Camino de El Morro, a la derecha frente al mar hay un cementerio blanco. Choca ver un cementerio, un lugar de tierra, sobre el mar. Aunque iba sudando, cansado en ropa de deporte bajé a curiosear.
A las 7 de la mañana, había personas entre las lápidas
acompañando a sus familiares. Estaba cansado, intenté silenciar mi respiración
para no turbar el duelo de los vivos y el reposo de los muertos. En una
esquina, a la sombra de la tapia que
daba al mar, una negra zahína hacía gestos de hablar o rezar. Me acerqué. A mi
alrededor aparecían lápidas abiertas parcialmente. Pensé que sería algo
relacionado con el vudú que se practicaba en algunos lugares del Caribe.
“Señol lleve cuidado o se va a cael”. Me habló la mujer
cuando estuve a punto de tropezar en un lápida “¿Por qué dejan las lápidas
abiertas?” “ Eh una historia muy lalga” “No tengo prisa” “Yo sí pelo si quiere
se la voy a contal” Me senté en la misma lápida donde estuve a punto de
tropezar.”Hase muchos años. Cuando los españoles todavía eran los amos. Los
marineros del pueblo salieron al mar. Era un día de Setiembre. El día era muy
bueno. Zarparon antes que el sol saliera y no regresaron más” “¿Qué pasó?” “Una
tormenta enorme, unhuracán inesperado se llevó a barcos y tripulantes al fondo
del mar. ¿Ha oído hablar del mar fosforescente?” “Sí me habría gustado hacer
esa excursión, dicen que es el plancton quien produce ese fenómeno” “ Eso dicen
los europeos, pero nosotros sabemos que son los marineros muertos en el mar que
esperan que un nuevo huracán los devuelva a tierra” Me dejó con ganas de hacer
la excusión nocturna en kayak “Pero las tumbas abiertas” “Una criolla recien casada despidió esa
mañana a su marido español en un buque con destino a España. El barco también
naufragó. Muchos restos del naufragio aparecieron en las costas, pero
tripulantes ninguno. Los meses siguientes, la luz del mar aumentó. Algunos
cuentan que al navegar sobre esos fondos iluminados se oyen quejidos. La
criollita acudió a la playa y encontró un baulito con el diario de su
enamorado. Leyó palabras muy tiernas. No se pudo enterrar a muertos que no
aparecieron, pero las familias, deseosas de acudir a llorar a sus muertos,
fueron poniendo lápidas y cruces para recordarlos. La criollita también preparó
una fosa pero se negó a cerrarla y dejó la lápida afirmada en un lateral. Cada
día acudía al cementerio sin lágrimas. Estaba demacrada y flaca. Su mamá se fue
a vivir con ella pero no consiguió aliviar su tristeza. En noviembre la
muchachita era una sombra ojerosa. Los niños se callaban a su paso. Todos estaban
convencidos de que acabaría por ocupar la fosa que había dejado abierta”
Sudaba, movía la lengua pastosa. Le ofrecí mi bebida isotónica que aceptó.
“Y pasó setiembre y octubre en un pueblo sin hombres. A
mediados de noviembre amaneció otro día radiante, pero alguien se dio cuenta de
que las ranitas coquí no cantaban como el día del gran huracán. Los pocos
barcos que quedaban no salieron. La criollita estaba muy nerviosa. Su mamá veía
desparecer sus últimos restos de cordura si antes no perdía la vida. A
medianoche comenzó el viento. La criollita escapó de la vigilancia de su mamá y
subió la cuesta desde la catedral y después bajó al cementerio. Casi no se
podía mover con el viento. Entró en el cementerio se sentó junto a la tumba
vacía. Cuando el huracán llegó a su máximo, cuando el silbido rompía los
tímpanos y la lluvia caída dolía. Una sombra saltó la tapia del cementerio. La
criollita lo miró. Me da otro poquito de esa bebida” “Tómela toda”
“La mañana siguiente, la mamá de la niñita se dio cuenta de
la desaparición de su hija. Nadie la había visto. Pensaron en un suicidio. Buscaron
en todos los acantilados de alrededor del morro, pero con una aire tan intenso,
el cadáver habría pasado a iluminar los fondos. Alguien entró al cementerio. No
había nadie, pero la lápida que la criollita había querido dejar abierta estaba
tapada. Olía muy mal alrededor. Pidieron permiso a la mamá, al párroco y al gobernador para abrirla. Nadie se
opuso, el olor era insufrible. En el fondo encontraron a la criollita tendida
más bonita que en ninguno de los últimos meses, con la cabeza reclinada sobre
el hombro de un cadáver sin ojos de vientre hinchado, pero con un anillo de
casado igual que el de la criollita. Desde entonces, todas las familias que
tienen desaparecidos en el mar dejan las lápidas abiertas por si deciden
regresar desde el mar fosforescente” “Gracias señora” “ Gracias a usted por su
refresco”
En el hotel me crucé con uno de mis compañeros. “ Antonio
esta noche vamos a navegar con kayak por el mar fosforescente” “Creo que me
quedaré aquí”. Las ranas coquí silbaban
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