jueves, 25 de enero de 2018

LA PESCADERIA

La pared del fondo de la pesdacería tenía una alicatado fácil de fregar con lejía. No eran los clásicos azulejos cuadrados o rectangulares. Eran azulejos irregulares, policormados que cada uno o dos metros cuadrador formaban la figura de un pulpo, un lenguado, un rape un pez globo o una almeja. Menos en el centro del rectángulo que formaba el dondo. en el centro la imagen era lisa. Una imagen que no comprendí la primera vez que fui ni ninguna de las sucesivas de los siguientes dos años. Habíaido en busca de boqueron, pero con los temporales de los úlktimos días había poco y caro, por lo que opté por la bacaladilla. Habíarapes muy hermosos, qué sabroso, pero se escapaba a mi presupuesto. Y la merluza, de pincho, aunque tenga anisakis. Y en lo alto del trono una ijada de atún rojo. Me gusta el atún de ijada, pero si el rape se escapaba al presupuesto, la ijada no existía directamente, ogual me daba verla en lo alto, en su pedestal que si fuese un ejemplar del mueso de cera. Pero me gustaba verla, y due al mirar, al adorar cuando aprecié en el fondo alicatado algo raro. Aunque todos los dibujos eran mosaicos policromados, el del centro era distinto, pensó queno veía bien. Limpio las gafas que estaban un poco empañadas. Se las volvió a poner. Volvió a mirar, desde la ijada al fondo. Seguía ciendo lo mismo. ERa una imagen de una claraboya redonda y en su interior la cara de un señor con el carrillo aplastado contra el cristal, el pelo lacio marrón El ojo mirando hacia la ijada pero desde el otro lado de la pared. ERacomo si alguien estuviese apretandole la cabeza contra la claraboya. No podía ser. Era desde todo punto de vista razonable imposible, pero lo veía. "Señorita, disculpe. ¿Por qué tienen la cabeza de un señor aplastada contra esa claraboya?" "¿Es ya su turno señor?" "No. Pues por favor espere su turno. Gracias" "Disculpe. Me parecía importante" "Cada cliente lo es" Volvió a mirar. Seguía viendo lo que veía. "Es su turno" "Oiga estoy viendo a un señor o al menos su cabeza en la pared del fondo" "Dígame ¿Qué quiere que le ponga?" "Medio kilo de bacaladilla" "Aquí tiene" "Puede ahora mirar lo que le he dicho" "Si no hay otro remedio, pero estoy muy liada" "Lo ve" "Yo no veo nada" "No ve la cabeza de un señor aplastada contra la claraboya" "Yo no lo veo. Veo el alicatado de todos los días. ¿Ha oido usted hablar de las pareidolias?" "NO" "Pues es cunado uno mira a las nubes y ve ovejitas o figuras" "Oiga no creo que se trate de eso. Lo estoy viendo como quien lo ve en la tele. Dígame que es una foto pero no mi imaginación" "Siguiente" "Oiga es mi turno" "Si noquiere que le ponga algo hemos terminado"  Me quedé con ganas de ver al encargado, pero no creí que hubiese servido de nada. Como es la pescadería donde compro el pescado que puedo comprar, cada seman iba una o dos veces. No siempre había atún de ijada, pero al fondo siempre estaba el hombre de la claraboya, pero no igual, fue perdiendo brillo, tomado un color cetrino y el ojo aplastado contra el cristal perdió el brillo y se tornó opaco. No se molestó en decir nada, ni cada uno de los días de los siguientes meses cuando el cráneo se fue descarnando y quedó sólo una calavera con restos del cabello moreno. Pero un año después en el mes de noviembre, cuando compraba alguna gamba a mejor precio que en diciembre. Miró al fondo. Una nueva cabeza se aplastaba contra el cristal. una mujer. Rubia con la comisura de los labios y los ojos en una mueca de terror. "Señora ha visto el alicatado de la pared . Es nuevo" "¿Es su turno?" "Todavía no. Espere entonces" Esperó " "Ahora" "Hay una persona aplastada contra el cristal de la pared" "Yo no veo nada. El año pasado ya le conté lo de las pareidolias" "No la cansaré pongame medio kilo de gambas" Antes de marcharse vio a dos señoresmuy trajeados, de los que uno piensa que son directivos del supermercado. Del lateral del mostrador saio un dependiente y les entregó a cada uno una bolsa con varios paquetes. Entregaron un cantidad de dienro queno cuantificó pero le pareció exorbitada. Se marcharon caminando primero lento y después más rápido. El más delgado tropecó con una anaquel. la bolsa se rompió y uno de los paquetes de papel de estraca cayó al suelo. Se abrió. Una mano y un brazo. Lo cubrió lo recogió mientras miraban alrededor. Se asustó. Sólo esperaba que su cabeza nunca apareciese detrás.

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