sábado, 23 de diciembre de 2017

EL RALLADOR

La noche ha sido mala. Lo nota en que los ojos se le cierran, en que los hombros están caidos hacia delante, en que no ha tenido ganas de perfilarse los ojos antes de salir. En el parking,se tumbaría y dormiría en el coche un rato, una o dos horas antes de salir. Pero tambien quiere llegar a casa. Congoja. Casi ganas de llorar. Tan cansada y un contrato eventual que en unos días renovará o no. Otro más. Al final siempre renueva, pero cada vez lo mismo. Y llegó sonriendo a las diez de la noche cuando comenzó el turno. Feliz. Una buena clave de compañeros y una planta bien organizada. Pero los imprevistos. El timbre chillón. Los gritos de los dementes. Alaridos del agitado. La impertinencia del familiar. Todo un torbellino alrededor de sus ojos y sus oidos. Llegó la una, pasaron las tres, pasó las cinco, amaneció y llegó el relevo. Un relevo sin disfrute. Y ahora está en el parking. Sola, a oscuras. Pulsa la llave.elmotor vibra. Estén en marcha. Necesita fuerzas. No ha desayunado. Un buen desayuno. siente la saliva en la boca. El estómagoda un vuelco. Un mensaje de tranquilidad al cerbro. Una pequeña esperanza para empezar a salvar el día. Un café, de cafeera italiana, el olor. Con leche. Una tostada en tosadora de grill, por los dos lados. Con el pan tostado y endurecido en los surcos, pero tieno en la molla que debe permanecer jugosa. Y aceite de oliva virgen,un aceite fuerte y ácido, aromático. Café y aceite. Y sobre el aceite parmesano recien rallado. Rallado pulverizado no en hilachas como todos los quesos rayados. Una montaña abundante de polvo de queso, mezclado con uno chorro adicional del aceite sobre el pan aun templado. Y orégano, si se tuesta el un papel de cocina ligeramente aun más arómático. Aceite pan parmesano recién rallado y orégano. Traga continuamnete su propia saliva. Está llegando. La ilusión de un buen desayuno la ha reanimado. Le da al mando del parking. Olvida el desayuno. Cada distracción le ha costado un roce con el pilar que queda muy ajustado para maniobrar.El bolso y  el chaquetón. La lleve del ascensor. Rememora el olor a café, a aceite a pan caliente y el parmesano. Abre la puerta. Él duerme. Coge la cafetera, la llena del café suficiente para dos tazas. Pone la tostadora. Mientras espera que el piloto rojo la avise de que la temperatura es adecuada. ABre el armario saca la bolsa de pan. Un trozo delicoso, blando del día anterior. Lo parte en dos.El piloto es´ta en verde. Coloca las dos mitades . La cafetera humea. El café se condensa en el cacillo. Huele el aceite. Saca el pan, tostado y tierno a la vez. Envuelve el orégano en papel de cocina y lo deja en el calor residula de la tostadora. Abre el frigorífico. Saca la cuña de parmesano. En el armario a la derecha está el rallador de cuatro vertientes. El último ingrediente para su desayuno. El rallador no está. No está, Mira a la izquierda. Él no ha fregado. Entre los platos, entre los cubiertos, la copa de vino y el cuchillo jamonero de su cena está el rallador. Sucio. Revestido de restos de pulpa de tomate y húmedo. ¡Húmedo! ¡Húmedo! Imposible rallar un queso seco en un rallador húmedo. Imposible mojarlo y secarlo. la humedad acaba con la textura con la que ha soñado, la que le ha levantado el ánimo en el trayecto. Tiene el pan, tiene el café, el aceite y el orégano, pero no podrá rallar el queso. Vacío en el estómago. Opresión en el pecho. Vuelve al dormitorio.Él duerme. "Me voy" "¿Vas a deayunar al bar? Si te esperas me visto" "No voy al bar. Me voy"

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