sábado, 25 de abril de 2020

LA RADIO

"Ya"  CASA PADRES en la pantalla del móvil. Ocho de la mañana en un día más de confinamiento. Después de dos años de prórroga de la salida milagrosa del coma, después dos semanas de nuevo en coma el final ha llegado. Ayer estaba tranquilo. Respiraba fluidamente, pero con pausas que anticipaban el final.
Cuando llego no reacciona, la mano y un último estertor. Para la ebullición de su pecho. Silencio. Ya. Llamadas. Tiempo. Pensamiento arremolinados. Búsqueda. No hay respuestas pendientes. Fin. De fondo  la radio. El transistor en la cocina que solo escucha cuando está cocinando. Siempre habla salvo por la noche que lo lleva a la mesilla antes de conciliar el sueño. No se ha desfigurado. A veces la muerte te sorbe por dentro. Él no. Siempre fue fotogénico incluso ahora. Son tiempos raros. Ni siquiera debería estar aquí. Pero hay leyes por encima de las leyes de los hombres. Leyes eternas que algunos dicen que son  de Dios. Estamos todos los que podemos estar. Conversaciones por teléfono y el zumbido lejano ininteligible de la radio. La muerte es rara, pero ahora es rara incluso una muerte tan esperada. La muerte es solitaria, pero en estos tiempos es de una intimidad forzada. Vuelvo a tomar el pulso. No hay dudas. Hay que prepararlo.Una esponja de jabón. Un nuevo pañal y un traje oscuro. Aun falta mucho para el rígor. Camisa blanca y una corbata.  No hay negras. Le gustaban los estampados, los rojos y los granates. ¿Cual? Su favortia. El nudo está hecho. VEstido para el último tránsito. Carlos Herrera. En el cajón escritos. Unos ordenados de una caligrafía razonable y ampulosa. Otros los últimos sobre hojas arrancadas de un calendario. Reflexiones. De salud. O mejor de la falta de salud. La vida que se iba como se fue la vista y las fuerzas. A empujones. Listas de medicamentos que le sujetaban a la vida, con el bisé que confirmaba la toma. El sillón con el hueco de su cuerpo. Gorras. Archivadores. Un cuerpo muerto con un traje de chaqueta. Fin. Tuvo un entreacto, pero el telón ha bajado. No hay aplausos. Un silencio de respeto. No se esperaba lo que sí se esperaba. Limpio y elegante para el último viaje. Se avisa a la funeraria. Carlos Herrera da paso a la  publicidad. No tardan. Enfundados en trajes de protección. Papeles. Rúbricas. Una camilla. Un sudario. Puerta cerrada. Un bulto enfundado en un sudario en la posición de sentado para bajar por el ascensor. Abajo la caja. La caja se cierra para siempre. El coche fúnebre devora la caja. Por la tarde, o al día siguiente, será el entierro. Tres familiares. Subo de nuevo a casa. Sensación de vacío. Bloqueo emocional. Lágrimas escasas. Zumbido en el cerebro, rastrea el disco duro buscando imágenes para ilustrar el momento. Recuerdos. Uno de lo hilos que te depositó en el mundo se ha cortado. Tiempos raros. De fondo la radio. Carlos Herrera. Miles de Muertos. Uno más, una anécdota de una muerte colectiva.Vuelvo a la habitación donde nos miramos y no hacemos planes hasta saber cuando es el entierro. Al fondo la radio. Suena distinto. Me acerco a la cocina al pequeño transistor. Es la sintonía de Protagonistas y la voz de Luis del Olmo "Buenos días España en un programa especial de Protagonistas donde tenemos un invitado muy especial, un invitado que viene de paso. algunos de ustedes le conoceran, Francisco Sánches Peñaranda. De los mamacos de CAbezo de Torres. Buenos días Paco. cuentenos su experiencia"  Y le escuchamos hablar claro, con su voz de hacerse el interesante cuando alguien nuevo le escucha , y habla de una infancia idelalizada de juegos y bailes, de su familia, del hambre y de penurias pero sin queja. Un tropel de ideas a veces desordenadas que tantas veces habíamos oído. "Bueno Paco. En la radio el tiempo es limitado. Le tengo que cortar. Que tenga usted un buen viaje" Vuelvo a la habitación. Abro la ventana. Entra el sol. Por la tarde toma tierra junto a sus padres y al son de trompeta de su nieto. Descansa en paz. Seguimos el hilo.

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