viernes, 28 de septiembre de 2018

EL MOLINO

"Deben tener en cuenta que está es una casa rural. Se debe hacer un uso racional de la energía. Toda la energía proviene del sol. Eso significa que por ejemplo en horas de oscuridad no se pude usar un secador. Hay un generador, eso sí, pero de uso complementario. Esta es su habitación. Vaya. La puerta no abre" "¿Me deja?" "Lo está cerrando" ". No. Ese es el ruido del resbalón. Ve.Ya está" "Si tienen frío, en el armario hay una manta. Hoy están ustedes solos. Mañana vendrá otra pareja. Si no necesitan nada más me marcho" "Gracias" "Dejen las ventanas cerradas. Esto es campo. Hay insectos."

"El aire acondicionado no funciona. Está en diecinueve grados y no se mueve de ahí" "Por lo menos aquí en el armario hay una manta que parece bastante tupida. Voy a ducharme y vamos a cenar" "Vale" "El agua no sale caliente. Llevo diez minutos y está helada" "Llama a la encargada" "No me gusta molestar a estas horas. Me meto uf uf uf uf" "Tú mismo" "Pásame la toalla. Estoy helado. Echa la manta en la cama. Uf por lo menos así estoy más caliente" Notó un pinchazo o un pequeño pellizco en el costado. Rascó y tocó algo en la sábana. Un gusano. Pegado a la piel un gusano gris con líneas negras nítidas separando sus metámeras, le acababa de morder. Lo empujó al suelo. Intentó respetar a la criatura pero el instinto le pudo. Se sentó. Se calzó la zapatilla y aplastó el gusano, de una textura dura que hizo que no se chafase sino que se fragmentase. El trozo de la cabeza seguía reptando hasta que terminó de aplastarlo. Su compañera le preguntó por qué se levantaba. No le respondió. Se volvió a acostar echando una mirada por el resto del contorno de la sábana. Durmió bien pero por la mañana la ropa que habían dejado sobre la silla estaba empapada. Volvió al baño. En la pared una araña tejía su tela. En el chapoteo del chorro sobre el charquito de la taza le pareció ver algo moverse. Tiró de la cadena. En el lavabo, por instinto, volvió a dar a la manecilla de agua caliente. Ni una gota. Desenroscó el difusor. Introdujo el dedo. El conducto estaba húmedo. Lo giró por los lados. Sintió una punzada que le recordó a la que había recibido en la cama.Retiró el dedo, y del grifo cayó un gusano idéntico al otro. Recordó la textura al chafarlo con la zapatilla e imaginó la sensación de aplastarlo con el dedo. Abrió el grifo, y aunque se resistió, al final se coló. Volvió a dar al mando del agua caliente y no salió nada. No quiso investigar más. "¿Sale ya agua caliente cariño?" "No, sólo la fría " "Me tocará lavarme como los gatos" "Me temo que sí" No iba a volver a intentarlo.

Por la noche regresaron. La habitación estaba helada y húmeda. La cama seguía deshecha. Echó las sábanas hacia atrás y no había compañía. Había orinado en el campo para no tener que usar el lavabo. Se acostó nerviososo. De madrugada le despertó un ruido sutil como una crepitación, pero que atronaba el silencio de una casa aislada. El ruido venía de la silla y el baúl donde habían colocado sus ropas. Se levantó. A la luz de la luna, vio un reguero de humedad procedente del baño. Miró sus ropas. Entre las sombras, los pliegues se movían. Lo replegó y miles de gusanos como el de la cama y el del lavabo lamían ocultos entre los pliegues de sus ropas. Volvió a replegar el faldón que había desplegado. Un grito mudo se le escapó. Y regresó a la cama. Tocó la sábana primero. Se acostó y se tapó hasta la cabeza. Recuperó poco a poco la respiración. Su compañera le preguntó qué le ocurría. Le respondió que una pesadilla. y no se durmió. Amaneció. Recordó la pesadilla. Se levantó. Se acercó a las ropas como las recordaba. Las desplegó. Las ropas estaban mojadas pero no había ningún gusano. Fue al baño y reprimió el deseo del agua caliente. Quiso orinar pero salió al campo a hacerlo. Hicieron las maletas. Avisaron al casero y le dieron la queja del agua caliente. Se mostró muy soprendido. Nunca había habido ningún problema.El hombre se dirigió a la ducha. Dio varias veces al grifo de agua caliente y nada.Golpeó la tubería que llegaba. Dos, tres veces. La hizo vibrar. Un ruido y miles de gusanos blancos cayeron en el plato de la ducha a sus pies. El hombre no se sorprendió. Miró atrás."Ya está resuelto" Salieron en silencio. Sintieron un escalofrío. Sus ropas estaban húmedas.

martes, 25 de septiembre de 2018

SOLO PUEDE QUEDAR UNO.

Pastillas. Primero las accesibles después otras más difíciles de conseguir. Decenas de pastillas. Un sistema poco eficaz. Siempre alguien se daba cuenta o llegaba y ponia el remedio cuando no las nauseas se encargaban de interrumpir la absorción de los fármacos en dosis mortales. A urgencias. Sondaje y lavado de estómago, carbón activo, valoración por el psiquiatra de guardia y a casa. Siguió estudiando y buscó dosis letales. Se escondió en los bosques para que nadie la interrumpiera, pero nada. Incluso sin asistencia médica no pasaba de algún retortijón o algo de sueño. Quizás su cuerpo había desarrollado tolerancia, nada de lo que estudiaba la servía. Comenzó con la lejía, la sosa o el clorhidrico. Con el último sensación intensa de quemazón que le llevó a pensar que lo había conseguido, sintió quemarse sus mejillas en los churretes que escapaban al trago, terminar con todo, con las vísceras disueltas, el ácido perforando el corazón, la mierda revuelta con los intestinos. Un dolor como nunca había sentido le hizo albergar la esperanza de haberlo conseguido. Pero no. Sueño . Y a las veinticuatro horas despertó con un apetito como nunca había sentido. Renegaba de la vida, la despreciaba, pero la vida se aferraba a ella. Necesitaba idear métodos más expeditivos. Métodos definitivos que impidiesen a su organismo aprender como lo había hecho hasta ese momento. Un accidente. Un pilar de un metro en la autovía. Su coche a ciento ochenta por hora y ni rozar el freno. El vehículo se compactó. Los bomberos se sorprendieon, cuando lo desencarcelaron, de que hubiese un superviviente, pero más cuando salió por su propio pie y se fue a casa sin querer acompañarlos a urgencias. Lloraba. Estado de shock dijeron. No no era un shock, era un nuevo fracaso. El fuego. Ni siquiera el acero se resiste al fuego. Vertió gasolina por la cabeza. Se vistió ropas sintéticas para que quedasen adheridas a los jirones de piel, prendió y la deflagración lo envolvió. Dolor intenso al quemarse la piel que desaparecía cuando el fuego alcanzaba capas más profundas. Aguantó el dolor y aspiró el humo ardiente para aumentar el daño no solo a la piel sino a sus vísceras. Se sentó mareado. Se apoyó a una pared. Un vecino lo cubrió con una manta para apagar las llamas, pero ya no podía respirar. Lo llevaron al  hospital, cuando llego  médico preguntó si no se habían equeivocado de paciente. Alta la misma tarde. Con la de personas que mueren sin querer. No se iba a rendir. Estuvo dos semanas. No comíó, por si la huelga de hambre lo conducía a la muerte, pero en dos semanas sin comer engordó. No podía fallar. A la entrada del pueblo había una cementera. Los camiones traían roca caliza a la enorme tolba. que la trituraba y la dejaba con el tamaño de arena. Hizo amistad con uno de los guardias y en un descuido se arrojó. Los torbellinos de rocas, de piedras y de arena descompusieron su cuerpo en una especie de harina y lo arrojaron mezclado con la arena a una montaña blanca. Ya no existía. pero los trozos de su cuerpo se buscaron y se ensamblaron. en menos de cinco  minutos. Su amigo el guarda la vió emerger en pelotas de la arena. Le dijo que lo había asustado y le tendió una toalla para que se tapara las vegüenzas. Era imposible. La vida no se iría nunca de él. Haciendo memoria,nunca había caido enfermo. Llegó a la conclusión obvia: Era inmortal, una maldición para un suicida. Volvío a estudiar con profundidad en google y concluyó que la única posibilidad de muerte para un inmortal era ser decapitado de un tajo por otro inmortal. Se inscribió a todas la páginas de contactos, inisitiendo en personas de apariencia juvenil que llevasen varios años en las bases de datos. Y tuvo éxito en una de las páginas más antiguas. Doce años y la imagen no había cambiado. Espió su facebook y su instagram. Esa mujer no envejecía. Le escribió. Dio montones de vueltas en sus preguntas. Ella guardaba silencio. Y por fin habló. Le dijo qué pasa, tú tambien eres inmortal. Guardó silencio cibernético pero al final respondió que creía que sí. Que había leído que los inmortales debían enfrentarse y al final solo debía quedar uno. Ella le respondió que no tenía ningunas ganas de seguir viviendo, que le dijese donde quedaban que ella no se iba a llevar ni la espada. Entonces no. Para qué quería gastar gasolina, se había gastado ya casi todos sus ahorros en intentar suicidarse, si no llevaba la espada no iría. Pues adios. Y nunca más volvió a saber de esa ni de otra inmortal. Y vivió una vida larga. Y un día uno o  más siglos después muríó dicen que de aburrimiento que es algo que tambien acaba con los inmortales.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

REMOLINOS

"Luis, no es por nada, pero te estás volviendo un cochino" "No lo entenderías" "Bien está que venas a la oficina sin afeitar, que te dejes crecer el pelo, pero lávatelo" "Te he dicho que no lo entenderías" "Y la ropa llena de lamparones" "¿Qué quieres que te diga?" "Y hueles a chivo. NO me vuelvas a decir que no lo entiendo y cuentame que te ha pasado. Soy tu amigo. quiero ayudarte" "Nadie puede ayudarme" "Prueba. Por nuestra amistad. Tendrías que verte" "Me veo" "Y olerte" "El olfato se satura y no hueles más, eso es una suerte, pero debo oler mal" "Dime" "Te digo".

"La ducha cuando llegas a casa cansado siempre había sido un placer. Desnudarte. preparar la temepratura. Ver salir el vapor de la mampara. Meterte y que el agua te recorra. Esa sensación de relax , de frescor, las fragancias del jabón. Me metí a la ducha cuando llegué del trabajo. Como siempre, como era antes. Ela gua, el vapor, el jabón. Cogí el jabón y se me fue de las manos. Cayó en el plato y dio dos vueltas hasta situarse en el pequeño agujero del sumidero. Ela gua que me había mojado formaba un remolino antes de colarse. Puse la mano y sentí la succión. Me levanté me pase el jabón y me enjuagué. Al dejar el jabón junto a los geles se me volvió a resbalar, dio dos o tres giros y se depositó en el mismo lugar. Lo cogí, se me resbaló, apoyé la mano y me succionó" "Notaste la succion del agua que s ecolaba" "No. Me succionó, mi mano se fue plegando, después mis brazos y el torso, en una contorsión imposible me colé por la cañería, después por las bajantes que estaban medio obstruidas y llegue a las alcantarillas" "No" "Déjame terminar. Ya te dije que no me ibas a entender" "Era de noche cuando conseguí encontar una tapadera de alcantarilla que se podía abrir. Me vestí con ropas que saqué de un basurero y volvía a casa. Esa fue la última vez que me duché e imageina con el  olor con que llegué a casa. Ya que no podía ducharme probé a lavarme como los gatos con uan toalla en el bidet. Todo bien hasta el momento de quitar el tapón. El mismo remolino, la misma succion y la misma descomposicion de mi cuerpo. Tuberías, cañerías, bajantes y alcantarillas. Otra tapadera de alcantarilla y de vuelta a casa. Un momento" "¿Adonde vas?" "Me ha dado un apretón" "¿Pero qué hacer en el parterre de la oficina" "Ya acabo" "Me lo supongo" "Sí. me senté en el baño. tiré de la cadena y viajé con mis propias deposciones a la alcantarilla" "¡Qué asco!" "Estaba ya casi acostumbrado, si no creo que podría haber muerto" "Pero así no puedes venir a la oficina" "Ya.Me han despedido. Vengo a recoger la carta" "Y lo dices tan tranquilo" "¿Qué quieres que haga?" "No sé. Pensemos positivamente" "Como no me empleen en una empresa de desatascos" "Esa es una gran idea, pero quizás sufres cuando te repliegas" "No es nada doloroso, es como si lo hubiese hecho siempre" "Entonces es tu oportunidad. ¿Y un espectáculo de televisión?" "Todo el mundo creería que se trata de un truco. Además no sé si me apetece contar que soy capaz de pasar por sitios por donde solo hay mierda" "Mucha gente lo hace" "Pero en sentido figurado que no es lo mismo" "No es lo mismo" "La tele no. Los desatascos sí. Pero mi propia empresa. Trabajaré paa mi mismo" "Siempre has sido muy emprendedor" "Gracias" "Eh donde vas. VAya se ha colado por el imbornal. Lo esperaré aquí no tardará en salir"

lunes, 17 de septiembre de 2018

LA VELOCIDAD DE LA LUZ

" Cuando  miramos el firmamento con un  telescopio, puede ocurrir que todo lo que vemos carezca de una existencia real" "¿Como con las imágenes de las nubes profe?" "Pareidolias. No. Nada que ver" "No es nuestra mente la que nos engaña" "Me gusta tu apreciación, pero en este caso no. NO es nuestro cerebro quien nos engaña. Nadie nos engaña" "No se me ocurre nada" "Nuestro cerebro, ayudado por el telescopio ve las imagenes que le llegan de los distintos rincones del  universo. Las ve como se le muestran y cu-an-do se le muestran. Y esa es la clave del acertijo que os he planteado, que no es un acertijo sino pura física" "¿Las estrellas eligen cuando quieren que se las vea o cuando prefieren hacerse invisibles?" "No. Jaja. Me gusta que pienses eso. Las distancias cósmicas son enormes. Galaxias millones y millones de veces mayores que el sol, cuando las vemos con el más potente de los telescopios situado en el cielo más límpido de la montaña más alta, apenas se ven como un punto" "Desde aqui las montañas tambien se ven bajitas. Cuando te acercas crecen" "Muy bien. Pero las montañas están muy cerca en relación a las estrellas. ¿Alguien sabe cual es la velocidad de la luz?" "Tres mil kilometros por hora" "Muchos más" "Treinta mil kilómetros por hora" "Más, mucho más. Trescientos mil kilómetros por segundo" "Eso es muchísimo" "Imaginad que parpadeáis. A esa velocidad, en ese parpadeo, la luz habría dado siete vueltas y media a toda la tierra" "¡Ala!" "¿A que parece mucho?" "Sí" "Pues hay estrellas que están a una distancia mucho mayor que esa" "El universo es infinito. Te alejas , te alejas y no llegas a ningún lugar" "Pero volvamos a nuestra estrella. La imagen que vemos de esas estrellas tan alejadas y tan enormes, es una imagen pasada de esas estrellas. Esas estrellas podrían no existir en este preciso instante" "¿Podríamos planificar un viaje y no encontraríamos nada?" "Si tuviesemos una nave con suficiente velocidad sí que podría ocurrir. Nada. El vacío más absoluto. O una estrella distinta, tampoco hay que ser tan catastrofista y sólo pensar en la destrucción" "¡Qué chulo!" "¡A mi me da miedo!" "¿Os ha gustado chicos?" "Síiiiii" "Mañana intentaremos tambien hacer algo divertido. Por la mañana preguntaré de lo que hemos hablado" "Profe. ¿Y si alguien pudiese ver con esa imagen la realidad de lo que ocurre en la estrella?" "Te refieres a adivinar el futuro" "No. anticipar la llegada del presente distante" "No lo había pensado. Tu pregunta es increíble. Tienes que dejarme pensarla. Hasta mañana chicos. No se me olvida. Mañana te respondo"

Subió a su bici y llegó a casa en un dúplex de una urbanización de las afueras. Abrió la puerta. Solo. Como siempre. El suspiro después que la puerta se cerró a su espalda. Los huecos donde antes hubo fotos.El anhelo por un nuevo día de clases. ¿Y si las personas fuesen como la imagen de las estrellas?. Una imagen vitual distante de la imagen real del presente. Se fue. Cuando todo parecía ir bien. Una nota. Y se marchó. Antes que la imagen del naufragio llegase a su retina. Si hubiese podido verlo antes. Si hubiese podido captar un instante el presente de la estrellas no habría podido evitar el naufragio. Subio por una escalera estrecha.  La cama deshecha de una noche de insomnio o de sueños tardíos. Se descalzó y se acostó. Encendió la tablet. Ast había colgado un nuevo relato. Esa noche se quedó dormido.

"Buenos días. Tengo tu respuesta. Si pudiesemos ver el presente de las estrellas, su destino final solo podría entristecernos. Es mejor estar atentos a la luz. El presente que llegará mañana o en  mil años ya vendrá. Dsifrutemos de la luz. La oscuridad llegará. Será mejor no esperarla"

viernes, 14 de septiembre de 2018

CASTILLOS DE ARENA

Había casi un millar de personas concentradas en la playa. Alguien se quejó y los guardias tuvieron que pedir que los curiosos se dispersasen. En sucesivas caps de cebolla los guardias se abrieron paso. Nadie tení la intención de perder un detalle del espectáculo. A cada capa uno de los guardias debía volverse proque la multitud se cerraba a sus espaldas. El murmullo creció. El guardia, rodeado cogió su micrófono y pidió refuerzos para que la situacion no se le fuese de las  manos. No tardaron. Tres furgonetas y dos motos con sus luces parapadeantes. Uan docena de guardias formaron y a aprtir de ese moento con protestas, una buena parte de la multitud se dispersó. Sólo las dos primeras filas permanecían embelesados contemplando al muchacho de once o doce años tan aplicado en su trabajo. Los guardias que llegaron por fin a la primera fila, cruzaron los brazos, formaron a su vez una primera fila observando cada detalle del castillo que el chico hacía sobre la arena. Las personas ahora quizás dos mil, rodearon a los policías, se subieron a las farolas y a los poyetes del malecón, se había corrido la voz del niño prepúber todavía que jacía castillos en la arena cada día distintos pero precisos hasta el detalle más intimo. siempre costruía en el punto de la playa que alcanzba la marea a esa hora de la tarde. Terminaba de construir y los espectadores se aprtaban del aldo del aorilla para no empaparse con las horas. Y siempre el trabajo minucioso de horas era destruido con el golpeteo de dos o tres olas. El niño se daba la vuelta con las manos en los bolsillos y se marchaba. La gente se quedaba triste. Inmóvil y se dispersaban, seguros de que al día siguiente volverían a ver aquel prodigio efímero. Esta vez algo cambió. El nuevo jefe de policía había querido ir personalmente a comprobar la situación. Esperó en silencio con sus hombres a que el niño terminase su obra. Asistió a la colocación del último blasón. Fjó la mirada en el niño cuando se levantó y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando las olas destruyeron la obra. Cuando todo el mundo se dispersó , corrió detrás del niño le echó la mano al hombro de forma brusca, pro la inercia de su profesión, pero cuando el niñoñ lo miró con un gesto ligero de dolor aflojó la tenaza de sus dedos y le pidio unas disculpas que casi no salieron de sus labios. Bajó los ojos. Deslizó la mano al brazo, deshaciendo la presión a cais un roce. Le felicitó por lo hermoso de los castillos de rena que cada día regalaba al mar. Cada día más gente venía a admirarlos. Era una peña que no durasen terminados más que unos segundos. Si quería, podía hacer una gestión con el alcalde para que hiciese sus castillos en un lugar más seguro de la playa donde las obras pudiesen ser observadas más tiempo. El niño encogió los hombros. Se dio la vuelta y se marchó. Esa misma tarde el jefe de policía habló con el alcalde que ya había escuchado hablar maravillas del pequeño escultor en arena de playa. El alcalde le dijo que ya se ocupaba. Un par de llamadas y todo estaría organizado. Con seguridad y para lucimiento del muchacho y la ciudad. El niño llegó a la playa. Solo le esperaban unas pocas personas y dos guardias. Le daba igual Se agachó y empezó a acariciar la arena. Los guardias le dijeron qu eno lo flanquearon y lo acompañaron playa adentro. En la zona más ancha de la playa habían instalado una plaza de tóroz portatil. cuando divisaron que el pequeño artista llegaba, los asistentes prorrumpieron en aplausos. El niño entró por una puerta pequeña. Paso debajo de los andamios. Se quiso esconder pero lo llevron a la puerta grande pro donde slaió. En el ruefo junto a la arena un camión de bomberos humedecía la arena para que tuvera la textura que le permitiese trabajar. Dsde el borde de la puerta miró atrás. los guardias le bloqueaban la salida. En el palco el alcalde y los concejales. aplauso. Cabisbajo. Se agachó. Tocó la arena En lapalza se hizo el silencio. Seguía cabizbajo. Cogió un puñado de arena húmeda, la apretó y se le deslizó entre los dedos. Se hizo de noche. Muchos se aburrieron. Algunos abuchearon. Otros jaleaban. El niño cabizbajo deshaciendo puñados de arena se quedó dormido. Quisieron llevarlo a su casa, pero nadie sabía donde vivía. Le prepararon un cobertizo debajo del camión mienta slosoperaros desarmaban la plaza. Por la mañana nadie había venido a reclamarlo. Abrieron la sábana del cobertizo y no estaba.

martes, 11 de septiembre de 2018

CALBLANQUE

Sentada en la arena, batida por el viento de levante que había despertado a mediodía. Los granos son pequeños proyectiles que se le clavan en la piel. Hace freco. El verano ya acaba y se suceden los días nublados.En el mar cuatro tablas de windsurf interpretan una coreografía al ritmo del viento y las olas. Las olas se lanzan a la playa de costado. Sobre las montañas de la cadena litoral la puesta de sol entre nubes deshilachadas. Una puesta de sol gris y marfil. Ha venido tarde. Una idea de última hora a la que no se ha podido resisitir. ¿Quien se puede resistir a una puesta de sol sobre la arena con música de olas y fondo de mar? La soledad es sólo un accidente. Palabras, susurros o caricias una distracción. Extendió la toalla en el sentido del viento. La sujetó con las rodillas y se tumbó. Puso la cabeza de lado. Miró las ondas, las infinitas ondas impulsadas por el viento. Se imaginó un Gulliver en un país de enanos. Imaginó la playa como un desierto con dunas minúsculas para un gigante. La arena empujada por donde el viento llega. Los granos que se deslizan y son sobrepasados por la avalancha a impulsos de las rachas de nuevos granos. Quitó una piedra de delante de su cara, el hueco, grano a grano se cubrió, impulsado por los lados, cuando estuvo al ras, las ondas lo cubrieron sin dejar rastro. Tanteó a ciegas, cogió un canto gris, plano y lo lanzó sobre la arena. Al caer rompió la línea de dunas, pero el viento arrastraba los granos alrededor y por encima, pronto un montículo de arena llegó a la altura de la piedra. A partir de ese momento la piedra fue engullida por la arena. El viento. Las dunas. Los surfistas y  la puesta de sol. El viento y la arena. La playa quedó sola en la oscuridad de una noche sin luna. Hora de volver para quien tiene motivos para el regreso. Nadie se había despedido de ella, ni un saludo ni un gesto. Salieron de la playa en silencio caminando con dificultad sobre la arena, algunos la miraron pero ninguno hizo un solo gesto, lo mismo los surfistas y el pescador que esperó a más tarde. Sin palabras. Sin gestos. Como ella miró a la piedra o el agujero. Entre dos nubes blancas apareció la luna. Miró. Vio el reflejo blanco en la punta de su nariz. La estela efímera plateada sobre las olas. La señal. El momento. Se levantó. Deshizo el nudo del bikini. el viento se arremolínó sobre las copas y se lo llevó. DEsató los nudos de la braga que cayó al suelo. Dio un paso y la toalla se perdió enrollándose sobre sí misma. Ciento veintitres pasos hacia el oeste. Se sentó. Apoyó el culo. Flexionó las rodillas y se agarró las piernas. Apoyó la barbilla en las rodillas y miró el mar. El viento le golpeaba el costado. La arena se escurría por los laterales de su cuerpo y se amontonaba a barlovento. Con los ojos guiñados para evitar los impactos vio una forma romper las olas. Una forma grande y lenta. A veces hundía y a veces flotaba. Una ola la arrastró de lado y quedó varada en la arena. Sacó las aletas y se avanzó hacia la arena. Una tortuga. La tortuga puso su cola en dirección a tierra. Guiño los ojos y excavó un hoyo. Allí fue depositando decenas de huevos . La miró. Cada brazada que la tortuga daba en la arena ella sentía que el impulso del viento la hundía más y más . La tortuga siguió desovando casi toda la noche. Estaba exhausta. Ya no pudo verla más engullida por la arena. La tortuga tapó sus huevos y antes que saliese el sol la devolvió al mar. Cuando vinieron los primeros bañistas, la arena, sin necesidad de regeneración estaba perfecta. Las ondas se habían apropiado del nido y de la tumba. El azar hizo que las tortugas eclosionaran y pudieran llegar al mar. Solo algunas fueron pasto de las gaviotas. La mujer solo emergió decenas de años después localizada por un arqueólogo, o millones de años después, ya sin humanos, por el golpeteo perseverante de las olas sobre dunas fósiles.

domingo, 9 de septiembre de 2018

LA BOYA

Todos los días hacia el mismo recorrido. Del faro de Cabo de Palos a la playa de Calblanque. Una senda siempre al borde del mar con pocos desniveles que permitía correr casi en todo el recorrido. Avanzado el otoño, con los temporales era cuando más disfrutaba. En junio cuando ya hacía calor, a veces se desnudaba y se bañaba en la Cala de los Dentoles. Un chapuzón y vuelta. Esa Cala se asociaba a casi todos los buenos recuerdos del verano. Con su abuelo de pesca, con su padre de paseo, con su primera novia y ahora cada día corriendo lento con olor a salitre. Admirando desde lo alto un mar siempre distinto. Octubre. Temporal de levante. Media tarde. Entre la hora y las nubes plomizas casi no había luz. Un mal día. Tensión. Cansancio. Hastío. Se le había hecho tarde. Necesitaba salir. Más que nunca, aunque el polvo mojado estuviese resbaladizo. Aunque cayese la noche por el camino. No llegó a entrar a casa. No habría soportado la oscuridad previa a pulsar el interruptor. Se desnudó en una calle desierta amparado por la puerta del coche. Se puso la ropa de deporte y los deportivos. Algunos movimientos para combatir el frío y empezó a trotar. Subio las primeras cuestas. El viento le empujaba. gotas heladas se le clavaban en los brazos desnudos. Entró en calor . Terminó la subida. bordeó la cala. Hoy no tenía tiempo de bajar. Entre las olas que batían la playa vio algo amarillo que aparecía y se hundía entre las olas. Siguió. La lluvia arreciaba. Ni rastro de sol. LLegó a la playa., Cerrró los ojos, respiró el aire del mar de un lugar desierto. Se dio la vuelta y antes de destemplarse empezó a trotar. Ascendió la cuesta con rachas huracanadas que le obligaban a inclinarse hacia delante. El mar hervía. Unas millas mar adentro relámpagos. Euforia. Deseos de gritar. De golpearse el pecho como los gorilas. Sonrió. La tensión había quedado atrás. Se había integrado como un elemento minúsculo en una naturaleza salvaje. Abajo la cala. En las aguas el objeto amarillo con ligeros toques fosforescentes. Una boya en una playa salvaje. Emergía y se sumergía con las olas. Un rayo y un trueno. Más agua. Lamió el labio superior  la mezcla de sudor y lluvia. Era de noche. Más no podía llover. En la playa sobre las rocas podía encontrar un refugio. Ya nadie le esperaba. Bajó a la arena. Las olas batían casi hasta el final. Una boya. Nunca antes había habido una boya. Imposible que un barco hubiese amarrado allí. Los agentes del seprona y la guardia civil no pasaban menos de media docena de veces cada día por la zona. Se descalzó. SE quitó las ropas empapadas. Avanzó hacia el mar y el mar avanzaba hacia él. Estaba helada. La resaca le hundía los pies en la arena. Apunto estuvo de tirarlo. Se zambulló. Sacó la cabeza. Aguantó a que una ola sin romper lo elevase. Un rayo iluminó el mar. Estaba a menos de diez metros. Comenzó a dar brazadas. Por momentos cuanto más intentaba aproximarse, se encontraba más y más lejos. La resaca de las olas lo llevaba mar adentro. Tranquilo. A flote como un corcho. Se dejó llevar por las corrientes que le condujeron al lado contrario de la cala. Empezaba a estar cansado y aterido. La boya seguía allí. Se sumergió. Se impulsó con los pies. Abrió los ojos y bajo la superficie iluminada por un nuevo rayo vio la base de la boya. Una cadena gruesa cubierta de lapas y algas la anclaba a la arena. Emergió. La abrazó y respiró, varias veces hasta recuperar el resuello. Respiró varias veces más. Se sumergió, bajó al fondo agarrado a la cadena. Los eslabones se perdían en la arena. El fondo estaba más tranquilo. Aprovechó la fuerza que le devolvía a la superficie y sus propias fuerzas para descubrir el ancla. Tiró. Con poco éxito. Volvió a la superficie. Respiró entre los valles de las olas. Se volvió a sumergir. Tiró de los eslabones. La arena se movió. Tiró otra vez y de la arena surgió una forma humana. La imagen se paralizó. En el hombro  izquierdo un tatuaje como el suyo. En el costado izquierdo, una cicatriz como la suya. en la muñeca su misma pulsera. No podía más. Volvió a la superficie. Los eslabones de la cadena se le enredaron en el tobillo. Poco aire. Pocas fuerzas. El final estaba cerca en su cala favorita donde había almacenado muchos de sus mejores recuerdos. le estallaban los pulmones. un movimiento rápido del pie lo liberó. Tomó aire. Golpeó la boya y se impulsó hacia la orilla. Nadó hacia la cresta de una ola que lo devolvió a la playa. Luchó contra la resaca y salió. Los rayos se alejaban. Tiritaba. Subió a una roca al amparo del viento. Se acurrucó y se durmió. Por la mañana el cielo límpido, el mar en reposo, la arena llena de algas y de restos. En medio de la playa la boya sin la cadena..Bajó al agua y buscó la cadena. No estaba. Se vistió y regresó a su casa. Era un día despejado. No necesitaba encender la luz.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

MARCOS

Marcos fue uno de los cuatro evangelistas. Pero no es de él de quien trata esta historia.
Una casa antigua de dos plantas en medio del bosque.Un tejado a dos aguas de pizarra. Un porche que nunca nadie usó colgado sobre la fachada principal de la finca. La hierba ha invadido el jardín. No se reconoce la senda de piedras que como las manchas de una jirafa jalonaba el jardín desde la puerta hasta la sala de juegos. El columpio está oxidado. Una de las cadenas en el suelo. El manzano se ha secado. En el lugar de la higuera decenas de esquejes que compiten por la luz. Es un otoño temprano. Ha llovido los días anteriores. en las umbrías crecen las primeras setas. No ha metido el coche en la cochera. Ha preferido dejarlo en el rellano de delante de la casa. Unos cuatro metros que camina hundiendo en el suelo hojas secas mojadas.Las hojas se pegan a las suelas de sus  zapatos. Gira la puerta del jardín mientras mira la puerta principal en el porche. Nunca la han forzado. Se detiene en el porche. Mira de arriba abajo. Turbulencias en la parte alta de su vientre. Algo parecido a una náusea pero más leve más cercano al pavor que a la indigestión. En realidad no hace tanto tiempo. sube los tres peldaños evitando la losa que se movía. Se lleva la mano al bolsillo tanteando en busca de la llave. No está. La ha olvidado. El viaje ha sido en balde. Casi lo prefiere. Al girar El fondo del bolsillo tintinea. Vuelve a meter la mano. Está donde había estado siempre. Una vuelta de misterio. la llave a la cerradura. El giro. La puerta chirría como ya lo hacía. Abre la puerta. Sale una vaharada de humedad. Un abrazo de una casa que ya no palpita. Silencio. Fuera de algunos ruidos de dilatación de traviesas de muebles. Silencio vacío. Frío. No un silencio lleno cuando llegaba de madrugada procurando no interrumpir el sueño de sus moradores. Telarañas. En las esquinas cacas de ratón. Da al interruptor de la luz. No hay luz.pasa a la derecha al comedor. Sube la persiana que se atasca a la mitad. Abre la ventana que deja entrar la luz del final de una tarde nublada. Luz mortecina tamizada por nubes grises. Cuando se junten la tarde y la noche lloverá. Puede olerlo. Vendrá un viento húmedo suave heraldo de la lluvia y lloverá. Se sentará en el porche y olerá la lluvia en su jardín descuidado. El olor de la lluvia, la humedad, el tomillo y el espliego. Pronto. Pero de momento la luz ha llegado al salón. Hoy dormirá en el sofá. Aprovechará la hora de luz para poner un poco de orden. Adecentar su entorno más cercano. El sofá de piel. La butaca. Se tumba y lo siente como lo sentía. El abrazo no ha cambiado. Como sentir el vientre de un gato. A punto de dormirse. Casi se duerme. Está cansado de un viaje largo. La pared de enfrente. el televisor se lo llevaron, pero los cuadros, los retratos y las fotos de distintos tamaños y colores no están. Lo mismo ocurre con los portarretratos de la mesa del rincón. sólo quedan los marcos, cada uno en su lugar, huecos transparentes a la pared o el fondo de la habitación. Marcos vacíos. Todos. Fotos. Cuadros. REtratos. Escenas recuerdos. Imágenes suspendidas en tiempos vividos. No están. Al fondo la pared. O el espacio vació del salón. Se levanta. Está oscureciendo. Recorre el pasillo , A un lado y otro marcos vacíos. En las habitaciones. Los portarretratos también huérfanos en su lugar. Baja corriendo la escalera. Se trastabilla y cae. se conduele. Sale de la casa. Ha empezado a llover. Al otro lado del jardín un cobertizo que se usaba de trastero. Un relámpago ilumina la escena que pasa del plomo al blanco. Abre el trastero. En la esquina una caja de plástico. El tejado de madera aguanta el chaparrón que crepita sobre su cabeza. Ahí esta. Le quita un par de enseres que tiene encima. La abre. Una caja de galletas de mantequilla de hojalata. Dos montones enlazados con una goma. NO llega a quitar la goma. papel de fotografía vacío. papeles en blanco. No desvaídos por el desgaste de los colores o el blanco y negro. Las antiguas mantienen sus grietas, sus mellas en las esquinas pero sin imágenes. Ninguna. papeles blancos. Las introduce en la caja. Cierra la tapadera de hojalata. Cierra la tapadera de plástico. Sale del cobertizo y lo cierra. El chaparrón ha sido corto pero al caminar chapotea en los charcos. Sube los escalones Se descalza. Vuelve a mirar los marcos. Entra en el salón. Cierra la persiana. Deshace el camino. Cierra la puerta. Se calza. Regresa al coche y sin mirar atrás se marcha. En el pueblo hay un hotel. No sabe si tiene ganas de quedarse.

domingo, 2 de septiembre de 2018

HIDROMASAJE

El hotel de Salamanca era un cúmulo de buenas voluntades en aras de obtener un cuarta estrella. Sólo buenas voluntades. La papiroflexia habría sido algo más sólido y desde luego más estético. Un collage de un hotel de cuatro estrellas recompuesto sobre unos pisos de vecindad. Sofás de pana y un baño recauchutado, eso sí con una columna de hidromasaje. Detestaba las columnas de hidromasaje. Desde el momento en que pisaba la ducha, la sensación de pisar sobre un plástico hueco le desagradaba. Ssa pisada le encrespaba hasta el último pelo de la nariz. Peor aun el chasquido cuando una segunda pisada posaba el peso sobre la superficie. Se consideró muy afortunado porno tener que ducharse todavía. El inodoro era razonable. No le faltaba más que uno de esos que lanzan un chorro de agua directo al ano para hacerle huir a toda prisa. Pero había hecho una reserva de última hora y la localización del hotel era céntrica. Muy cómoda para visitar en un día o un par de días la ciudad. Respiró muchas veces hondo y despacio, se tumbó y echó una siesta. Era verano. Había olvidado poner el aire acondicionado. Se había levantado empapado, y por instinto llevó la nariz a la axila derecha, siempre la derecha buscando el olor acre que tanto le desagradaba. Puaj. Qué asco. ahora mismo se iba a duchar y poner desodorante. La ducha. No. La columna de hidromasaje. Corrió la mampara ligera sobre un raíl poco preciso. apoyó un pie. Plástico. Apoyó otro pie, plástico frágil Dudaba que aguantase el peso de un hombre de mas de noventa kilos. Cerró la mamapara. Cogió la alcachofa de la ducha, tocó lo que le parecieron mandos, pero no consiguió que saliesen mas que unas gotas absolutamente insuficientes para mitigar el olor de sus sobacos. Repasó todo lo que parecía mecánica. sin éxito. Se dedicó a los dos paneles electrónicos digitales. Pulsó. Y se encendió. Volvió a girar uno de los mandos, dudaba si de un modo distinto al anterior y el agua salió a borbotones. Así sí. Así sí. Cerró los ojos. No estaba tan mal. Los chorros de agua tibia escurriendo por su cuerpo lo estaban haciendo disfrutar.Cuando cambiaba de posición el crujido del plástico le despertó. Cortó el agua y buscó el jabón. A su espalda un dispensador. Echó un chorro y se embadurnó. Cuando terminó  pulsó de nuevo el botón. Salío el agua. Cerró los ojos, pero tuvo que abrirlos porque sintió como si le faltase la respiración. No veía nada. Una niebla blanca cálida y espesa se escurría por cada resquicio. Habría gritado. Pero le daba vergüenza. De todos modos su compañera tenía un sueño muy profundo, de nada habría servido. Estaba entrando en pánico. En un último esfuerzo se controló y atinó a hacer un gesto tan sencillo como correr la mampara. Enseguida la niebla se disipó. Salío de la ducha. Qué gusto pisar el mármol del suelo. Frió, firme, sin quejidos a cada pisada. Se secó, se olió el sobaco de nuevo. Nada que ver. Na da que ver. Volvió a olerlo, ahora sí con delectación, y eso que aun no se había echado el desodorante. Caminó decido por le pasillo de dos metros que le llevaba a la cama, donde su compañera seguía dormida. Distinguió en la media luz de las cortinas echadas su cuerpo acostado de espaldas. Bajó la sábana, le descubrió la nalga la azotó. con el chasquido más que el dolor, se dió la vuelta y lo miró. "¿Tú quien eres?" "Se cuela en mi habitación, me azota y aun me pregunta que quien soy- Márchese ya o llamo a la policía" "Señora" "Señorita" "Señorita usted no debería estar aquí" "Es mi habitación. Es usted quien no debería estar, y menos desnudo, y menos con esas pintas en ella. ¿Acaso no se ha mirado en un espejo?" "¿Oiga?" "Que se marche" "Mire esta es mi habitación" "No puede ser yo no le conozco de nada y es mi habitación" "Mire me he metido a ducharme. He manipulado los mandos del hidromasaje. Al principio no ha pasado nada pero después se ha llenado todo de vapor . He abierto la puerta y aquí estoy. Pero me marcho ya. No se lo diga a nadie. Pensarán que soy un sátiro" "Un sátiro no. Lo que es usted es un genio" "No veo ningún mérito" "No hablo de ese tipo de genio, sino los de la lámpara. El vapor, los agujeros de la ducha. ¿NO le parece muy similar?"." No. Para nada, pero la verdad. Me están dando muchísimas ganas de concederle tres deseos" "¿Lo que quiera?" "No. Tenga en cuenta que si soy un genio, soy nuevo. Póngame unos deseos fáciles" "Los más fáciles: Salga inmediatamente de mi habitación. Márchese. Y no vuelva" "Concedido.¿La puerta?" "La del baño o la de la cale" "La del baño" "Le acompaño. ¿Quiere probarse de nuevo con el hidromasaje?" Bueno . Vale. Pero si me ayuda" "Mire debe pulsar aqui aquí y aquí" Se formó un remolino de vapor que absorbió al genio y lo coló por el sumidero del pie de ducha.