A primeros de febrero Isabel se había quedado sola en la
inmobiliaria. Hoy se había reencontrado con sus compañeras bronceadas. El jefe
y las cuatro vendedoras, e incluso el guardia jurado se habían ido a Cuba una
semana. Le dijeron que ella también comprara. Con tres mil euros, en una semana
podía embolsarse quince veinte o treinta mil euros, según su propia habilidad
al negociar. Era mucho dinero. Para ella. No entró. Hoy habían regresado
contando las anécdotas del viaje.
“El lunes nos dan otra promoción
en la costa. Son sólo veintiocho viviendas. ¿Alguien quiere alguna que nos las
quitan de las manos? Viene algo más caras, que el constructor también quiere su
tajada” El matiz no hizo que ninguna de las manos se agacharan. Isabel que
dudó levantó la suya.”¿Cuántos, dos, tres, dos, cuatro ¡muy bien Nico te veo en
tu propia promotora en muy poco tiempo!¿Y tú Isabel? Te has convencido. ¡Por
fin! En octubre nos acompañas a Santo Domingo” “Uno ¿sólo uno?” “Está bien para
empezar”.
Un poco de liquidez para darse
algún capricho. Ser hija única le obligaba a echar un cable a sus padres. No
había excusa. Iban un poco justos. Tenía la sensación de desenvolverse en su
vida con el freno puesto. Siempre con una velocidad. Menos. Si mantenía el
ritmo de sus compañeros de dar dos o tres pases al año, ella no era avariciosa,
podría tener su propio apartamento, y un coche, que la Vespa estaba bien para
el verano pero en invierno pasaba frío. Y hacer algún viaje. Contarlo después
sonriendo, comentando siempre las aventuras inventadas o no, ir a lugares que
sus padres, ya mayores cuando ella nació, ni siquiera podrían soñar. Y una casa
en bajo cerca de la playa, para sus padres más que nada , ella sólo iría en
verano o en el invierno si tenía algún ligue y quería un sitio discreto. “Uno
de momento sólo uno muchas gracias”. Qué emoción sentía. No perdería más
trenes.
“Ha habido mala suerte con la
última promoción. El constructor nos ha
fallado. Menos mal que tenías aval de las cantidades entregadas” Todos menos
Isabel suspiraron aliviados “¿Qué es el aval?” “Isabel. No lo sabes” “No” “Pues
lo siento porque este tío lo tiene todo muy apañado. Ni en los juzgados le van
a coger un duro. Hazte a la idea que has perdido tu dinero”
Se lamentó de haberse hecho
tantas ilusiones. “La siguiente promoción, he visto el solar y es un sitio
privilegiado a menos de un kilómetro del mar en Torrevieja. La orientación
fantástica. Està vendido. Seguimos en la mina” Todos levantaron la mano menos
Isabel “¿Isabel? Nos dejas. Tienes que recuperarte de la pérdida en caliente”
“No tengo dinero” “Pide un préstamo en el banco. Ahora está el dinero muy
barato” . En el banco no lo dieron el préstamo sin el aval de sus padres.
Estaba contratada sólo a media jornada. Sus padres no estaban para avales. Una
vez estuviese el proyecto, le financiarían el total del capital y algo más si
lo necesitaba, pero el primer paso tenía que darlo sola. Se marchó y al día
siguiente le dijo a su jefe que no entraba. No durmió durante un año mientras
sus compañeros cambiaban de coche, vestían a la última, cambiaban a viviendas
cada vez más ostentosas.
Un día empezó a dormir. Justo
cuando sus compañeros perdieron definitivamente el sueño. Hasta hoy.
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