El agua del Mar Menor está fresca
a las ocho de la mañana. Después de una noche bochornosa Julio salió de la cama
y se fue directo al agua. El tractorista que trillaba la arena de la playa lo
vio sumergirse repetidamente respirar y gesticular mirando a un punto. A medio
día, después de dos vermuts confesó a su amiga que había visto en la copa de
una medusa a su madre como quien ve un televisor y que no lo iba a creer pero
su madre le había hablado.
A mediodía en la punta del
espigón un anciano pesca lisas con pan. La caja de herramientas en la que
guarda los aparejos le delata como veterano. Me acerco “¿Hay pesca?” “Algo hay”
“Puedo ver sus capturas” “Mírelas, poco más que chirretes” “Uno tiene un tamaño
razonable” “Chirretes” “Dicen que las medusas se comen las larvas de los peces”
“Embustes””¿No cree que el que haya tantas medusas perjudica a la pesca?” “No.
Las medusas han estado siempre unas veces se pesca más y otras menos. Cuando te
molestan hay menos” “Lo siento. Entonces usted no cree que sea el cambio
climático y el calentamiento global lo que hace que las medusas se enmarañen en
las costas” “No” “Pues los científicos son casi unánimes. El cambio climático y
los abonos orgánicos de la agricultura son los que hacen que proliferen…” “Y la
falta de tortugas” “Exacto” “ Es usted un enteradillo” “Oiga que yo no le he
insultado” “Perdóneme pero es usted un poco pesado. Yo vengo a pescar para
estar tranquilo y solo y usted, sin
presentarse, viene a hablarme del cambio climático. Cuénteme si le parece algo
de la prima de riesgo y ya me acaba de joder el día” “No pretendía” “Si quiere
usted saber qué es lo que tiene la culpa de la proliferación de medusas
pregúntele a los muertos en tierra” “Eso es una paradoja” “A sus descendientes”
“Sigo sin comprender” “Antes los muertos
se enterraban, se los comían los gusanos y los hongos que a su vez se pudrían y
pasaban a formar parte del suelo y después de la hierba y los árboles” “Y
ahora” “La gente le ha cogido pánico a la tierra. Pánico a que los entierren
aun con vida” “Normal” “Puro esnobismo” “Qué drástico. Pero no comprendo qué
tiene eso que ver con las medusas” “Cada vez más personas se incineran. ¿Sabe
cuántas personas tiran cada año sus cenizas en el Mar Menor?” “No” “Ni yo
tampoco, pero demasiadas. Madrileños que han veraneado ocho o diez años y
quieren que sus cenizas acaben en la laguna salada” “¿Y qué? Un último deseo
romántico” “Un capricho que rompe el orden natural” “Cada vez lo entiendo
menos” “Hay una leyenda marinera. Las almas de los muertos en el mar o los
cadáveres que se entregan a sus aguas, permanecen recluidas en el medio marino
para siempre. Las medusas recogen y arropan esas almas errantes, las acercan a
las costas en un intento de aproximarse a sus familiares, amigos o incluso a
sus enemigos para la venganza. Así hay medusas inofensivas y algunas tan
venenosas que un simple roce puede matar” “Esa también me parece una historia
romántica” “No se lo puedo demostrar pero es cierta” “Creo que empiezo a
comprender lo de la incineración” “Es sencillo, la ceniza que se entrega a las
aguas o que finalmente llega a ellas arrastrada por los torrentes o aguas
subterráneas ancla las almas al agua y se suma masivamente a las almas de los
ahogados”.
Julio se baña cada mañana. La
abundancia de medusas le hace difícil volver a encontrar a su madre, sin
embargo cuando se deja flotar en las aguas someras, deja los oídos por debajo
del nivel del agua, así mientras las
ondas del agua lo mecen, cree escuchar la misma nana que le llevaba al
sueño las noches de pesadilla o de tormenta.
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