martes, 21 de abril de 2020

COVI 19 POSITIVO

Cuando le llamaron de medicina del trabajo se acojonó. Un paciente que ingresó por una diarrea de repente empezó a ahogarse y acabó en la UCI. Neumonía bilateral. A él. No podía ser a otro u otra. Con la mala suerte que siempre ha tenido, se veía en la UCI intubado con sus compañeros estresados intentado salvarle la vida. ¡Cómo sería morir?. No quería ni pensarlo. Se notaba febril, la garganta le dolía y dos o tres veces había tenido que inhibir la tos para no delatarse. "Positivo" Así. Seco. Ni fiebre. Ni tos, ni fatiga alguna. Positivo y con PCR, nada de esos test de los veinte duros, "Positivo con PCR" El mundo se detuvo mientras la compañera de preventiva le hacía las recomendaciones a toda velocidad. No se enteró de nada. Bueno sí de que tenía que aislarse quince días, que debía llamar al centro de salud quienes le harían un seguimiento telefónico. Que tenía que llevar cuidado sobre todo a los siete u ocho días aunque no tuviese fiebre porque a veces se ponían muy malos. Qué consuelo. Le dio una mascarilla para no contaminar a nadie. Le dio unos guantes y le instó protegerese al toser. Le dijo que no tenia ganas de toser. Pero si le daban ganas, en la flexura del codo. Habría preferido quedarse ingresado. Pero no era posible. Sólo pacientes graves. Desolado salio del hospital por la puerta de atrás, miró a los lados. Tos no pero empezaba a tener náuseas. Cogió el coche. Le costó encontrar aparcamiento. Subió a casa. Con veinticinco años, pensar que estaba quizás subiendo por última vez las escaleras le angustiaba. No podía decírselo a nadie. No quería decírselo a nadie.No sabía si le merecía la pena vivir. Se echó en el sofá e intentado pensar en los últimos momentos de su vida se durmió. Tres horas. Casi medio día. Tenía que llamar al centro de salud. Estiró la mano a la mesita. Palpó el cristal y la agenda. El móvil. El ordenador, la tablet y el móvil los había dejado con los nervios en la taquilla del hospital. Aislado y sin internet. Menos mal que tenía la televisión. Tenía que llamar al centro de salud, pero no tenía móvil. No podía  ir al hospital, estaba aislado. Podría arreglarse con los vecinos si no fuese porque era todos muy ancianos. Pedirles ayuda sería casi un asesinato. La ventana. Una opción pero la única ventana daba a un callejón con un contenedor de basura cuyos enseres de madera se pudrían al ritmo de las estaciones. Al frigo. Una cerveza podría tranquilizarlo. Abrió . Blasfemó por no encontrar una cerveza. Ni cerveza ni nada. Un frigorífico vacío. Se volvió. La alhacena. dos latas pequeñsa de atún. Un paquete espagueti, tres bolsas de patatas fritas, dos latas de paté y un paquete de panecitos tostados. Poco para agunatar quince días. Tendría que ir al supermercado a comprar a pesar de su infección. Pero y si alguien le reconocía y le denunciaba podría perder su trabajo como sanitario, en una situación de epidemia, con el pánico instalado y las medidas de alarma. Tendría que arreglárselas. Racionando, si no tenía mucha fiebre podría llegar perdiendo algunos kilos. Si llegaba a una situación desesperada tendría que salir, pero en ese momento, tendría la excusa de la inanición, los jueces serían más benévolos. ¡Qué mierda! Solo, sólo acaba de empezar el confinamiento y ya está desesperado. Una bolsa de patatas. Tenía hambre, está nervioso, necesitaba saciarse de hidratos inútiles que quizás le serían necesarios en los últimos días de encierro. Se echó en el sofá . Desgarró la bolsa de las patatas y las fue tomando una a una al principio y después a montones . En minutos pulsaba con el índice que todavía sabía a gel hidroalcohólico los trozitos de patatas y sal del fondo. La tiró al suelo y se durmió. Tuvo la sensación de que  moría. Despertó con un sonido familiar. Era el timbre de su teléfono. Quizás lo había dejado en algún lugar del apartamento. Todo parecía tenere solución. El sonido venía de fuera. Miró en la cocina. Dejó de sonar. No. Volvió la melodía. Detrás de la puerta de entrada. Miró la mirilla y la vio sonreir y despedirse. Abrió la puerta. Sobre el felpudo estaba el móvil. Escuchó el repiqueteo agil de sus pasos en la escalera. en la pantalla dos llamadas perdidas

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