viernes, 14 de septiembre de 2018

CASTILLOS DE ARENA

Había casi un millar de personas concentradas en la playa. Alguien se quejó y los guardias tuvieron que pedir que los curiosos se dispersasen. En sucesivas caps de cebolla los guardias se abrieron paso. Nadie tení la intención de perder un detalle del espectáculo. A cada capa uno de los guardias debía volverse proque la multitud se cerraba a sus espaldas. El murmullo creció. El guardia, rodeado cogió su micrófono y pidió refuerzos para que la situacion no se le fuese de las  manos. No tardaron. Tres furgonetas y dos motos con sus luces parapadeantes. Uan docena de guardias formaron y a aprtir de ese moento con protestas, una buena parte de la multitud se dispersó. Sólo las dos primeras filas permanecían embelesados contemplando al muchacho de once o doce años tan aplicado en su trabajo. Los guardias que llegaron por fin a la primera fila, cruzaron los brazos, formaron a su vez una primera fila observando cada detalle del castillo que el chico hacía sobre la arena. Las personas ahora quizás dos mil, rodearon a los policías, se subieron a las farolas y a los poyetes del malecón, se había corrido la voz del niño prepúber todavía que jacía castillos en la arena cada día distintos pero precisos hasta el detalle más intimo. siempre costruía en el punto de la playa que alcanzba la marea a esa hora de la tarde. Terminaba de construir y los espectadores se aprtaban del aldo del aorilla para no empaparse con las horas. Y siempre el trabajo minucioso de horas era destruido con el golpeteo de dos o tres olas. El niño se daba la vuelta con las manos en los bolsillos y se marchaba. La gente se quedaba triste. Inmóvil y se dispersaban, seguros de que al día siguiente volverían a ver aquel prodigio efímero. Esta vez algo cambió. El nuevo jefe de policía había querido ir personalmente a comprobar la situación. Esperó en silencio con sus hombres a que el niño terminase su obra. Asistió a la colocación del último blasón. Fjó la mirada en el niño cuando se levantó y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando las olas destruyeron la obra. Cuando todo el mundo se dispersó , corrió detrás del niño le echó la mano al hombro de forma brusca, pro la inercia de su profesión, pero cuando el niñoñ lo miró con un gesto ligero de dolor aflojó la tenaza de sus dedos y le pidio unas disculpas que casi no salieron de sus labios. Bajó los ojos. Deslizó la mano al brazo, deshaciendo la presión a cais un roce. Le felicitó por lo hermoso de los castillos de rena que cada día regalaba al mar. Cada día más gente venía a admirarlos. Era una peña que no durasen terminados más que unos segundos. Si quería, podía hacer una gestión con el alcalde para que hiciese sus castillos en un lugar más seguro de la playa donde las obras pudiesen ser observadas más tiempo. El niño encogió los hombros. Se dio la vuelta y se marchó. Esa misma tarde el jefe de policía habló con el alcalde que ya había escuchado hablar maravillas del pequeño escultor en arena de playa. El alcalde le dijo que ya se ocupaba. Un par de llamadas y todo estaría organizado. Con seguridad y para lucimiento del muchacho y la ciudad. El niño llegó a la playa. Solo le esperaban unas pocas personas y dos guardias. Le daba igual Se agachó y empezó a acariciar la arena. Los guardias le dijeron qu eno lo flanquearon y lo acompañaron playa adentro. En la zona más ancha de la playa habían instalado una plaza de tóroz portatil. cuando divisaron que el pequeño artista llegaba, los asistentes prorrumpieron en aplausos. El niño entró por una puerta pequeña. Paso debajo de los andamios. Se quiso esconder pero lo llevron a la puerta grande pro donde slaió. En el ruefo junto a la arena un camión de bomberos humedecía la arena para que tuvera la textura que le permitiese trabajar. Dsde el borde de la puerta miró atrás. los guardias le bloqueaban la salida. En el palco el alcalde y los concejales. aplauso. Cabisbajo. Se agachó. Tocó la arena En lapalza se hizo el silencio. Seguía cabizbajo. Cogió un puñado de arena húmeda, la apretó y se le deslizó entre los dedos. Se hizo de noche. Muchos se aburrieron. Algunos abuchearon. Otros jaleaban. El niño cabizbajo deshaciendo puñados de arena se quedó dormido. Quisieron llevarlo a su casa, pero nadie sabía donde vivía. Le prepararon un cobertizo debajo del camión mienta slosoperaros desarmaban la plaza. Por la mañana nadie había venido a reclamarlo. Abrieron la sábana del cobertizo y no estaba.

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