viernes, 10 de agosto de 2018

LA BARILLA DE ACEITE.

Se encendió una lucecita naranja en el salpicadero. Una lamparita de aceite. El coche no era viejo. Tres años. Un testigo así de sopetón sonaba de forma clara a amenaza. Un alivio que fuera naranja. Roja era claramente peor. Con una luz roja tendría que haberse detenido treinta kilómetro antes en el arcén de la autovía. Naranja podía seguir todavía circulando durante un tiempo, mientras que le daban la cita en el taller. Cuando llegó a casa miró los bajos del coche buscando fugas de algún fluido. Nada. Abrió el capó y vigiló los manguitos. Todo bien. Volvió a entrar al coche para buscar en la pantalla de la radio el nivel de aceite. No marcaba. No detectaba el aceite del motor. Ahí debía estar el problema. El sensor estropeado pero, y si realmente había ido perdiendo el aceite, el motor podía llegar a prender, una deflagración y adiós vehículo y eso si no le pillaba dentro. Mejor no. Ni pensarlo. Después de cenar revisaría el motor, centímetro a centímetro de todo aquello que no fuese necesario desmontar. En la escalera recordó las palabras de su padre, que como se le ocurría comprarse un vehículo híbrido. Que los vehículos eléctricos para el escalextric. Aunque le explicó que estaba hecho de materiales biodegradables, que tenía muy bajas emisiones para el efecto invernadero y que sería su grano de arena para las generaciones venideras de la humanidad, no lo movió un ápice de su opinión, sino muy al contario, se exaltó y lo  insultó. Por momentos parecía que lo maldecía. Por comprar un coche ecológico amable con la humanidad. Se hablaron pocas veces más. Si fuera supersticioso sabría que era la maldicíón de su padre lo que salía ahora. No era supersticioso, pero su padre se podía haber callado. Cenó poco farfullando y rumiando. Puso una serie en la tele pero no se podia quitar de la cabeza la luz naranja. Se puso cómodo. Cogió la luz frontal y bajó al garaje. Volvió a mirar los bajos.Nada. Volvió a abrir el capó. Nada tampoco. Mejor centrarse. Si lo que se había encendido era la lamparita de aceite, lo más normal era buscar la barilla del aceite. JUnto al bloque del motor de gasolina. La sacó .estaba pegada. Nunca había sido muy cuidadoso con el mantenimiento. tiro hacía sí y la extrajo de golpe. Dio dos pasos atrás y se tuvo que ladear para evitar dos gotas de aceite que quedaron suspendidas en el aire, pero las había evitado. O eso creía. Miró el pantalón corto y estaba limpio, pero en el lateral de la camisa había dos manchas de unos dos centímetros. Esa camiseta le gustaba, mucho , era su camiseta favorita y esas manchas iban a ser difíciles de limpiar. Se acercó a la luz arrepentido del día y maldiciendo la maldición de su padre. Las manchas eran rojas. No rojizas, rojas, rojas. tocó la mayor y el tacto no era el tacto resbaladizo que podría esperarse de un aceite mineral, sino un tacto untuoso como el de una mermelada y con grumos, y con un olor particular, no el olor a grasa sino un olor empalagoso con algún toque salado. Al tacto y al olor le pareció que aquellas gotas eran sangre. No hay aceite rojos. Cogió un papel, limpio la barilla y comprobó que el nivel del fluido  era el correcto, justo entre las dos muescas, pero tambien comprobó que el fluido era rojo y con tendencia a coagular. Un gato se acercó y comenzó a lamerlo del suelo. Le gritó que se alejase. Dejó la barilla en una lateral del motor. Abrió el portón trasero del vehículo y sacó el aceite ,lo abrió, lo miró al trasluz y el aceite, ese sí tenía color y olor a aceite.  La cerró. CErró la puerta y volvió al motor. Rojo. Sangre. Volvió a introducir la barilla. Por más que lo intentaba no conseguía introducir los últimos seis centímetros.Cogió una llave inglesa y golpeó tres o cuatro veces. A cada golpe se encendían las luces de emergencia del coche. en el último sonó el claxon, se apagaron las luces, la barilla se introdujo hasta el fondo pero por la comisura salió abundante liquido rojo a borbotones que ahora ya no coagualaba. Abrió la puerta del coche porque el mando no funcionaba. Metió la llave . Dio al contacto y nada se encendió. Llamó a la grúa que llevó el coche a su taller de confianza. Llamó para pedir el presupuesto de la reparación y la respuesta fue. " Su coche ha muerto" Se puso muy triste.

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