domingo, 14 de mayo de 2017

TEATRO

"Deberíamos haber suspendido" "Una vez que en ventanilla se ha vendido una entrada no podemos defraudar" "No tendríamos que haber abierto la taquilla. Una venta anticipada de cero es un desastre. Un cartelito de disculpen las molestias y se habría evitado que se vendiese esa entrada" "Podría haber sido un grupo, ventas de última hora" "Tenemos una entrada vendida. Una" "A tiempo estás si dices que no sales a hacer el monólogo, le decimos que estás enfermo, se le devuelve su dinero y sanseacabó" "Salgo. Está decicido" "Pues vamos preparando, menos mal que es un monólogo y la música de lata, si no me arruino"

Un solo espectador. Una persona delante de otra persona durante un mónologo de una hora dividida en dos actos. Alguien anónimo a quien con las luces del escenario sólo verá cuando caiga el telón y se enciendan las del patio de butacas. Debe concentrarse, actuar pensando en la obra y no en quien le escucha. Declamar. Sentir cada palabra. Crear cada gesto con decisión pero sin exageración. La mente está en blanco. Respira, despacio. Mueve las articulaciones entumecidas. Se vacía de su yo y se llena del espíritu del personaje. Que nadie le hable. No está. Está poseido hasta dentro de una hora y cuarto. Bebe un sorbo de agua. Poca para que las ganas de orinar no le traiciones en medio de la representación.

"Silencio" "Empezamos. Arriba el telón".

Sube el telón. Un telón rococó de un teatro pequeño de butacas rojas con ribetes dorados. Los focos no le permiten distinguir más que el brillo de dos ojos en la fila siete. Se entrega, se exprime, se vacía, llora y gime con las contorsiones vitales del personaje. Sufre con su dolor. Grita con su ira. Goza con su pasión. Fin del primer acto. Cae el telón. Silencio.

"Tu espectador ha tomado una botella de agua y se ha sentado de nuevo" "¡Sabes que no me gusta que me hablen!" "Lo siento. A escena"

Sube el telón. Un bosque. NO hay tanta luz. En momentos en los que finge montar a caballo, mira con la comisura a su espectador. Sigue ahí dos ojos brillantes en un mundo negro. Le gustan los versos que recita. Ha tenido que evitar que le conmuevan. Interpreta, no enjuicia a su personaje. Es un actor y no un lector. En el teatro es el espectador el que enjuicia, al personaje agonista y al actor que lo encarna. Un grito final. El personaje cae herido, muere en escena y el telón cae. Detrás del telón comienza de nuevo a ser el mismo disfrazado de su personaje. Delante del telón se encienden las luces del patio de butacas. Silencio. Ni un ruido. Espera. Nada. Nada. Se ha vaciado para un sólo ser humano y la respuesta es el silencio. Indiferencia. Un nudo en la garganta. Exhausto se siente frustrado. Silencio. Silencio. Silencio. angustia. Ridículo. Debía haber suspendido. No la función debe seguir aunque sólo haya un espectador. Se levanta. Rechaza el albornoz que su asistente le intenta echar por encima. Un ruido al otro lado. El repiqueteo de unos pasos que se alejan pisando el parqué. Aparta una de las alas del telón.

"Señor. Señor" "Es a mí" "No hay otro espectador" "Sí" "¿No le ha gustado la obra?" "Sí. Mucho" "Pero no ha aplaudido" "No. Estaba sólo. Un aplauso de una sólo persona suena ridículo, casi una burla. El aplauso es una llama que prende de unas manos a otras. Una aplauso de una sóla persona no tiene sentido." "Sí. Claro. Perdón que le haya molestado" "No me ha molestado. Espero no haberle molestado yo" "No. Gracias. por haber venido" 

EStá cansado. En su mente recrea aplausos cerrados de un teatro lleno. Tiene una semana. Si no mejora el aforo,  la función se cancelará.

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