miércoles, 2 de diciembre de 2020

PARAPETO

Solo. En medio de una batalla de una guerra que nadie recuerda cómo comenzó. El todoterreno no paró, debió saltar para que no le patearan. Un subfusil y dos balas. No dos cargadores, dos únicas balas. A lo lejos se oían ráfagas de ametralladora. No tan lejos estallidos secos de mortero. Se ocultó en una zanja. En un hueco oteó hacia donde se suponían las líneas enemigas y zigzagueó hasta situarse detrás de una pared medio derruida. Se sentó, se apoyó, los cantos de las piedras sobresalían. Hizo un gesto inútil de ahuecar un colchón. Cruzó las piernas y echó el tronco hacia delante. Miró con el pequeño espejo a su espalda. No había nadie.Apoyó el subfusil en la pared y dejó las dos balas sobre una roca. Afirmó la mochila a la piedra y contó las raciones de comida que debían mantenerlo con vida. Iba a racionar. El teniente le había dicho que era cosa de tres o cuatro días, pero nunca se puede creer del todo a un optimista. Se metió la mano por debajo del chaleco antibalas y del bolsillo de la camiseta sobre su corazón sacó una bolsa, y de ella tres fotos. Las besó una a una. Las abrazó, se las puso sobre la frente y lloró. Después las desplegó en otras de las piedras junto a él. Anochecía. se cubrió con el saco de camuflaje y durmió a ratos. sobrsaltado por chasquidos de los movimientos de los roedores sobre la paja seca.Ninguna misión explícita. Permanecer. Resistir si era atacado. Resistir se le antojaba ridículo cunado sólo tienes dos balas. Pero el oficial le dijo que en la guerra hay un factor psicológico. No todo es disparar y matar. Tus dos balas pueden ser una buena jugada de póker si el enemigo hace una apuesta menor. Valor. Coraje y resistencia.Dos balas u un cuchillo. El cuchillo para él no era un arma. Los cuchillos son para comer, él nunca había matado, y menos introducir la hoja entre los tejidos de otro ser humano y sacarla empapada de sangre o mierda. Las balas. Dos. No pensaba otra jugada que un disparo al enemigo, y si el ataque era decidido,la otra se la reservaría para sí mismo. Pasaron las horas, y después los días.No volvió a escuchar más disparos. El silencio de una guerra es más inquietante que el ruido de las explosiones o detonaciones. El silencio siguió tres días. Uno de ellos llovió. Aterido protegió con su cuerpo las dos balas y las imágenes de su altar. Días sin levantarse para no mostrar la cabeza por encima del parapeto, pequeños estiramientos laterales y de vez en cuando escudriñaba con el espejo. Nadie. Nada. Ni ruido ni humo. Después de cuatro días le invadió la sensación de soledad. Palabras. Sólo en su mente. Voz, sólo la suya. NO sabía qué hacía ahí. LO habían dejado. LO habían abandonado en una primera línea desierta. Un señuelo. Un soldado torpe abandonado para probar las fuerzas de un enemigo que lo había despreciado. Quizás ni siquiera se trataba de un desprecio. Quizás él no influía, tal vez la estrategia de mantenerse ocultos, de evitar manifestarse para no dilapidar el factor sorpresa. ël no les importaba. Sus balas, la bala que podía tenerles destinada les traía sin cuidado. Ni siquiera un obús o una granada, ni que decir un bombardeo. Silencio. Desertar. Era una idea. Lo habían abandonado. ¿Quien podía saber si el enemigo lo había capturado, o si lo habían asesindo y se lo habían comido las fieras. Nadie. Demasiado silencio estaba haciendo un ruido atronador en su mente. Las ideas bullían desordenadas.UN ruido. Por fin ruido cercano. Un vión se acercaba. Se acuclilló y se puso las manos en la nuca. Podía ser el fin. Estallar en mil pedazos de carne y esquirlas no debía ser doloroso. El avión estaba sobre él. Un altavoz pidió alto el fuego y declaró que la guerra había terminado. La paz. Pero como salir de su agujero. Sacó el espejo y miró. Se cruzó con el reflejo de otro espejo. Siempre había estado ahí.El enemigo alzó una mano y saludó. REspondió el gesto. Alzó las dos manos , lo imitó. Uno dos tres y se levantaron. Estaba lejos pero pudo ver una sonrisa. Extendió de nuevo la mano con el puño cerrado. Imitó el gesto. Ambos se mostraron dos balas que no habían tenido que disparar. Sonrieron. Se dieron la vuelta y regresaron, esperando que el mundo no hubiese cambiado demasiado en su corta asusencia.

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