miércoles, 3 de octubre de 2012

El monedero


En el suelo había un monedero. Era viejo. No tenía nada especial. Se agachó a recogerlo por puro instinto mientras paseaba. Estaba demasiado en la calle a horas en que un hombre debería estar en su trabajo, pero hacía algo más de un año  después de veinte años  había perdido el suyo en una oficina. Algunos días no tenía fuerzas ni para levantarse. Se levantaba cuando su mujer lo hacía para ir al centro a limpiar dos casas, pero en cuanto se marchaba se acostaba. Dormía por el día y la noche la pasaba en vela. Como los niños. Le dijo su mejor amigo. No soy un niño. Estoy más cerca de ser un viejo que de ser un niño. Todavía te miras a los espejos. Le respondió que sí. Había espejos por todas partes y cristales y reflejos que te devolvían una imagen desagradable: la tuya. No seas vago. No soy vago. No hay trabajo para alguien como yo. Dar vueltas. Largas y cortas. Si se paraba en el bar acababa bebiendo y ya veía algunos compañeros que tomaban mal camino. Miró al suelo y vio el monedero. Aunque no llevaba gafas le pareció que entre las dos piezas del cierre salía un billete. Miró a los lados. Miró atrás. Se agachó. La espalda crujió. La inactividad lo estaba oxidando. De tela. Una bolsita con un cierra superior como una mandíbula con dos bolitas que con un clic se entrelazaban. Ciento cincuenta euros en tres billetes de cincuenta , tres euros, veinte céntimos y una medalla de latón de la virgen de la Fuensanta. Ningún dato que permitiera averiguar quien era el poseedor del monedero. Era una zona de paso de mucha gente. Cada hora media docena de autobuses paraban. Cualquiera podía ser el propietario. Ciento cincuenta euros. En su situación actual se trataba de una verdadera fortuna. De vez en cuando le venía alguna duda. ¿Y si el propietario estaba en iguales o peores condiciones que él?. Cuatrocientos euros de ayuda familiar mas lo que su mujer ingresaba con la limpieza. Tenía la casa pagada. No debía nada. En eso había sido previsor. No tenía hijos. Pero no había modo de localizar al propietario. Era absurdo intentarlo, y más absurdo dejarlo en objetos perdidos. Dinero en efectivo, como está la cosa, alguien encontraría el modo de quedárselo. Era suyo . Sí, sólo suyo. Una minúscula revancha frente a un destino que le estaba siendo muy adverso. No era la lotería, pero sí lo suficiente para un homenaje. El dinero que llega fácil se debe gastar rápido y con alegría. Esta noche cuando llegase su mujer le iba a dar el tiempo justo de arreglarse, Cuando le preguntase como siempre si había preparado algo de cena, sabiendo lo corto de su repertorio, le respondería que no, y la dejaría cabrearse y renegar un rato y  que le riñera, y después le preguntaría si había terminado y ella se cabrearía más todavía. Y el la abrazaría y le diría ponte guapa que nos bajamos al mesón a cenar marisquito, como antes. Y ella creería que él bromeaba. Y él le pediría que no le preguntase. Volvió a casa. Sonreía, pensaba en sus ojos cuando se enfadaba y en el brillo cuando tomaba dos cervezas. Subió. Se sentó en el sofá con la luz apagada. Ella se retrasó poco. Entró en silencio a pesar de que la luz estaba apagada. No preguntó si había alguien aunque él la vio mirar de reojo por los cristales esmerilados del salón. Sabía que estaba sentado y estaba callada. SE levantó y fue al dormitorio. La sorprendió mirando en los bolsillos de los vestidos, en las chaquetas y en los bolsos. Le preguntó qué le pasaba. Ella no lo miró y no le dijo que nada. Dejó de buscar, pero pareció recordar, volvió a un rincón detrás de una silla miró y tampoco vio nada. El le preguntó si buscaba algo. Ella le dijo que no. Seguro. Sí seguro que no. Su mentón se frunció. Se tapó los ojos cuando comenzó a llorar con el llanto de la desesperación que reservaba para momentos muy contados. ¿Qué te pasa?. Soy una tonta. Le secó las lágrimas con las manos que antes eran callosas. No, no lo eres. He perdido mi monedero con los cientocincuenta euros de los atrasos de la luz. Ahora nos la van a cortar. ¿Es este? Sí ¿Dónde estaba? Detrás de la taza del bidé. Menos mal que lo has encontrado. No nos cortarán la luz. Sí menos mal

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