miércoles, 21 de mayo de 2014

BLANCO

Estrella de Levante es una gran cerveza. ·En bote o brotando de un serpentín deja una espuma blanca estable y un color amarillo ligeramente tostado que luce sobre todas las cosas en una copa escarchada. Espuma. Cerveza. Estrella. El SOS. Un festival murciano.
Aunque tocaba uno de sus grupos favoritos, la presión en su vejiga le impedía aguantar un segundo más. Conforme el globo de su vejiga empujaba sus intestinos contra el estómago, un amago de náusea se paraba poco antes de su garganta. Necesitaba espacio, para mejorar del dolor y para no vomitar. El Segura fluye junto al SOS, si se concentraba podía escuchar, entre los acordes el murmullo. Se acercó. Imposible, las vallas tapaban el paso. cuatrocientos metros hacia la salida, y otros cuatrocientos hacia el lugar donde poder orinar junto al río. Por medio una cola de los que salían para hacer botellón en el parking. Se coló. Pasó sus casi dos metros entre un corro de muchachas casi adoslescentes que no se molestaron en protestar. En el váter químico había cola, no mucha, pero esos cuartuchos le agobiaban. La altura de los ojos le quedaba a la altura de la rejilla de ventilación, si miraba tenía la sensación de que todos le miraban, y eso le cortaba el chorro. Uno debe mear sólo o como mucho entre amigos, pero no cotemplado por una multitud.
El carril bici estaba oscuro. No le gustaba la oscuridad, se había operado de la miopía hacía un par de meses y le costaba desplazarse sin luz, sobre todo si estaba bebido. El pantalón se le caía. La tripa `pronunciada por los dos o tres litros de estrella lo empujaba. Intentó saltar los troncos que separaban el cauce, pero optó por pasar por debajo. Pisó las matas. Sintió gemidos ajenos, pero no podía mirar. el murmullo del agua estaba apunto de saltar el último de los esfínteres. Bajó la goma del calzoncillo y apretó el vientre. Unas gotas, pero después de la espera, el chorro se resistía. Por fin. Un tintineo dulce sobre las aguas del río. Sintió frío. Esperaba que no llegase la náusea. Si vomitaba estaba acabado. No, era frío y humedad. Entreabrió los ojos miró la parábola perfecta que lo unía con las aguas. Del chapoteo concéntrico emergió primero un hilillo como un cigarro. Después humo, helado. y niebla. Una niebla densa se abatió en el cauce a su alrededor. Subió el calzoncillo, bajó el pantalón para dejarlo en la parte baja del calzoncillo. La niebla seguía saliendo como el humo de una chimenea. Remolinos de vapor alrededor de su cuerpo. Miró al cielo. Estrellas. A su alrededor nada. Ni los gemidos. Ni la música ni el murmullo. Silencio denso y espeso como la niebla a su alrededor. No debía haber bebido. El alcohol te juega esas malas pasadas. Te crea una realidad alternativa que a veces no es agradable. Un mundo aparte junto al río. ya hacía unos minutos que había dejado de mear y en la orilla de las aguas del río que ya no fluían se desplazaban ondas suaves que silbaban hasta la orilla rebotaban y se fundían con nuevos trenes de ondas. Bajo el agua había una figura. Una mujer casi una niña. Le llamaba desde debajo del agua. Loca. Se había metido al agua y había quedado atrapada. El Segura no lleva mucha agua en el puente de la Fica, contando con el lodo, alguien alto como él no tendría problemas en cogerla y salir. La niebla lo había despejado. Saltó al agua de pie para no dañarse. No estaba tan borracho. Se sumergió por completo. Había caído en una poza. Desde el fondo miró hacia la superficie: la luna y las estrellas. No había niebla. Braceó para impulsarse a la superficie. Estaba atrapado por el tobillo. Una caricia lo tenía aprisionado. Miró y a sus pies estaba la cara. Volvió a sentir la música de la superficie con los tonos graves atenuados y deformados por las aguas. Del fondo liras y una flauta. Se olvidó de respirar.

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