jueves, 4 de octubre de 2018

Nido vacío

Media vuelta a la llave. Izquierda y derecha. El resto de llaves tintinean. Se apaga la luz de la escalera. La puerta se resiste . Debería haber cambiado el bombín hace semanas. Separa medio milímetro la llave. Gira y escucha el click. La puerta se abre. De la oscuridad pasa a la oscuridad. Cierra la puerta a su espalda. Palpa en la mesita a su derecha el cable que le conduce al interruptos. Deliza el interruptor. La luz parpadea y no se enciende. El fogonzao lo ha cegado. Desliza la mano hasta encontar la abertura de otra puerta mueve la mano. Esta vez sí el movimiento del interruptor conduce a  la iluminación de la sala. Oscuridad y silencio.  Le falta el aire. El pecho se constriñe y los pulmones parece que le van a asalir por la boca. Hormiguilla en las manos. Otra vez no. Respira. Lento. Repira lento. No le ocurrirá otra vez. Nunca más. Se lo prometió.Controla. Se levanta. Sale.Enciende todas las luces del pasillo. Recorre una a una las habitaciones vacías, desde la puerta. No quiere entrar. Se para en el vano de cada puerta. Cierra los ojos. Rememora imágenes en cada rincón. Imágenes lentas y blanco y negro. A veces entre secuencias detiene una imagen que le resulta grata. Recuerda cosas que había olvidado. Repasa los objetos que permenacen. Evoca objetos que ya no están. Las personas que los habitaban ya no están, o están muy de tarde en tarde. Cuando vienen ahora, ya no usan los objetos. Ni los contemplan ni los miman. Como en un hotel. Quizás de vez en cuando descubren algo que les despierta curiosidad, que les apetece tenerlo en los estantes de su sala de estar, oun juguete vitage que se ha puesto de moda. Y se lo lleban como quien se lleva las bandejas de los hoteles. Deja la chaqueta en el despacho, en el repaldo de la silla de teca. Se quita la camisa y los pantalones. Se pone una camiseta vieja de algodón y e pantalón de un chandal. Alrededor fotos de antiguos moradores. Sonrisas que se fueron. Libros desordenados. Lecturas obligatorias y lecturas libres. Apilados sin orden. Siempre quiso porner en orden aquella biblioteca. El orden. Tan necesario. El tiempo. Pasa demasiado deprisa para poder aplicar el orden. Te atropella. Te arrastra y te deja siempre  mirando atrás, ayer pudiste hacer. Y el presente pasa y el futuro también mientras mirabas el pasado. Y ahora has llegado aqué sin haber cambiado el bombín que lleva tanto tiempo estropeado a una casa vacía que ya abandonaron la mitad de sus habitantes. Tienes habre. Buscas alguna sobra apetitosa. Nada. un poco de pavo y dos rebandas de pan de molde. En un plato. Tienes sed. Dos sorbos. Un poco amargos. Tenías la boca seca por la respiración entrecortada de cuando has llegado. Muerdes. Una media luna se dibuja en la esquina. Masticas. El sabor amargo aumenta a cada mordida. Vuelve a beber agua para poder tragar. Silencio. El pan de molde tiene un tacto untuoso y frío. Escucha. El ruido de uno de los ascensores. Llega. Bebe agua. Toma el bocadillo. coge las llaves y la cartera y sale. El  ascensor en que ha subido sigue ahí. Lo abre y la uerta se cierra en el momento en que se abre la puerta del otro. Baja. Alguien sale del ascensor. Se dirige a la puerta que él ha cerrado. La cerradura falla como a él le ha falaldo. Entra como él ha entrado. Las luces se han quedado encendidas. Escucha nombrar su nombre en el pasillo cuando llega ala primera planta. Gritan sunombre en la escalera. Abre la puerta de la calle y sale. No sabe adonde va a ir, pero no sabe si va a volver.

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