“¿A ti te pasa que al tocarte un granito de la espalda notas
algo en otra parte del cuerpo?” La miro raro “No me había dado cuenta” “No me
ocurre sólo a mí. Lo he comentado con
otras amigas y también les pasa” Se lleva la mano a la espalda. Hurga y
pellizca.Ves. He notado como una rampa en el pie. Me llevo la mano a la
espalda. Hay un folículo inflamado. Lo pellizco y solo aprecio dolor en la
zona. “ Yo no noto nada” “ Son unos granos en particular. Más duritos.” Sonrío.
“No me crees. A mí me gusta. Tú te lo pierdes”. “Quizás ocurre como en la
acupuntura, hay zonas que interfieren con la inervación de otras, en las astas
posteriores de la médula espinal” “No lo
sé pero a mí me gusta”.
Cuando ella no me ve me busco en la espalda alguno de esos
granos, sin éxito. Por la noche, es verano, mientras mi compañera duerme miro su
espalda. Debajo de uno de los tirantes de su camiseta hay un lunar oscuro,
grafito, y muy redondeado. Quizás son
esos los puntos de que hablaba Carmen. Me acerco. Lo rozo. Lo pellizco. La
pierna derecha lanza una patada. Gruñe pero dormida. Es curioso. Vuelvo a tocar
esta vez con un pequeño giro a la derecha y la pierna se mueve, pero ahora
hacia atrás y me golpea con el talón en la espinilla. Me conduelo pero en
silencio para no despertarla. La luz de luna que entra por la ventana me
muestra otro punto brillante en la base del cuello. Lo aprieto y el brazo
derecho se mueve. Hacia la izquierda. No lo suelto y el brazo permanece en
alto. Lo giro y el codo se dispara hacia atrás. Lo esquivo. Hay al menos diez
puntos de ese tipo una vez sabes buscarlos. Uno a uno ensayo los movimientos
que producen. Manejando a la vez dos de ellos e introduciendo giros o
pulsaciones, los movimientos son cada vez más complejos. Es divertido manipular
así a alguien mientras duerme. Con la destreza que da la práctica podría lograr
cualquier cosa sin sacarla del sueño. Veo un número infinito de posibilidades a
mi hallazgo, incluso algunas terapéuticas.
Sigo manipulando granitos, y en un momento dado, se pone
rígida, las manos cruzadas hacia arriba y dejo de escuchar su respiración. Acerco la oreja a su pecho. Su corazón no
late. Espero unos segundos y sigue sin respirar y sin latir. La he matado con
mi manipulación. Comienzo la reanimación, cinco masajes y boca a boca. Su pecho
se insufla pero sigue sin latir. Recuerdo la melodía de los Bee Gees , sin
éxito. Estoy muy asustado. Maldigo los granitos. La giro. Comienzo a pulsarlos todos
en distinto orden. Pulso, toco acaricio, retuerzo, pellizco, froto. Un
resuello. He escuchado un resuello. Su tórax se ha insuflado. Exhala. Inspira.
Pongo la oreja y capto el latido. Respira. Late y duerme. Respiro yo también y
me duermo jurándome no revelar a nadie mi descubrimiento del cuadro de mandos
humano que todos tenemos en la espalda..