lunes, 19 de marzo de 2018

EL PALOMO

Era un campeón. Desde que dejó de ser un pichón, su dueño comprobó que era un superdotado en las sueltas de palomas. Vencía dos de cada tres. Eso era un resultado magnífico. Su dueño no cabía en sí. Recibió ofertas que pocos premios de lotería lacanzaban, pero a un aficonado a la cría y suelta de palomas le cuesta desprenderse de un ejemplar tan excepcional. Un ejemplar que cae en tus manos una vez en la cida y si tienes suerte. Su dueño no era rico, y lo habríasido con la venta, pero no quiso. Su palomo. Su campeón con sus alas llenas de colores. Dos de cada tres carreras. Disfrutar en cada una de las sueltas. El dominio abrumador, desde el inicio, en pos de la paloma, a veces incluso se rezagaba, sabía de sus uspeiroridad y en una vuelta o en dos golpes de alas pasar a zureara a la paloma. Qué orgulloso se sentía.Su palomo. Y sin nombre. Nunca le puso un nombre. Campeón fue una característica. Como campeón se escribía, pero no era su nombre. Pudo ser rico. Muy rico. Supo de ofertas de aficionados  misteriosos. Oscuros representantes. Pudo ser rico, para siempre pero sin su palomo. Lo mantuvo, no sólo por la erótica de la victoria, por la relevancia dentro de un mundo que había saboreado desde niño con su abuelo y su tío. Nunca sospechas que va a ocurrir. Lo temes sí, pero no lo sospechas. Confías que nunca te va a ocurrir a ti, pero ocurre. De repente. Ocurre cuando menos te lo esperas. Definitivo. Y se acabó. O casi. Una suelta en una área descampada. Calor. Mucho a pesar de ser primavera. Un buen día. Lo parecía Una carrera hermosa. Una sombra desde la montaña. Pequeña. Rápida. Descendió sobre el grupo de palomas. Su palomo el Campeón hizo un giro cuando la sombra se aproximó. eláguila le atrapó un ala. Visto y no visto. Cayó al suelo. Agitó el ala que le quedaba pero sin un vuelo gobernable. Se asustó. Corrió. Vio el pájaro malherido entre unos matorreales.Estaba vivo, pero mutilado sin remedio. Un perro se acercó. Lo espanto . Cogió lapaloma. Sangraba. Le hizo un torniquete con cinta aislante y lo puso a la somra en el coche. Todos  los que lo vieron aseugraban que iba a morir. Y si no moría, el veterinario, lo mejor que podría hacer es sacrificarlo. Y fue lo que le propuso. El sacrificio. Pero no. Lo mantuvo. aunque le ponía triste ver a su campeón en tierra. Lo mantuvo. Tenía muchos más palomos. Uno más no era un lujo excesivo. Le ponía triste pensar lo que pudo ser. Las victorias que podrían haberle quedado. O el dinero. Si lo hubiese vendido cuando se lo propusieron. Su mujer se marchó cuando rechazó la oferta. Y ahora tenía razón. Toda la razón de la realidad. El palomo estaba manco de un ala. No podría volver a volar y no valdría nada. Un palomo que no vuela sólo vale para el puchero. Pero lo miraba. Los buenos momentos. Lo cuidó. Lo mimó y no sólo eso sino que lo dejó en su lugar de privilegio rodeado de las palomas. Esperaban que lo rechazasen, pero el palomo seguía hinchando su buche y zureando a las palomas. Y las palomas se acercaban receptivas. En pocas semanas puso a incubar los huevos fecunados por el Campeón caído. Observó cada pichón buscando en sus maneras las de su progenitor. Uno tenía su plumaje, otro tenía su pico ,otro sus trazas al volar, pero ninguna aunaba todas las cualidades que lo coronaran como un campeón. Ninguno. Dos o tres generaciones. Sin éxito. Miró al palomo. El palomo lo miró. Por la noche escuchó un ruido en el corral. Salió con el tiempo justo para ver una comadreja  con el palomo mutilado atrapado por el cuello.

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