miércoles, 17 de septiembre de 2014

TESTAMENTO VITAL

"Doctor ¿está usted seguro?""Todo lo seguro que puede estar un médico. Pero puede haber excepciones. Establecer un pronóstico preciso es muy difícil" "No he llegado a los ochenta años creyendo en las excepciones ni en los milagros. Estoy jodido. Ya está" "No exagere" "Sabe que no exagero" "No sirve de nada lamentarse. Mire hacia adelante" "¿Aunque el horizonte esté enfrente de mi nariz?" "Con cinismo no gana nada" "Ni negando una realidad adversa. Punto y final. Doctor deme esa mano. Le estoy muy agradecido. Ahora estoy yo y esta mochila" "Esa actitud me gusta más" "Adiós".

Llegar a ochenta años ha sido una suerte, pero también una condena. Me encuentro bien, estoy fuerte controlo mis fuerzas, mis deseos y mis emociones. No tengo la convicción de la pérdida. Una nave sin goteras, lenta pero sin goteras. Y ahora, de golpe la fecha de caducidad se presenta en modo de escaners , ecografias y análisis de mil demonios. Tengo miedo. A morir no. A malvivir. A sostener los días en una cuerda floja, tendido como una ropa vieja esperando el viento o la luz de unas manos que te aseen, el arrullo de unas palabras gimoteantes como si fueses un niño. Un cuerpo flojo llagado anhelante de gusanos. No. No. Mi mujer me dejó. Mis hijos viven lejos, son padres de sus hijos, trabajan, viven. no necesitan del lastre de un padre con fecha de caducidad. No voy a esperar mi fin. Voy a buscarlo.

La montaña siempre ha sido mi pasión. Pasear las pendientes y las vaguadas solo. con calor o con lluvia. Escuchar el salpicar de las hojas, el chasquido de las frutas, el tintineo de las ramas. El everest sería un objetivo poco realista. No llegaría al campamento base. Octubre. Pirineos. El Aneto. Será difícil que en sus vertientes no encuentre la helada que me anestesie el dolor, la nieve que me deslice hacia el fin inevitable. No puedo esperar. El tiempo se funde, mi nuevo compañero me oxida y me corroe por dentro. Si espero me fallarán las fuerzas.

El autobús. el hostal en Benasque. Tres días de reflexión y para recuperar fuerzas. Escribir unas palabras últimas y elegir el momento en que el clima sea propicio.

"Queridos hijos.......GRacias" Introduce la cuartilla manuscrita en el sobre que de camino al sendero dejará en la oficina de Correos. Algunos ancianos lo saludan. Una semana ha esperado el frío. Tiempo para hacer amigos, no los suficientes para que le merezca la pena vivir. Le advierten del mal tiempo. Los tranquiliza" Voy a dar una vuelta"

Llueve. Gotas finas que se deshilachan de nubes que rodean los macizos. Niebla. Sólo el GPS le marca el destino en altura. No quiere despeñarse. No más dolor. Sube buscando el frío. Mira a los lados. Graba las últimas imágenes que no llegará a recordar. Sigue la lluvia. Da una vuelta un poco más arriba la ladera empieza a blanquear. Algunos copos se posan sobre sus hombro,se enredan en su barba. Un primer   escalofrío a pesar del esfuerzo. No puede más, las pierna le fallan. Los pulmones se agitan buscando una gota de aire. El viento arremolina la nieve. No es muy espesa. Arriba el cielo azul con reflejos irisados. Un instante. La niebla se abate. La nieve se hace tupida. Se sienta. Come un poco de jamón, un taco de queso, comienza con sorbos de vino. Sentado recuerda a los que no están. No sabe si después del fin volverá con ellos. Es un escenario muy hermoso. Se alegra de estar ahí. Tiene frío, se cierra el pasamontañas sobre el cuello, se cobija en el anorak, prepara una almohada y se tumba sobre la mochila. El sueño viene. Mira alrededor una última vez.

Ruido. Remolinos de viento. ya no siente frío. Voces. ¿Voces? Alguien le aparta la nieve del rostro.

"Señor está bien. Pásame el arnés. Tranquilo. Con este tiempo nos lo ha puesto usted difícil. Somos la Guardia Civil de montaña. Está usted a salvo. Vamos al Hospital de Benasque. La tormenta arrecia."

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