanahoria y un pepino mediano, aunque el
precio no va a ser el mismo. Este mes está siendo agotador con tanto bolo, no
sé si lo voy a poder aguantar, pero le queda poca condena y pronto será libre.
Es emocionante cómo estamos reinsertando a un hombre. Para
cuando sea libre ya tiene un
representante, y ofertas de varios circos y algunos programas de televisión.
Nos queda el problema de sus discípulos, que visto éxito se han multiplicado.
Hay uno que dice que se traga un reloj por piezas y es capaz de montarlo en el
estómago, pero los presos son muy exagerados. En una semana he convocado
pruebas para los bolos del año que viene, a ver si hay suerte, aunque el mercado
se está poniendo difícil, cada hospital está consiguiendo su propio preso como
modelo, y en algunos incluso algún residente en paro.
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