lunes, 6 de abril de 2020

La limpiadora

Agotada. Un  trabajo tranquilo. Pero las últimas semanas todo ha estallado. El mundo hierve. Cuando llega a la habitación de hotel que desde hace una semanaes su casa. Se sienta en la butaca, pone las piernas en alto en la mesita. Cierra los ojos antes de ir a la ducha y revive las imagenes del día. Diapositiva tras diapositiva. Rictus. Sufrimiento. Fatiga. Lágrimas de impotencia. Soledad. Impotencia. Y al final el final. Una bolsa blanca perfumada quehuele a malva. Otro cadáver que se acumulará a la espera del crmatorio. Una llamada fría demasiado esperada al otro lado de la línea. Prisa para la desinfección del cuarto. Urgencias está lleno. El respirador a hacer falta enseguida. Esos aparatos que bobmbean aire no tienen reposo. Lejía en el seulo,desinfectnte de superficies. Apenas con tiempo antes que llegue el siguiente sorbiendo aire.Cierra los ojos. Las imágenes. Abre los ojos. Va a frotarse los ojos con las manos, pero recuerda. Se coge las maos entres sí. Se levanta y se lava las manos en el lavabo 40 segundos. Se echa agua a la cara y ahora sí se frota los ojos. Tiene sueño. Se desnuda y se me te a la duña. Deja el agua caliente caer pos su cuerpo. De nuevo las imágenes, pero ahora otras imágens del pasado. Momentos felcies que le sacan una sonrisa. Se lía el pelo con una toalla. Otra toalla anudad en el pecho. Es todaví ahora. Llama a su hija que está con su padre. Aun no duerme. La escuacha blabucir porque aun no habla. Espera que no diga su primera plabra en su ausencia.Duerme. A las siete el despertados. Están doblando turnos.
Hoy toca planta. No le gusta la planta. Personas con demencia senil condenadas a la muerte por el virus y la saturación. Primera habitación. Se ajusta los guantes. Mira la bata verde que sigue bien ajustada. Las calzas en los pies. Respira es una nueva jornada. Tiene que intentar que no le afecte. Una anciana. En la cama junto a la ventana. La mira. Los carrillos hundidos. Se sujeta la mascarilla al rostro, le ayuda pero necesita más aire. Su tórax se agita. Abre los labios como los peces para deglutir más aire. Una bundancia de aire que no llega a sus pulmones. A través de la mascarilla intenta hablarle. Se acerca . Le habla pero con vox muy débil No debe. Pero se acerca. Le está hablando, que quiere hablar con su hija. Le está pidiendo que llame a su hija. Que se está muriendo. Quiere decirle que la quiere, que no ha sido mejor madre porque no ha sabido o no ha podido. Pero que la quiere. Necesita decirselo. La mire, le exige que la llame. Le dice que se lo va a decr a la enfermera. No hay tiempo. Comienza a decirle un teléfono. No tiene papel y no tiene buena memoria. Le dice que le diga a su hija qu ela perdone. empieza a decir números. No los entiende. Echa la cabeza a un lado y el color se va de su piel que de reptente parece de cera. Sale a l pasillo y avisa  a la enfermera. Le pregunta si ha muerto. Asiente. Nadie corre. Todos acuden con tranquilidad pero con desánimo. Era la primera habitación del día.

Por la noche el autobús la deja de nuevo en el hotel. El cansancio se acumula. Ni siquiera el entusiasmo de la labor ingente que hacen le recompensa. EStá agotada. Se echa en el sillón y comienza el paso de las imagenes, pero una imagen permanece más tiempo. La anciana, ja ptomera habitación a la que entró. Nota un tacto cálido en el hombro. Escucha una voz. Una nueva caricia en el hombro. En el cuadernillo con el membrete del hotel aparecen  nueve números. Una nueva caricia. y ya no siente nada. Se sienta. Mira los números del papel. Coge su móvil y llama. Una vox llora al otro lado. Transmite el mensaje que le dio. Escucha más llantos y un gracias cuelga. Se levanta y toma una ducha. Siente que la observan. Se ata la toalla pequeña al pelo y la grande al pecho. Se mira en el espejo que se empaña y puede leer GRACIAS.

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