viernes, 11 de diciembre de 2020

AFÍSICA

Un despertar súbito. La luz. El reloj parado. No hay sombras. Ni frío ni calor. Te levantas.Dos manotadas de agua a la cara que no sientes fría pero tampoco caliente. Te miras al espejo pero el espejo no te devuelve tu imagen.Sin sombras, sin reflejo, sin frío, sin calor bajas a la calle en pijama. La luna en el cielo. El mar en calma. Silencio. Está hoy el mar hermoso. Sin olas. Plano. Las luces de alrededor no encuentran reflejo sobre las aguas.Silencio. Oscuridad. Quietud. Ni calor ni frío. Te desvistes y caminas hacia la orilla. Despacio. No quieres que un solo grano de la arena bajo tus pies malogre el momento. Te detienes en el límite de la última ola. El agua estará fría. Invierno. Uno, dos o tres y das dos pasos y luego una decena más. Te detienes. Tus pasos no han chapoteado, ni han producido ondas en el agua. Silencio. Te zambulles. Ni un ruido. Nada. Nadas y tu avance es como si nadases en un tazón de chocolate, o de plomo ni caliente ni frío pero fundido.Sigues la luna sin estela en un avance lento hacia el interior, alejándote de la orilla. Muy despacio aunque al final braceas rápido, agitando el torso pero sin agitar las aguas. Silencio. Estiras la mano izquierda la apoyas en una roca,Estiras la derecha otra roca. Negro. GRis. Plata. Elevas el tronco en una flexion que te separa de la superficie del mar. El agua no chorrea, ni titila, ni se desliza por tu piel. Cuando tu cuerpo se separa. en pie sobre las rocas miras el mundo que ves pequeño. Miras el suelo. Decenas de metros más abajo La Perdiguera y la Isla del Barón. Cada uno de tus pies corona cada una de las islas. Eres un coloso. Saliste de la playa siendo un enano y el mar te ha vuelto un coloso.Un mundo a tus pies.Las nubes se trenzan en tu cabeza. Volver. La vida de un coloso es solitaria. Demasiado visible para alguien que quiere pasar desapercibido. Bajas los pies de las islas y tu cuerpo se diuelve en las aguas. Tu materia se dispersa como una marea negra en un radio de kilómetros, solo los ojos permanecen redondos en la superfice. No sientes dolor pero sí cientos de seres que se amparan en tu cuerpo. Te contrae mientras la marea te arrastra hasta la orilla. Los brazos aparecen, nadas. Rápido, con tu corporeidad ha vuelto la prisa. La orilla. En el horizonte a tu espalda el sol. En sus costados la brisa. Reaparecen las sombras, el mar chapotea. Las agujas del reloj siguen su tic tac. Aceleras el paso antes que el primer rayo de sol te atrape. En casa el espejo te responde. Las energías se han ido. Ahora tienes frío. Te metes en la capa, te arropas y duermes. Miras de reojo el despertador. Te tienta pararlo, lo coges y aprietas las manillas, pero no te atreves, buscas la rueda del despertados. Las seis es tu hora.Suena el despertador. Hace frío.

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