Ayer salí de casa con mucho sueño. Trabajo mucho. Por la
mañana y por la tarde. Tengo la sensación de que la vida se me pasa muy
deprisa. Me gusta hacer muchas cosas. Leo. Escribo. Corro para prepararme para
una maratón en Abril. Además es primavera y la primavera nos pone raros. O a mí
me pone raro. Vamos, un día normal.
En el garaje me senté en el coche, miré el retrovisor para
sacarlo del parking y me gusté. Me vi como siempre pero me encontré atractivo.
Lo digo como lo sentí. Moreno. Pelo negro y ojos claros. Un ejemplar
mediterráneo perfecto si fuese algo más alto. Muchos de mis amigos y amigas son
ejemplares mediterráneos bellísimos. No entendía como no me había dado cuenta
antes de que si los hombres y mujeres meditérraneos europeos de Italia a
Andalucía no existiesen el género humano quedaría cojo. La cultura del mundo
quedaría en nada. Era muy afortunado de pertenecer a ese grupo.
Ya en la calle tengo que rodear el pueblo para coger el camino
que me lleva a mi tabajo. Me crucé a diez personas: ecuatorianos, bolivianos,
magrebíes y un chino. Me enfadé muchísimo esos cuerpos podía llegar a mezclar
su sangre con hijos del pueblo. Qué horror. Cuando tomé la última rotonda, un
chico de unos quince años iba camino del instituto. Sus andares lo delataban:
Mariconazo. Estuve a punto de gritarle por la ventanilla pero me contuve.
Me picaba mucho debajo de la nariz. En la consulta, con mi
residente el Dr Antón, me di cuenta de que no me había afeitado el bigote. Yo
creía que sí, pero el tacto no engañaba. Me acerqué al baño y me había dejado una bandita de pelillos
debajo de la nariz. Me gustaba a mi mismo. El bigote podía ser un accidente
afortunado, pero mi pelo parecía demasiado encrespado, quizás un poco negroide. ¡Qué horror! Me ausenté de
la consulta y en la librería de la entrada del hospital donde venden de todo
compré una gomina y me hice una raya pronunciada en el lado derecho con el pelo
bien liso. Me encantaba. Muy bien. Debía evitar sonreír, y si lo hacía con un
rostro de tristeza. Me puse una bata nueva perfectamente plisada. Uniformidad,
Imprescindible.
Haberme dejado el bigote podía ser una señal de demencia, sí,
pero me quedaba muy bien. Un destino afortunado
La consulta terminó. En el ordenador entré en youtube.
Comencé a escuchar con deleite La Cabalgata de las Valkirias sobre las imágenes
de Apocalipse Now donde masacraban a los amarillos desde los helicópteros.
Wagner ¡qué maravilla!. Se me erizaban los pelillos de los brazos.
Cuando bien entrada la tarde llegué a casa con mi raya a la
derecha , el pelo engominado, y el bigote que había crecido a la velocidad que
lo hubiese hecho en una semana, comencé
a hacer gimnasia, para estilizar el legado de mi cuerpo.
Poco después llegó
mi hija.“Papá vas hecho un asco con todo el pelo engominado y esa
mierda de bigote”
Mi hijo de 16 años me saludó con la mano alzada y después se
carcajeó.
Me miré a le espejo y vi un asco de persona. Un pequeño
Hitler. Pasé al baño me afeité insistiendo en el bigote. Me duché un buen rato.
El bigote no ha vuelto a crecer. Estoy contento. Con un
afeitado bien apurado puedo haber evitado una nueva guerra mundial.
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