martes, 29 de mayo de 2018

TABACO DE LIAR

No fue la economía lo que le llevó a fumar tabaco liado. Fue la imposibilidad de dejar de fumar. Llegaba a veces a las tres cajetillas, y eso hasta  para él, fumador activo militante, era mucho. Tabaco de liar. Conservaba la destreza de componerlos de tiempos de porros de instituto. Fue agradable reencontrarse con el ritual antes de cada cigarro. Además fumaba menos. Pasaba mucho tiempo en la carretera visitando clientes. Eso le trajo nuevos inconvenientes. La cabeza siempre llena de proyectos,  de frustraciones y salseando todo el cansancio, la fatiga vital que a ratos se instalaba en cada uno de los kilómetros. Sueño. Paró en una cuneta. Metió la mano en la cartera. Al fondo, el tabaco, los filtros y el papel. O al menos debería estar ahí. El tabaco, los filtros pero el papel no estaba. Blasfemó. Blasfemó más y volvió a blasfemar. En medio de ninguna parte con sueño que se le estaba pasando con el cabreo y con unas ganas de fumar que sería capaz de prenderse un dedo. El pueblo más cercano a cuarenta kilómetros. El gps que no funciona. A lo lejos uno o dos kilómetros una columna de humo blanco filaba y giraba hacia el firmamento azul en un día helado. Condujo hasta una aldea de una decena de casas, más de la mitad abandonadas. Aparcó en medio de la plaza. Miró por las ventanas de las que tenían mejor aspecto y no encontró a nadie. Imposible comprar nada en un lugar así, pero tal vez algún paisano podría compartir sus existencias con un forastero.Las viviendas estaban deshabitadas. La noche comenzaba a caer y el viento del suroeste adelantaba la lluvia de la noche y la madrugada. Por el camino de la iglesia a doscientos metros una chabola con tejado de uralita con un hilo de humo. Caminó esquivando los charcos. Pegó la cabeza al ventanuco y vio el hogar encendido Una cara se pegó al cristal al otro lado y se sobresaltó. Cayó de espaldas, quedó a  horcajadas en el suelo húmedo del camino. Dentro carcajadas. SE levantó con el culo del pantalón empapado de barro. La puerta se abrió. "Pasa y caliéntate. Siento haberte asustado. Ja ja" "La culpa es mía por curiosear" "¿Qué te trae por aquí?" "El vicio" "Poco vicio aquí" "El tabaco. Estoy que me enciendo los dedos. ¿Usted no fumará?" "Poco, para entretenerme en días como hoy" "Podría venderme un poco" "Tómate un café conmigo y te lo regalo. Esto es muy solitario se agradece la compañía" "Se me va a hacer de noche" "Ya es de noche. Quieres uno liado" "Gracias pero si es posible prefiero liarlo yo" "Abre las manos" "¿De qué lo haces?" "Hierbas que cojo" "¿No será maría? Tengo que conducir" "No. Eres hábil"." Son muchos liados. Es bueno. Me gusta . Es muy aromático. Te compro un poco" "Este picón sabe bien aquí donde se ha cultivado. Yo no lo fumaría en ningún otro lugar" "Lo fumaré en algún sitio similar" "Allá tú" "Me marcho . Muchas gracias. Me ha sabido a gloria" "Sacúdete. El barro ya está seco"." Gracias"

De camino a casa se encendió otro cigarrillo. No estaba el tiempo para que la guardia civil controlase las calles. Prendió la mecha. Dio una calada. Exhaló un humo abundante que en la oscuridad adquiría tonos rosados y ocres. El humo se arremolinó se trenzó giró sobre sí mismo. Se mareaba. DEtuvo el coche en el arcén justo en el momento en que un rostro gris y demacrado se dibujó con las volutas de humo. Sin risa y sin llanto. Sin expresión. El humo se diluyó y desapareció el rostro. Arrojó el cigarrillo por la ventana y no volvió  a fumar. Las luces de la ciudad lo relajaron. El desvío a su garaje. Sombras alrededor. La puerta cortafuegos. El ascensor y el silencio de la madrugada. Gemidos en el piso superior. Insomnio. Sin tabaco. Volvió a coger del que el hombre le había mostrado. Lo lió. Lo encendió. Dos caladas. Se tragó el humo para no tener sorpresas , pero una tercera no pudo contenerla y lo exhaló. Volutas. Vueltas, giros, espiral y una forma. Un rostro atormentado con las manos arañándose la cara , los ojos casi fuera de las orbitas y un grito sofocado, frente a su rostro y azufre. Olor a azufre e incienso. El humo y su contenido desaparecieron por el colector del aire acondicionado. Él sudaba. Chafó la ceniza del cigarro en un bote con muchas otras cenizas de cigarros. Como si se tratase de un imán, las cenizas y las colillas se separaron en circulo de la nueva colilla. Soltó la mano. Guardó silencio y escuchó los ruidos de los conductos de aire que no desaparecieron en los siguientes meses. Vendió la casa en la esperanza de recuperar la paz. Dejó el tabaco molido en un rincón. Que los nuevos habitantes decidiesen lo que hacer.

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