domingo, 4 de marzo de 2018

LUSTRE

Me gusta ver unos zapatos limpios. Crema, cepillo y bayeta y lucen como nuevos. Me gusta. A quien no. Pero cual es el mejor momento para limpiarlos. Nunca. Pasan días, semanas, meses , años, como mucho les paso un trapo o simplemente con la pata del vaquero. Y así voy tirando. Si tengo que llevar zapatos limpios, al bajo del armario, saco de su caja los de las bodas. Esos sí que suelo guardarlos limpios. Estaba apunto de tirar los zapaatos de diario que más uso. La piel negra, dejaba ver debajo unos desgarros con aspecto de cartón gris. Paa tirarlos. No era algo presentable para un profesional. Unos buenos zapatos siempres on una tarjeta de visita. No han acabado en el contenedor por los pelos. Por los pelos y por la lluvía. Hoy llovía. Débilmente, pero lleva ya varios días lloviendo así. Al salir de casa hay zonas donde los caminos aún no están asfaltados. No era plan sacar los zapatos nuevos, los que aun reservo para usos más exclusivos y que quedasen hechos un Cristo con el aguachicle. Era el día. El momento había llegado. En la galería, enferente de la lavadora, en lo alto del armario la caja imitación delas cjas de los limpiabotas con todo lo necesario. Un trapo para quitar el polvo. El cepillo negro. Crema. y cepillado. Después delar secar un poco uy por último con una camiseta antigua del agodón hecha jirones se frota para que quede bruñido y con lustre. Lad fallas de la piel han desaparecido. Los zapatos parecían nuevos. Tanto que he dudado si sacar a la calle esos o los que tengo en mejor uso. Esos. Me he vestido. Mejor de lo que tenía previsto, unos pantalones casi recien estrenados, una de mis mejores camisas. Y he salido. Cuando le he ido a poner el arnés ami perro me ha gruñico. Coco que soy yo. Sólo cuando he abierto la puerta y ha escuchado el ruido de las llaves me ha seguido. He salido por el bulevar , como siempre. El perro me seguía en  lugar de tirar de mi como siempre. Saludaba a las personas con las que coincidía y me devolvían el saludo.¿Como simepre? No.Me miraban más tiempo, me sonreían más y muchos hacían el amago de detenerse sonrientes a conversar conmigo. Paranoico. soy un paranoioco. O no. Al cruzar la calle. El alcalde de la ciudad se detuvo en un paso de cebra, bajó de su coche oficial y me abrazó de modo efusivo, me dejó la tarjeta y me invitó a pasarme por el ayuntamiento. Siempre paso desapercibido. Me encanta pasar desapercibido. Necesito pasar desapercibido y sin embargo tenía la sensación desagradable de ser una persona popular. Paré en una de mis zapaterías paforitas y me miré el el espejo del fondo del escaparate. Me costó reconocerme. No sabría como describirme, pero no era gris. Y yo siempre soy gris. No sabría qué colores describir pero desde luego mi imagen reflejada no era una imagen en blanco y negro ni en escala de grises ni en sepia. Saqué el móvil del bolsillo. Busqué una foto en que apareciera vestido con la misma ropa que llevaba. La confronté con la imagen del espejo rasgo a rasgo. Ojos. Nariz. sonrisa. Mentón. Cuello. Jersy, pantalon. Todo igual. Todo. Menos los zaptos que en el espejo relucían. sin embargo incluso yo mismo con la foto y el reflejo, con ser idénticas habría dicho que eran de personas distintas. Menudo cambio. Regresé sin resonder a los saludos. Antes de entrar a casa en un descuido metí los zapatos en un charco. Entré en el portón. Mi vecina del primero no me saludó, ni la peluquera del segundo ni el abogado de la puerta de al lado de mi casa. Entré. Me miré en el espejo de la entrada y se me reconocí, ese sí que era yo. El día siguiente, por la mañana, con los zaptos secos pasé un trapo para quitar los restos del barro pero nada más. Puse la correa a la perro que me lamió la mano, paseé por el bulevar y nadie reparó en mi. Mentiría si dijese que no echaba de menos la popularidad del día previo. El día siguiente volví  a lustrar los zapatos y la gente volvió a regalar mi ego. Así, según quería o no pasar desapercibido, los lustraba o no. Si quería conseguir una entrada para el futbol, o un palco en en teatro lustrados si quería huir de mis deudores, sucios. Pero un día los zapatos se rompieron. La suela se rajó. Al contenedor orgánico. Por la mañana al calzarme me invadió la angustia. Qué pasaría hoy. Zapatos nuevos. Seguiría el mismo ritmo del par anterior. Me asomé por la ventana a la calle. Me calcé y no me gustaron las sensaciones. Podía ocurrir cualquier cosa. Antes era yo quien decidía, ahora era incapaz de adivinar que iba a pasar. Con los zapatos puesto estudié el rostro de los viandantes. No pude leer nada en su expresión, solo prisa. Me encontraba incapaz de decidir. cómo salir sin saber como reaccionará elmundo. ¿Y si es una reacción agresiva y me golpean? ¿Podrían cebarse y al actuar en grupo llegar a matarme? Es una locura. No podía aguantar. Bajé corriendo. Localicé la bolsa en el contenedor. Saqué los zapatos que estaban manachados de fideos  y caldo de cocido. Subí a casa los limpié los lustré y salí a la calle con aplomo  

No hay comentarios: