“Polígono industrial oeste. Lonja
del pescado. Puerta treinta y seis. Es aquí. Treinta dos. Treinta y tres.
Treinta y cuatro. Treinta y cinco. Treinta y seis. Menos mal que el muelle está
vacío. Vengo molido. Las cuatro de la madrugada. Cinco horas desde Águilas. Hay
poca gente por aquí. Es martes. No veo al asentador”
El enorme portón de hierro con el
mismo logotipo que luce en el cajón del camión frigorífico está cerrado.
Troquelada a la izquierda hay una puerta y un timbre. Llama. Nadie se da prisa
en contestar. Espera. Aunque es verano a las afueras de Madrid ya hace fresco.
Descargar y volver. Si le abren. Vuelve a llamar. En el interior se escuchan
ruidos. Quien viene renquea. Farfulla.
“¿Qué prisas son estas?” “Estoy
cansado quiero dejar mi carga y marcharme. Me quedan muchos kilómetros para
llegar a mi casa” “ ¿Su carga de qué?” “Marisco fresco como siempre” “Me parece
muy bien, pero me ha despertado” “Lo siento pero en la lonja siempre se ha
trabajado a estas horas ¿Qué quisiera yo? Si pudiera levantarme a las ocho de
la mañana y a las tres dejar mi trabajo hecho y después dormir la siesta sería el
hombre más feliz del mundo” “Ese es su problema pero le he dicho que a mí me ha
despertado” “Bueno. ¿Pero donde descargo?” “Descargar qué” “Quinientos kilos de
gambas, almejas, lubinas y doradas que llevo en el camión. Su pedido” “Yo no he
pedido nada” “Su empresa” “¿Qué empresa?” “Pescados Madrid. Me está usted
cansando. No estoy a estas horas para bromas. Quiero descargar e irme como hago
tres veces cada semana en éste mismo lugar” “Aquí no va a descargar nada” “Me
está usted poniendo muy nervioso. Voy a llamar a mi jefe y se va a cabrear porque
es muy temprano” “Yo ya estoy cabreado”
“Jefe perdone que le llame. La dirección de entrega era la de
siempre””…” Lo siento. Lo sé pero hay un señor que no me permite descargar” “…”
“Llama usted. Venga pues ya le confirmo”
Suena el teléfono del señor. “¡Estoy esperando su entrega!.¡ Ya se están
retrasando!¿Donde están los quinientos kilos de pescado que me prometió” “…”
El hombre regresa. No parece
enfadado. El error se ha subsanado. Resopla. Piensa en que después va a
almorzar un bocadillo de jamón y queso en una venta de carretera. Si el hombre
no le atrasa más podrá después dormir una hora en la caja del camión y aun
llegará a tiempo de comer en casa. Y después dormir una siesta larga. A las
once le espera una nueva carga esta vez para Bilbao. El hombre se sienta junto
a la puerta y enciende un cigarro.
“¿Está aclarado el malentendido?
El pescado de hoy es excepcional” “¿Qué?” “¿Me abre la puerta que descargue?”
“¿Qué quieres?” “El pescado ¿lo puedo pasar ya? Usted acaba de hablar por
teléfono con mi jefe. Le ha dicho que esperaba un cargamento de pescado. Yo le
he oído. Aquí está, un pescado fantástico” “Yo no he hablado con nadie” “Por
favor. Otra vez no”
“Jefe soy yo de nuevo. Perdone que le llame” “¿Quién eres tú?””Manolo su
empleado que he venido a entregar una carga de marisco a Madrid” “¿Marisco a
Madrid?” “. Jefe. Jefe. No cuelgue”
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