“Esto no se abre” “Seguro que es
la llave” “Seguro. Que me jubile hoy no significa que esté demenciada” “No
pretendía decir eso. Yo me equivoco muchas veces” “Y esta mañana he abierto sin
problemas” “No se preocupe si no se abre llamamos al encargado de mantenimiento”
“Pero justo en mi último día y después de haberla abierto. Mal rollo” “Es
casualidad no exagere, déjelo ya que se va a sudar toda. Ya he llamado”
En dos movimientos el cerrajero
abrió la puerta metálica. Comprobó la llave. La cerradura funcionaba
perfectamente. “Se habrá enganchado, no hace falta cambiarla, con un poco tres
en uno es suficiente. Me han dicho que se va usted” “Sí me jubilan. Con la
crisis me obligan a jubilarme. Alguna vez tenía que ser” “Le vamos a echar de
menos. Siempre se ha portado muy bien con todos” “Gracias. Yo también echaré de
menos todo esto” Le extendió la mano, pero el operario le pidió un abrazo. Se
emocionó. No quería. Le acompañó a los ascensores y se despidieron con una
mirada.
Regresó al cuarto de la taquilla.
De nuevo estaba cerrada. “¡Pero no puede ser!. Otra vez. Y la llave no abre. ¡Si
lo ha comprobado! Esto es de locos. Este lugar me echa después de más de
cuarenta años y ni siquiera los objetos me obedecen” “¿Qué pasa doctora?” “ Que
se ha vuelto a cerrar” “Llamo otra vez a mantenimiento. Salgo al control de
enfermería que esta línea está ocupada” “Gracias”
“Taquilla, por favor. No
estropees mi último día. Déjame coger mis cosas. Tiraré algunas que quizás no
debía haber guardado y guardaré otras que no debería haber perdido. Me voy.
Hemos sido compañeros. Por favor” Clic y
la cerradura saltó sin que ella recordase haber hecho ningún giro. “Ya viene el
encargado de mantenimiento. No se preocupe. Trae una nueva cerradura” “Está
abierta de nuevo llame de nuevo y dele las gracias”
Las batas. Guardará un par de
ellas para, si regresa, no sentirse una extraña. Artilugios electrónicos de la
industria farmacéutica para conectar al puerto USB del ordenador. Debajo de
unos trípticos de publicidad unas toallitas húmedas para una emergencia que ya
están secas. Informes antiguos de casos curiosos. Una orla de una promoción de
médicos de hace tres años, firmada por detrás por todos y cada uno de los
estudiantes. Fotos antiguas de colores desvaídos con compañeros, alguno de ellos
ya no está. Momentos bueno y malos. A pesar de ello nunca perdió la ilusión. Un
examen antiguo con preguntas que ya no tendrían sentido. “Te voy a echar de
menos” Se vuelve pero la secretaria no está. “Y ahora ¿qué va a ser de mi”?
Vuelve a mirar hacia atrás, nadie. “Estoy acostumbrado a tus olores, a tus
gustos, a tus disgustos cuando cerrabas mi puerta con fuerza” No se atreve a
preguntar pero no se resiste “¿Quién
eres?” “ Soy yo. Tu taquilla. Soy un poco tú. He sido parte de tu memoria estos
años, por mi ha pasado parte del conocimiento que has adquirido, o del
disfrute, yo también he disfrutado con tus libros” “Pero eso no puede ser . Un
objeto no puede hablar. Esto es alguna broma” “No es una broma” “¿Cómo puedo
saberlo” “¿No vas a confiar en mi?” “Desconfío de mi razón” “Apártate” La
puerta se cierra de golpe. La cerradura se gira sin llave. La llave se gira en
sentido contrario y se vuelve a abrir. “No puedo hacer mucho más para
demostrártelo” “Está claro. Lo que no sé es donde queda mi razón” “ Has sido
una gran compañera” Duda “Gracias” “Doctora ¿con quién habla?” “Estoy
canturreando” “Eso está bien”. Cierra la puerta saca la llave del llavero para
dejarla puesta en la cerradura. Su nuevo inquilino tomará posesión en horas. ¿Y
si el alma de su taquilla estuviese en la llave?.
Regresa. Abre. Ahora sí. La saca y la reintroduce en el llavero. SE dirige a la
secretaria “La cerradura no funciona. Tendrán que cambiarla” Se para en el
dintel de la puerta de la planta. Se gira y echa una última mirada. Con la
bolsa de sus pertenencias se dirige al ascensor. Toma el ascensor de público.
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