martes, 13 de noviembre de 2018

LA NAVE

"¿Y yo?" "¿Quien habla?""Yo.¿Me hacéis un hueco?" "No cabes. Todo completo" "Otras veces hemos ido seis" "Eso no es legal" "Tampoco antes lo era" "Completo. Debes esperar" "Me dejáis aquí" "Puedes decirlo así. Adiós" Y se queda en la acera del Mc Donald donde siempre tenía las citas para salir. Hoy lejos. Tocaba coche. Diecisiete años. Joven. Mayor. Con la frontera inminente de los dieciocho justo delante de sus narices. Y ahora la han dejado. Peor que cuando un portero de discoteca no se cree la copia de carnet que has falsificado. El restaurante lleno. Muchos conocidos. Mira de reojo si alguien la mira. Ya hace frío. Se sube el cuello del abrigo. Repliega el cuello hacia el tórax. Si fuera extrovertida entraría como si nada y hablaría con el primero que la conociese. O haría nuevos y mejores amigos. Aprovecharía la decepción como una oportunidad. Pero ella no era así. Nuca entraría a buscar en desconocidos el consuelo al desconsuelo causado por amigas. A la primera palabra se echaría a llorar. Y llorar delante de desconocidos es ridículo. La peor tarjeta de presentación. No debería saberse que la habían dejado sola abandonada en la acera de una noche húmeda. Comenzó  a caminar por la calle más oscura. En diez metros habría desaparecido de cualquiera que pudiera dañarla. Un taxi para regresar, demasiado caro. Llamar a casa. Reconocer el fracaso , su falta de popularidad delante de su madre: peor aún que entrar y hablar con cada uno de los desconocidos del Mac Donald y echarse a llorar uno a uno en su hombro. Caminó. Ya estaba empapada de todos modos. El viento a ráfagas la dejaba aterida. La calle oscura calculaba que llevaba la dirección contraria a su casa. Unos metros más adelante un coche subido a la acera. Una figura enjuta pateaba los neumáticos. Se detuvo. La oscuridad. Una muchacha de dieciesiete años sola por una carretera mal iluminada, por decir algo, era una temeridad. Cualquier encuentro, con un mínimo sentido común debía manejarse con cautela. Escondió contra su cintura el bolso de mano. Miró atrás.Aun estaba más oscuro que hacia delante. Miro adelante, la figura iracunda contra el vehículo detenido. Por qué temer.  Miró el suelo, había un trozo de barra de acero de las que usan los encofradores. La cogió firme con la mano que le dejaba el bolso. Y avanzó. Dio varios pasos cortos como los reclutas que pierden el paso hasta que recuperó la firmeza de la marcha. Un Citroen Dian seis, una reliquia, un cascarón de hojalata con un pequeño motor. Un chico de su edad mal afeitado se asustó al verla llegar con la barra. Se dio media vuelta y echó a correr dejando el vehículo."No corras. No corras. ¿Adonde vas?. Mira tiro la barra" "El hierro tintineó hasta que empezó a rodar cuesta abajo. El chico se detuvo y miró atrás. Respiraba afanosamente. Cuando regresó se puso rojo. "¿VAs por ahí asustando a la gente con una barra de hierro?Qué clase de loca eres" "Lo siento. Es una calle muy oscura. Gritabas y golpeabas tu coche. ¿Qué querías que pensara?" "Sí está oscuro. Y hace frío. He pinchado una rueda y no tengo la menor idea de como cambiarla" "Es sencillo. ¿Has puesto el freno?" "sí. Veamos las herramientas. Mira" "Se te da bien" "Pero ayúdame, me voy a poner perdida. Ya voy mojada pero no quiero ensuciarme" "Lo siento" "Ya está. Tu rueda" "Gracias. Bueno me marcho" "Te ayudo y me vas a dejar aquí" "Llego tarde a la fiesta en los soportales de la plaza" "Ahí iba yo" "¿Ibas?" "Mis amigas me han dejado tirada. Y no voy a llorar" "No se lo contaría a  nadie. ¿Quieres venir conmigo?" "Tengo pocas opciones" "Vaya" "Era broma. Creo que se me ha enderezado el plan" "En la guantera hay toallitas" "Y condones" Extiende la mano y da un portazo. "Ja ja ja" "Ja ja ja"

No hay comentarios: