domingo, 25 de marzo de 2018

EL JARDIN

Un trozo de tierra heredado sin ningun valor para nadie que no fuera él. Donde todos veían un erial, él desde niño siempre vio un jardín. Dos almendros medio secos, un un par de oliveras que él mismo plantó con su abuelo. Sin agua poco más se podía hacer, y rezando para que en los años secos o con las plagas de perforadores no se perdieran los árboles. Su jardín. Cada noche se dormía pensando la distribución de los árboles , las zonas de arbustos, los setos, las plantas aromáticas, plantas para llenar el ambiente siempre de flores y de fragancias. Se sentaba en un caballón  y miraba el esqueje de la olivera, pasaba así horas, algunos días, si había llovido le parecía ver crecer las hojas. Se lo decía a su madre que le decía que eso era imposible, el tiempo de las plantas es imposible para los humanos. Le echaba abono, conducía las escorrentías de las lluvias para suplementarle el agua que necesitaba. Y pasó el tiempo. Faltó su abuelo y le legó el trozo de tierra. Sacó sus proyectos de tantos años, y según el tiempo y su exigua economía le permitían fue desarrollando un proyecto. Orden escrupuloso, empexó por la mitad del terreno, con la olivera que ya exhibía un porte de arbol adolescente. Se seguía sentando a observar cad detalle de su tronco rugoso, de las ramas, los nudos entorno a los cortes de la poda. Las cicatrices y las raicez que serpetnteaban por el suelo. En unos años, era una olivera adulta de tronco rugoso y polilobulado. El jardían estaba terminado. Un jardín seco y aromático. Para ese momento, los regadíos se habían ampliado y junto a la finca pasaba una acequia. Era el momento de hacer la otra parte del jardín. volvió a los planos. Hierba. rosas, peonías, albahaca, menta y tambien en un rincon tomates, patatas y hortalizas. Hizo surcos en la tierra. Canalizó las aguas para goteo, diseñó parterres, plantó retama y lo rodeó de una valla de enredaderas. Se subió al tejado. Había quedado muy hermoso, incluso con una fuente que recirculaba el agua. Se sntió orgulloso. Miró al otro lado, la olivera, romero y tomillo. cactus y plantas leñosas que desmerecían el otro lado del jardín. Ampliar el jardín húmedo a costa de talar y podar el seco parecía una solución razonable. Los cambios, las reformas son siempre necesarias, pero talar árboles que plantó desde niño era imposible. Sentiría como si se amputase algo. Sin embargo, la conexión entre las dos partes era imposible. Un muro o un seto en tan poco espacio no eran una buena solución, se perdería la frescura y se perdería la luz.Cada día le hacía sentirse más inquieto, aquella aberración estética no le permitía dormir. REcorriendo con vaguería el televisor se le ocurrió una solución. Con cuatro listones, hizo un marco que separaba los dos lados del jardía. Agua, cerveza, limpiavajillas y azucar.dos palos y una ela circular. lo empapo, lo agitó y obtuvo unas burbujas irisadas enormes, A base de mucha práctica, sopló y consiguió que la burbuja quedase istalada en el marco. Subió al tejado. Mientras la burbuja se mantivo estable, el resultado estético era perfecto. con la práctica simepre conseguí la separación a la primera. Un día intentó atravesar la pompa plana, Lo consiguió. Del jardían húmedo al seco. Una sensación agradable. Fresca, sutil, un placer efímero pero intenso. Pasó muchas veces muchos días. Inadvertidamente el paso se iba haciendo menos fluido. Al principio, el gel parecía más viscoso, pero de forma insignificante. El paso del jardían seco de la olivera al húmedo, era sencillo, pero la vuelta era más costosa. Con la misma composición del gel, la consisencia llegó a ser la de una membrana. A duras penas pudo romperla pero el muro irisado permanecó en pie. Cada día sopló la burbuja. Un día pudo pasar del seco al húmedo. Trabajó. Limpio las hojas, puso tutores a las plantas jóvenes, regó y abonó. Volvió al jardían seco y la burbuja ni siquiera le permitió dibujar la impronta de un dedo. tuvo que esperar a la caída del sol para que el jabón se disipase. Plop. Se repitió durante dos meses. el jardín seco languidecía huerfano de cuidados, el húmedo resplandecía en invierno y en verano. El jardinero veía perderse los árboles que plantó en su infancia. La burbuja que erigía cada mañana se había convertido en el muro que iba a acabar con lo que el huerto fue al principio. No pudo resisitirse a soplar cada día. Al final delante de su vista el huerto se secó. Falto de cuidados los peerforadores acabaron con los árboles, con ellos se fue la sombra y quedí el erial que fue al principio. Aquello no tenía salvación Cortó los árboles. Mantuvo los esquejes para hacer los asientos de una mesa que mandó construir con la madera de la olivera. Extendió el jardín húmedo. Ya no necesitó soplar. Más. Un sinsentido separar dos zonas iguales, o casi.

No hay comentarios: