martes, 27 de junio de 2017

La colilla

"Hombre Gabriel. Puedes creer que es la primera vez que te veo en la calle sin un cigarrillo en la boca" "Déjame en paz Paula " "Has dejado hace poco. Bueno ten en cuenta que los  fumadores siempre lo van a ser. Cuando terminan de comer o cuando salen a dar una vuelta. Esa caladica siempre la recuerdan con ansia" "Y yo" "Pues ánimo. Estás haciendo lo que debes" "Es que yo no quiero dejar de fumar. Lo entiendes. No quiero dejar de fumar" "Oye tranquilo. Haz lo que te de la gana, pero si no estás fumando será por algún motivo" "Porque no puedo" "Por salud" "No puedo fumar. Me oyes. No .. puedo..fumar...pero  quiero con toda  mi alma hacerlo" "Pues fuma.  Haz lo que te de la gana. Y si no lloras.Yo sólo quería animarte. Vaya un humor. " .

Cuando el estrés llegaba a agobiarlo. Bajaba por los pasillos de la Arrixaca, por escaleras de incendios y pasadizos hasta lugares ocultos, discretos donde poder dar una calada sin llamar la atención.La pendiente de farmacia era uno de esos lugares. Sorbió el humo del cigarrillo. Sintió el cosquilleo del humo cálido en el paladar. Lo dejó reposar un par de segundos mientras la nicotina se absorbía por las mucosas y aceleraba un par de latidos su frecuencia cardica. Y lo exhaló por la nariz y por la boca. Cerraba los ojos y sonreía. Hasta la siguiente calada. Profunda. Muy profunda. Cerró los ojos. Al abrilos miró el finger que une el pabellón general con el maternal, provisional desde hace veinte años. De una cristalera a otra pasaba una mujer bajita con un pañuelo en el pelo. Quizás una monja o una magrebí. La mujer lo miró. Levantó la mano recriminándolo. De forma automática él levantó la mano para mandarla a tomar viento sin mala intención. La señora lo vió ,se volvió y movió sus labios con mucha rapidez y extendió ambas manos como si fuese a lanzarle algo. Tuvo la sensación de un viento ardiente que le golpeó la cara. Una milésima de segundo. Me ha cortado el rollo pensó. Cogió la colilla entre los dedos y la lanzó al suelo. Levantó el pie para pisarla pero la colilla no estaba. Miró alrededor. No hacía viento. Hacía mucho calor. No quería provocar un incendio. A su espalda en dirección a la sombra de la escalera de incendios, la colilla se movía. ¿Se movía?. Sin duda se diría que reptaba. Se agachó y sí, reptaba hacia la sombra. Lo atrapó y un gusanito con culito marrón donde estaba el filtro, un trocito blanco y unos ojos y una boca negra donde estaba la ceniza se retorció entre sus dedos. Lo volvió a dejar en el suelo. Mimetismo. La colilla ha desaparecido con el viento, y al gusanito le ha parecido bien tomar sus colores sin saber que se arriesgaba a una pisada de mis noventa y cinco kilos. Regresó a su trabajo.

A última hora se encontró con Ast, por si le acompañaba a echar un filter antes de ir a casa. Lo convenció y se sentaron a la sombra en un rincón de la terraza del Bernal. Un quinto y un tinto de verano. Sacó el paquete de tabaco. Se puso el cigarrillo en la boca. Lo encendió. Y al instante hizo un gesto de asco y lo tiró al suelo. Ast le preguntó qué le pasaba y Gabriel le señaló un gusanito blanco con culo marrón y ojos negros que reptaba buscando la sombra. Ast le dijo que era un gusano, que si le daban miedo. Gabriel asintió con sarcasmo.Cogió otro cigarro. Lo encendió sin ponerselo en los labios y el cigarro se retorció entre sus dedos. Ast observó incrédulo. Mientras Gabriel, ya sin estrés iba transformando uno a uno los cigarrillos en gusanos. Gabriel le dijo a Ast que parecía un fenómeno de su mundo. Ast asintió.

Gabriel compró otro paquete. Los encedió uno a uno y llenó su terraza de gusanos. Desistió de fumar cigarrillos. En el estanco compró un par de cohibas. Encedió uno. Con la primera calada quedó flaccido. Lo echó al suelo y observó una enorme y babosa oloturia que se retorcía en un ambiente que la desecaba. No intentó encender los otros. Compró tabaco de liar. Los gusanos eran más feos pero gusanos. Compró tabaco de pipa. Y al encender, un enjambre de mosquitos le rodeó la cabeza. No lo intentó más. Como el rey Midas convertía en oro lo que tocaba, él transformaba en anélidos, insectos o invertebrados el tabaco que fumara. Y así fue como le encontró su amiga y compañera Paula.

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