“Papi dame un euro para una bola” “¡No hay euros! Y Si
sigues molestando nos vamos a casa” “Por fi dame un euro” “Se lo voy a decir a
mamá. Cuando venga del almacén te va a dar pal pelo. Corre a jugar al
columpio que me enfado” El niño de unos cuatro años se da la vuelta . Su rabia
lleva el labio inferior casi hasta la nariz donde los mocos recogen algunas
lágrimas esbozadas. Se da la vuelta y en cuanto se distancia tres metros comienza
a jugar con los otros niños.
El niño viste con el descuido de los cuidados sobrevenidos
de un padre sin empleo. Su padre está en el banco sentado al sol jugueteando
con el móvil y mirando de vez en cuando a
su hijo.
“Mira papi tengo la bolita” El niño sonríe. El padre le coge
el brazo desde el que el niño le muestra la bola. El niño se queja. “¿Quién te
ha dado eso?” “Me haces buba. Me la ha comprado aquella señora” Señala a una
mujer de mediana edad que con otras toma el aperitivo en una terraza del mismo
parque. El hombre se dirige hacia allí. Arrastra a su hijo con la mano
izquierda y sustenta la bola en la derecha.
“Señora ¿le ha comprado esto a mi hijo?” “Sí. Es compañero
de mi sobrino…” “ No se meta en la educación de mi hijo” “Disculpe pero no era
esa mi intención” “No necesitamos limosnas” Deja la bola en la mesa y regresa
al banco. Duda y se acerca a otro banco más alejado. El niño llora. El padre lo
zarandea y lo sienta a su lado. Estás castigado se lee en sus labios.
Se acerca otro hombre al nuevo banco donde están el padre y
el hijo. Habla de modo estruendoso . “ Te invito a un tercio” El padre del niño
acepta. Le da al niño en el hombro y le señala el parque. Le señala también el
bar de la otra esquina donde va a estar y le dice que no se mueva.
Cuando el padre entra en el bar. La mujer llama al niño y le
vuelve a dar la bola.
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