En el aeropuerto de Barajas,
cuando desde el finger vio el avión,
le pareció imposible que algo enorme pudiera elevarse del suelo. Lo saludaron
cuando entró con una pequeña reverencia y lo encaminaron hacia su asiento, el
14 ventana.
“¿Me permite?” “Disculpe”. Estaba
ocupando el asiento de otra viajera. Una mujer de unos treinta años de pelo
lacio o planchado y un pecho demasiado firme para su edad. Masticaba chicle
como una batidora, se apretaba las manos, las retorcía, se raspaba los dedos y cada
poco se secaba el sudor en la tela de la pernera de sus vaqueros. Se dio cuenta
de que él la miraba. “Me aterra volar. No se moleste” “Es mi primera vez” “Mi
primera vez tampoco tuve miedo, pero fue un viaje con turbulencias y un
aterrizaje abortado”.
El avión empezó el rodaje. Se
detuvo en la cabecera de la pista. Los motores rugieron “Señores abróchense los
cinturones”
La mujer afirmó el dorso al
respaldo del asiento. Él miró por la
ventanilla con cosquillas en el estómago. El morro del aparato se inclinó. Ella
le cogió la mano con fuerza. Húmeda y fría., como las manos de su abuela cuando
murió. Le apretaba. Le clavaba las uñas mientras apoyaba la cabeza, se mordía
los labios, el sudor brotaba de su frente y había empapado sus axilas. La mano atrapada
le escocía. Las uñas se habían clavado, y sin embargo sentía la emoción del
contacto de aquella piel casi muerta. La mujer le agarró el brazo con la otra
mano. Él temió decepcionarla por su debilidad. La vio con los ojos cerrados en
una tensión de parturienta y le pareció mucho más bella que cuando había
llegado.
El vuelo se estabilizó. Se encendió
la luz que permitía soltar los cinturones. Su mano y su brazo quedaron libres.
La sintió respirar hondo antes de levantarse con dirección al baño.
Se dirigían a un aeropuerto sin escalas. Podía
ser el destino en que les había puesto juntos, o la casualidad. Una oportunidad
para un hombre tímido.
Ella se volvió a su asiento. Ni
rastro de su agonía. Comenzó en descenso. Él aproximó su tronco ligeramente
para acercar su brazo. Buscó un roce de su mano. Intentó palabras que tantearan
una cita. Nada.
El aterrizaje fue suave. Aplausos
se supone que al piloto o a la fortuna. La mujer se levantó deprisa. Cogió su
maleta y abandonó la primera el avión.
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