domingo, 15 de marzo de 2020

calles vacías

El día que desperté las calles de mi ciudad estaban vacías. Hacía frío, la luz era todavía invernal y sin embargo las genes que pululaban por las calles eran las gentes de agosto. Cuando abrí los ojos no reconocía el lugar en que me encontraba. Una luz mortecina, un gris azulado, que enfriaba las paredes azules lisas y elsuelo de linóleo degastado en las juntas.La ventana sin luz por unas láminas de aluminio. el colchó hundido, empapado, caliente de sudor acre con dos pequeñas manchas de sangre a la altura de mi mano derecha, de donde todavía colagaba la aguja de un gotero. Aturdido. Miré a la cabecera. Cogí el pulsador y llamé. Esciché el ruido desagadable unos pocos metros más allá en el pasillo de la habitación. No acudíó nadie. Guardé silencio y no escuché más ruidos que el gorgoteo del oxígeno al atravesar el hunidificador. Tuve el impulso de volverme a acostar, pero me miré, demacrado, pálido, las mejillas sin afeitar, el pelo ralo ensortijado en la frente. Me quité las gafas nasales. Grité. Salió una voz áspera que se entrecortó en un gallo que me enmuedeció. Tragué saliva, lo volvía intentar, y esta vez una voz ronca. Nadie acudió. No había ruidos. Afuera la brisa agitaba las ramas más altas de los bananos de ciudad. Salí al pasillo. A derecha estaba el control de enfermería. Miré entré. Los ordenadores encendidos. En la salita café en las tazas encima de la mesa. El carro de la unidosis enmedio de la dependencia con la medicación sin repartir. Habían huido. Todos. Sanadores y enfermos. Volví a la habitación. Tiré del gotero. Saqué la aguja. La sangre empezó a deslizarse por la palma de mi mano. Llegó al índice y por instito lo acerqué a los labios y sorbí. Dulzón y a la vez almizclado. Con una toalla comprimí. Recuperado del ligero mareo que el sangrado siempre me había producido. Me levanté. Busqué ropa en el armario. Nada. Papeles o dinero, tampoco. Salí a un mundo que se había vaciado durante mi sueño o enfermedad. Me dolió cada paso de bajada de los escalones. Las articulaciones oxidadas rechinaban. Me detuve en cada planta, en cada rellano y nadie. Silencio sólo interrumpido por la agitación de los papeles  por el viento. La calle. Desierta. cuando debería estar llena. A la derecha la puesta de sol. Un mundoquieto. Un mundo solo. El último hombre. Pero por qué desperar así. donde están los cadáveres o sus restos. Se han ido o sublimado en el ambiente fresoc de la tarde. La sensación de vacío en el mundo al que regresaba era aun mayor que la quietud del mundoinconsciente del que procedía. Losúltimos rayos de sol se escapaban de las azoteas. Izquierda, derecha o hacia delante.Ultimas luces. Si el mundo se sumía en la oscuridas volvería a su habitción. Luz de farolas. Silencio. Esperaría la salida de cientos de espectros de las profundidades de las alcantarillas o los garajes.Miedo. Regresa. Camina hacia atrás. Se golpea con la puerta corredera. La puerta se ha cerrado a su espalda y el automatismo no funciona. Se vuelve. Al girarse se abre la puerta. Vuelve a entrar. Sube las escaleras.despacio . Descansa. Respira hondo. Según se acerca su habitación comienza a sentir mareo y sueño quizás en el ambiente hay algún gas venenoso que ha sublimado a todos.Se apoya en las paredes para llegar a su cama desecha. Se acuesta sin descalzarse y duerme.

"Despierta. Es tu turno" "He soñado que el mundo estaba vacío·" "El mundo exterior está vacío, pero urgencias está lleno" "Descansa" "Dos horas, Me daré una vuelta por tu mundo de silencio.¿has dejado la cama hecha?"

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