jueves, 31 de agosto de 2017

LA CAFETERIA

Ojos de almendra. Esa es la forma de msus ojos recién levantado. Pegados. Pesados. Las persianas a medio echar de un comercio que abrirá en unos minutos. Le gusta mantener sus ojos de almendra. Es como prolongar el descanso unos minutos más. Manterse en marcha pero dormido hasta tomar el primer café de la mañana en el bar de la esquina. Tres tramos de escaleras. Una esquina. Y el bar. Los ojos entornados. De almendra. Después del café el primer cigarro de la mañana. Nicolás el dueño del bar no ha sacado la mesita donde los fumadores apuramos el ultimo sorbo de nuestro cafe. Paso al interior. Huele a humo. No quiere abrir los ojos, pero sabe que no hay ningun incendio. Huele a humo, a humo de tabaco. Es más a humo de Ducados. "Nocolás no me pones mi café. A ver si perdemos las buenas constumbres" Se da la vuelta. Aunque viste la misma camisa, no es Nicolás, es un hombre mucho más joven que él, el cigarro origen del humo cuelga de su labio inferior mientras habla. Sí es su tono de voz, pero Nicolás debería ser un hombre de cincuenta años tripudo con un palillo en la boca desde que le prohibieron fumar en su propio local y con entradas, y el que se ha dado la vuelta es un hombre joven en buena forma con un pelazo engominado alrededor de una raya en el lado y peinado hacia atrás. "Pongame un cortado. ¿Donde está Nicolás?" "Yo soy Nicolás" "Me refiero a tu padre" "Mi padre se llama Nemesio" "Lo siento. Ayer estaba Nicolás aquí" "Y hoy tambien. Yo soy Nicolás" En  la pared un calendario pinchado en una alcayata, 31 de Agosto, pero de 1987. A la derecha dos arcades, la Moon Cresta y el Pac Man, a la izquierda en el rincón el mismo futbolin pero de un tono más claro y sin ningún jugador cojo. "Pongame un cortado" "Marchando" Coge el cortado y siguiendo la inercia de años se va a la calle hurgando con una mano el bolsillo interior de la chaqueta el paquete "Oiga. ¿No ha leido el letrero?" Sí había leído el mismo azulejo: En este local sólo se fía a mayores de 90 años acompañados por sus  padres. "Perdón la costumbre. Me salía a fumar". "Fume aquí que esto no es Dinamarca. No sea julandrón" Fumó a caladas cortas. Se sentía raro. Viendo el humo salir de us boca en un local cerrado."¿Cuánto es?" "75 pesetas" " 45 centimos de euro" "Esto qué es. NO me de chapas" "Ya no hay pesetas" "En el bolsillo de los pobres" "No llevo más. ¿Donde hay un cajero?" "Tiene un cajero del banco central a dos manzanas. Llévese sus chapas y luego me lo paga. Por una vez me fio de usted" Al salir a la calle había muchos vehículos extraños, modelos antiguos en buena conservación, muchos jovenes conversando, nadie con móvil, alguno casettes en la cintura escuchando musica con cascos. Se acercó al quiosco donde no estaba su quiosquero y en los diarios vio la fecha del calendario de la pared  del bar. Los jóvenes no llevaban tatuajes, si acaso alguno de aspecto carcelario. El sabor del café se le estaba agriando. Se llevó las manos a los ojos. Abiertos, redondos como los de Doraemon, ninguna almendra, pero nada de lo que veia, salvo el sol, la luz, la hora de su reloj y los puntos cardinales le sonaba de nada. ¿Qué hacer? Aceptar que toda tu vida anterior ha sido un sueño o pensar que el sueño es la vida actual. Se pellizca, le duele, pero no significa nada, nada cambia. Regresa a casa. Da una cabezada. Va a llegar tarde al trabajo, si es que ese es su trabajo de la vigilia y no el del sueño, pero ya encontrará una buena excusa. Despierta media hora más tarde. De nuevo ojos de almendra. Se lava la cara con cuidado de no deshacer esos minutos de prolongación del sueño. Aun tiene el sabor del café anterior. Baja. Dobla la esquina. El bar. La mesa está en la puerta. La misma camisa de espaldas. Saca un  cigarrillo. Lo va a encender. El camero se da la vuelta, con la misma camisa pero con cinco tonos de color y raída con algunas costuras reventadas. No tiene un cigarro sino un palillo por el que se cuela una voz cazallera. "Si enciendes ese cigarro te saco del bar a hostias"

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