Salió a correr por el campo. No conocía el lugar. No conocía
las nubes de lluvia o las que indicaban viento. Hacía calor. Picaba. En su
campo de entrenamiento ese calor anticipaba tormenta. Cuando llevaba apenas
media hora, a la vez que empezaba a sudar, aparecieron las primeras nubes en la
periferia montañosa del llano. Iba a llover. Inútil regresar. Había diseñado un
trayecto circular con Google Earth, según las referencias orográficas estaba
justo a mitad de camino.
En cinco minutos el sol de la tarde se llenó de blanco panza
de burra, algodón hacia el sol y al fin gris plomo. Un rayo , un trueno y se
desencadenaría la tempestad. Olía humedad. Los pájaros se habían callado. La
naturaleza permanecía agazapada. No era una buena idea seguir en movimiento cuando
la tormenta comenzase a descargar. Sólo había algunos árboles y achaparrados. Los
picachos estaban alejados del camino más de su altura, no estaba protegida de
los rayos.
Un chasquido el cielo se quebró. Un fogonazo cruzó de un
lado a otro del valle. Se sobresaltó. No había casas cerca. Siguió corriendo
mirando a ambos lados. A la izquierda en
un otero la nube lanzaba oleadas de lluvia que en unos segundos lo absorbieron.
El viento acercaba la zona de lluvia. No le apetecía tirarse al suelo para protegerse
de los rayos. No podía regresar. El siguiente rayo incendió un ciprés que había
a la entrada de una finca. Casi sintió la onda expansiva. Comenzaban a caer
gruesos goterones. El viento arreciaba. a unos cuatrocientos metros hacia el
sur en un escarpe se veía un abrigo en la caliza. Esos abrigos según le habían
dicho eran ricos en pinturas rupestres. Si sirvieron para un hombre primitivo, servirían
para ella. Corrió. Cuando llegó estaba calada. En la boca de la cueva poco
profunda vio desaparecer el vale en una cortina tupida de gotas. Un nuevo rayo.
El chasquido seco y el trueno resonando entre las rocas.
“Hola Adela” Miró hacia atrás. La voz gutural salía de un
nicho de la cueva. ¿Quién podía conocer su nombre?. Se le pasó por la cabeza
echar a correr, pero la tormenta acababa de empezar. “Te esperaba” “¿Quién
eres?” “A veces vivo aquí. Desde hace mucho tiempo” Avanzó y vio pinturas
rupestres en la pared y en el techo.”¿Cómo sabes mi nombre? Eres muy mayor
¿cómo has llegado aquí?” “Preguntas mucho” “¿Eres del pueblo?” “Del pueblo y
del campo y del aire.” “Has dicho que me esperabas” “ Sí” “¿Por qué?” “Porque
venías” “Quieres algo de mí” Un nuevo trueno la hizo mirar al exterior. Al
volver la cabeza, la anciana estaba en la esquina opuesta de la cueva. Con el
reflejo de un nuevo rayo vio su atuendo de anciana, pero no su rostro. Su
cabeza estaba cubierta por un pañuelo gris y miraba hacia abajo. “Puedo
mostrarte un hecho de tu futuro. Pero sólo uno” “¿Por qué?” “Preguntas mucho.
Sólo tienes una pregunta y yo te mostraré la respuesta?” El futuro. Quien no se
pregunta por el futuro. Pero una cosa es preguntarse y otras es saberlo. El día
de tu muerte. Si tu compañero será definitivo. Si tendrás hijos. Tu salud.
Dinero. Un número de lotería. Te angustias. Conocer el futuro con certeza.¿ Y
después? Interpretar tu vida como una obra de teatro de la cual conoces el
final o algún acto. “¿Tengo alternativa?” “No”. Un nuevo rayo y un trueno que
hizo retumbar las paredes.
“¿Cuando dejará de llover?” La tarde se abrió un rayo de luz
entró en la cueva y la anciana ya no estaba.
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