domingo, 7 de octubre de 2018

EL SELLO

"Es usted muy joven" "Sí, pero eso se cura con el tiempo. Acabo de terminar la residencia" "Tiene pinta de listo" "Gracias. No sé si soy muy listo, pero sí que soy muy trabajador" "El antiguo doctor, que en paz descanse también era infatigable" "Me han hablado muy bien" "El mejor médico de toda la provincia" "Tenía buena fama" "Nunca se equivocó" "Eso es muy difícil en un trayectoria tan larga como la que tuvo" "Mucho. Y ni un error. Los últimos años fuy yo su auxiliar en consulta y se lo garantizo" "Yo prefiero pasar sólo. Ya le indicaré como puede ayudarme más a mi, y más a los pacientes que estando conmigo" "Si le molesto..." "No me molesta" "El doctor dejó el recado antes de despedirse de que le entregara su sello" "Tengo el mío propio. Cada médico tenemos el nuestro. Aunque se trate de un médico joven como yo" "Sólo lo que le digo lo que me dijo su antecesor. Tome" "Démelo. LO tendré en la consulta aunque no lo use como un fetiche, a ver si me da tan buen resultado como el que le dio a él"

No podía entender cómo el médico fallecido podía atender consultas tan numerosas. Siempre terminaba a las tantas. Y no es que hubiese sido un médico poco diligente, cada uno de sus pacientes traía un informe preciso y unas instrucciones exhaustivas incluso en tiempos en que no había ordenadores. Le habría gustado criticar la desgana que el tiempo produce en algunos profesionales, pero no era así. Sólo sentía la vergüenza de verse arrastrado cada día por la marea de los pacientes. Pasaron las semanas, los meses y por mucho que trataba de organizar la consulta, las primeras, las revisiones, las preventivas o las vacunas, aquello no mejoraba, tenía que hacer informes cada vez más escuetos e instrucciones más esquemáticas. Un día, cuando terminó la consulta, rebuscó entre los cajones las llaves del coche. Juraría que las había dejado en el primero, pero rebuscó entre talonarios, tarjetas, recetas sin rellenas y manuales y no las encontró. Abrió el tercero que no solía usar y allí estaban. Al abrir el cajón, al fondo encontró, dentro de un sobre, el sello de su predecesor. Lo abrió. Tocó la madera del mango manchada de tinta azul. Cogió la almohadilla. Lo empapó e instintivamente estampó el sello en un trozo de papel reciclado. Cuando leyó le sorprendió que en lugar de salir el nombre y número de colegiado de su predecesor, se estampó el suyo propio. NO había ningún error. El otro sello estaba sobre la mesa. Volvió el sello que tenía en la mano, leyó los caracteres en relieve y leyó el nombre y numero de colegiado de su predecesor. Volvió a estampar y volvió a aparecer el suyo. Se asustó. Se consoló con la fatiga,  el estrés acumulado, si no mejoraba tendría que visitar al psiquiatra. Metió los dos sellos en el cajón y se marchó. Suspendió todas las actividades de la la tarde que iba a dedicar a descansar.

Por la mañana entró en la consulta. Abrió el cajón y no encontró su propio sello. Estaba seguro que lo había dejado. Miró el listado. Cincuenta citas. Ni un segundo que perder. Recordó la alucinación con el sello del médico fallecido del día anterior. Cogió su sello. Vio los datos del anterior, lo estampó y se estampaban sus propios datos. Comenzaron a entrar los pacientes. Escarmentado, ya en el primero escatimó las palabras en los informes. Aplicó el sello. y cuando lo levantó, el informe era un informe de dos caras perfectamente detallado, y el juicio clínico no coincidía con el que él había emitido. LO leyó y le pareció verosímil. Se lo entregó. LO mismo ocurrió con los cuatro pacientes siguientes. A partir del quinto dio un paso más, después de escuchar al paciente, cogía un folio en blanco estampaba el sello y el informe con diagnóstico y tratamiento aparecía. A la una había visto al último paciente. Justo en ese momento le avisaron de un fallecimiento de uno de sus parroquianos.

Llegó a la casa donde la familia lloraba. Un hombre de ochenta años yacía en la cama. Le mostraron sus antecedentes y no había órgano que no tuviese dañado. Confirmó la muerte y el funerario le trajo el parte de defunción que se antijaba sencillo. Parada cardiorespiratorioa. Infarto. Puso el sello y  se lo dio al funerario quien inmediatamente se lo devolvió con cara de disgusto. Leyó. Causa de muerte asesinato. CAusa antecedente pinchazo con punzón en el ventrículo derecho. Miró a los familiares que le miraron raro. Hizo un gesto al funerario y ambos salieron. Hizo las indicaciones a la pareja de guardias quienes llamaron al juez y al forense que confirmó el delito. Todos felicitaron al nuevo médico que estaba haciendo honor a su predecesor. Y así fue muchos años

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