viernes, 19 de mayo de 2017

El columpio.

"No lo puedo soportar. Cada noche igual. Ese chirrido" "Relájate. Aun nos estamos adaptando a la casa. Si te relajas casi no lo oirás. Duérmete cariño" "No puedo. No puedo. Se me clava el chirrido del maldito columpio" "La cancela del jardín está abierta. Mañana entras y lo lubricas" "Le eché aceite ayer, y anteayer, pero por la noche siempre es igual. El columpio se balancea, y a cada oscilación el chirrido me revuelve las tripas. No sé cuanto más voy a aguantar" "Acabamos de mudarnos" "Voy a salir. Si no puedo arreglarlo lo destrozaré" "No seas bruto que no es nuestra casa" "Está vacía. la hierba tiene casi un metro. Me visto" "Son las tres de la madrugada. ¿Donde vas?" "Tengo que solucionarlo" "Espera" "No".

Luna llena en una urbanización de las afueras. Silencio. La portezuela del jardín de la casa se desprende de sus bisagras cuando intenta abrirla. Los matorrales que llenan lo que fue un parterre frenan la caída. En el centro el columpio oscila. Oscila. Chirría. No hay viento. Calma. El columpio oscila. Sin brisa. Las hojas de los arboles más altos están quietas. El columpio se mueve. las ramas chascan bajo sus pies. Las espinas le arañan las pantorrillas. Las barras de metal que sujetan el columpio al suelo están oxidadas. fue azul o violeta. Ahora es casi blando o marrón, con el hierro desconchado. Se mueve delante y detrás. Se pone delante, sujeta el resplado con las dos manos. El columpio se resiste. Nota en su dedos los impulsos que tratan de perpetuar su movimiento. Cada vez más débiles. Débiles. Se detiene. De nuevo un impulso que a punto está de escapar de sus dedos. Lo sujeta. Lo detiene. Lo fija. Ha traído una cuerda. Ata el respaldo a una piedra del suelo. Suelta la mano. La cuerda se tensa. Vibra. A intevalos regulares. Por fin . Podrá descansar. El ruido ha terminado. Esta noche no se preguntará porqués. Sólo quiere dormir. Antes que amanezca. Sale del parterre. La cuerda vibra con cada tirón. Cruza la calle. Hace frío. Introduce la llave en la puerta. Arriba se enciende la luz de su dormitorio. Ella le espera. Abre la puerta con cuidado. Escucha la cuerda tensarse. Los dos cabos desgarrados restallan en el aire. Con el vaivén del columpio comienza el chirrido. No puede ser. Se vuelve. Mira la casa. el columpio. Va y viene. En la casa. en la puerta principal una cortina se abre. Alguien espía sus movimientos. Es una broma. La broma pesada de un  mal vecino. Cierra la puerta. Se da la vuelta. Cruza de nuevo la calle. Resopla. A su espalda escucha a su mujer bajar la escalera. Atraviesa la puerta derribada. Su objetivo no es ahora el columpio, sino la mano que lo mueve, la misma mano que ha movido la cortina. El camino hacia la puerta no existe. Se llena de rozaduras de rosales. Se trastabilla en las enredaderas. Sube los tres escalones de ladrillo. Uno se desmenuza con la pisada. Coge la barandilla y deja su huella en el polvo del pasamanos. Los cristales de la ventana dejan ver los visillos que ha visto moverse. Su mujer le chista desde su portal.  La casa parece estar vacía. Un animal, un gato. Se acerca al cristal. Se estremece. Respira . Su aliento empaña el cristal. Con el vaho aparce delante de su rostro la imagen de una mano. Se separa.No es un animal. Tendría que ser un simio o un primate para dejar una huella así. Mira el interior. Es el de una casa deshabitada. Muebles desvencijados, humedades, telarañas. Nadie. Se vuelve. El columpio se sigue meciendo. Baja los tres escalones. Tropieza en el ladrillo deshecho, se lía en las enredaderas y cae. Queda boca arriba cara a la ventana en la que el visillo de nuevo se ha apartado. Tiene frío. Pero ahora es frío por dentro. No le apetece acabar con el chirrido sino huir. Corre . Tropieza aun dos veces antes de salir del jardín. Cruza la calle. No mete la llave porque su mujer le abre. Le echa el albornoz por encima. Tirita. suben al dormitorio. Suda.. Esta´empapado. Afuera el chirrido , en la casa de la ventana que le observa. Respira despacio. Su mujer le abraza preocupada. Respira despacio. Se duerme.

Un patio amplio con cesped  cuidado. Una casa con acabados de madera. Una puerta con cristales cegados por dos visillos. Un columpio. Dos muchachos . El chico le empuja para balancearla. Ella se ríe y él ríe con ella. Él bromea y le dice que le empujará más fuerte. Que la hará dar la vuelta por el eje superior. Ella le dice que lo deje que tiene miedo. El amaga un empujón al respaldo. Ella aterrada se apoya en los brazos y se baja con el columpio en marcha. Las manos se resbalan y su nuca golpea contra el asiento de metal. Se escucha un chasquido. Una convulsión, Un cuerpo joven que cae a plomo sin una sóla respiración más. El chico se acerca. No se mueve. No respira. El cuerpo está vacío. Se echa las manos a la cabeza. Se levanta. Los ojos inyectados. Abre la puerta. Entra en la casa. Coge su cinturón. Lo ata a la lámpara de la escalera. Se lo rodea al cuello y salta.

"¿Qué te pasa cariño?" "Ah Ah Ah. Se ha tirado " "¿Quien se ha tirado?" "El muchacho" "¿Qué muchacho? Adonde vas. Estás loco. No me asustes"

Baja en pijama. Corre con las pantuflas. Abre la puerta de su casa. Cruza la calle. Pisa la puerta derribada. Sube los escalones cuidando de no tropezar. Se acerca a la puerta. Coge una piedra. Rompe uno de los cristales. A su espalda el columpio chirría. Gira el pomo interior. Abre la puerta. Siente una presencia pasar a su lado. Ve las hierbas moverse con una brisa que no siente.  El columpio se detiene. Silencio. Silencio. El horizonte se aclara. Vuelve a casa. Se acuesta. Respira aliviado. "Cariño. El chirrido ha desaparecido" "Sí"

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