viernes, 23 de marzo de 2018

Regreso ,Anemia 6 Temporada primera entrega

Vlad consiguió ser humano. Nadie sabe cómo pero lo consiguió. Los sueños cuando se persiguen a veces ocurren, incluso sin perseguirlos. Vlad lo había intentado, lo había anhelado con todas sus fuerzas de un ser eterno. Y lo consiguió. Humano a todos los efectos con sus ventajas y sus consecuencias. Consiguió pasear de día por los sotos de la huerta, Apreció la luz del sol. Durmió de noche y vivió de día, como un humano cualquiera, se sintió mortal y esquivó la muerte por el deseo de vivir que tienen todos los humanos.  Ese deseo de sorber cada instante de saborear cada momento con la intensidad del último. Para un ser acostumbrado a la inmortalidad, el péndulo del tiempo pendiente del techo es un novedad dolorosa pero a la vez cargada de gozo. Vivir. Sentir el tic tac del reloj en la muñeca como algo más que un ruido. Ver desgranarse la arena del reloj con el eco de un derrumbe. El eco que va contigo que te acompaña con el cambio de los días , con el cambio de las estaciones, los momentos, los instantes con nombres, nombres concretos más largos que su duración, el tiempo. El tiempo es la virtud de los vivos, el tedio de los malditos. Vlad había entrado en el carrusel del tiempo. La prisa, la lentitud, la paciencia, la desesperanza, virtudes y problemas gratos de buen sabor a alguien no acostumbrado a sabores amargos. Vlad llegó a ser humano. nadie sabe como, pero fue humano. Esclavo del tiempo, discípulo del tiempo, tiempo mismo, pero tiempo limitado y no eternidad. Por su deseo, por su voluntad no expresada de ser eterno, aunque con una eternidad abandonada, dejada al albur de algún diablo.

Amaneció. La ventana abierta. La luz del sol le dilató las pupilas. Los ojos grises de los muertos habían tomado el color azul de los vivos. Miró a su lado. Sintió el calor de la carne. Estiró la mano y alcanzó el vaso. Bebió un sorbo de agua con constelaciones de burbujas de aire. Agua insípida. Estiró la mano y sintió el calor a su lado. Volvió a sorber el agua y evocó el sabor de la sangre. Miró la venas turgentes del cuello y echó de menos la succión. El placer intenso de los sorbos de sangre roja. La vida sorbida desde un muerto viviente, un muerto eterno tenía un sabor que no alcanzaba ninguno de los manjares que como mortal había degustado. Se sintió triste mirando el sol y que no lo abrasase. Después de tan intenso deseo, echó de menos la quemadura del sol, cerró los ojos. Se abrazó el torso y lloró desconsolado. La etenidad. Había renunciado a la eternidad para tomar unos sorbos de vida. Unos sorbos sabrosos pero cortos. La etenidad, la noche y la luna. Los gatos, los cárabos y los grillos. Ceniza. Fuego y luz de luna. Echó de menos los sueños. Pero los sueños son cosa de humanos Los sueños sirven para los mortales. Los seres inmortales no sueñan. El soñó con ser mortal. y se le concedió y ahora bebido el cáliz de la vida añoraba la libertad, o la esclavitud, o la elegancia de los seres inmortales. Sea en forma de humo, o de lobo, o de seres vestidos en trajes elegantes siempre impolutos, para deslumbrar a los vivos. empezaba la Semana Santa, y quería vivirla no como un cofrade sino como un maldito, con sus contradicciones, con su veneno y su miel, eterno, ceniza y brasas, fuego y hiel, vida eterna. Si un rayo de sol, o unas gotas de agua bendita, o una estaca no se cruzaban en su camino.

Buscó un vampiro del Castellar. Le ofreció la yugular hasta que alcanzó la inmortalidad. De nuevo. Volvió a su alcoba, de noche y sorbió la yugular que había acariciado. Elevó el vuelo iluminado por la luz de luna y llegó a la cripta, en el fondo su ataúd con algunos restos todavía de la tierra de los Cárpatos que lo vio nacer.Eterno. De nuevo.       

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