domingo, 24 de junio de 2018

LA OLLA DE LOS DESEOS

Una semana lo llevaba en el bolsillo del pantalón. Dos palabras se pueden escribir en poco tiempo, no have falta hacerlo con tanta premura, pero no podía permitirse que se hiciera tarde. Tampoco quería improvisar. Un deso como el suyo precisaba de un ritual para  que se cumpliese, no basta con la hoja de un cuadernillo cualquiera con la publicidad de un licor o de una empresa de servicios. Había elegido el rojo. Y había escrito en azul que mezclado con la tinta del papel parecía negro. Había quemado los bordes con una cerilla para que pareciesen papiro. Lo había plegado,sólo dos pliegues y lo había puesto en el bolsillo, protegido del sudor con papel celofán.Le gustaba sentir el chasquido del celofán cuando caminaba. La caricia del papel sobre la piel del muslo era ligeramente excitante. La noche de San Juan. La víspera de la noche de San Juan la olla desfilaría por las calles, la gente saldría a formular sus deseos y echarlos en el interior de la olla. Tropeles de niños y de personas mayores con la cara de la emoción dibujada en los rostros. La noche de San Juan al terminar el desfile se volvería a exponer la olla para llenarla de deseos. Un par de vueltas al recinto acotado para prender a la bruja junto a la olla. El fuego daría cuenta de los papeles que tenía depositadas esperanzas  de tantas personas. Amor. TRabajo. Paz. Salud. Incluso algún papel en blanco. Ningun deseo concreto, pero sin resistirse a la sorpresa de un deseo no esperado. En el pantalón, en el bolsillo, en papel celofán , un papel rojo plegado dos veces. La víspera de la noche de san Juan no había podido ir. Trabajo hasta tarde,cuando terminó aun tenía que llegar a casa, olía a demonios, se duchó y al terminar no hubo quien le moviera del sofá. La víspera de San Juan tendría tiempo de echarlo a la olla y después al fuego. Se había tomado la tarde libre. Tendría tiempo de tomar el aperitivo, comer y disfrutar de la fiesta y aun decansar un poco por la tarde. O así habría sido si su compañero no se hubiese puesto enfermo. Adiós permiso. Tenía que seguir con los repartos por la tarde y en una ruta que le era desconocida. Cada minuto miraba el reloj. Lo miró a la hora que comenzó el desfile. Lo miró una hora después y lo miró casi a las doce cuando hizo la última entrega. Condujo a toda velocidad de regreso, Abandonó la furgoneta en el arcén aun a riesgo de ser multado y corrió. Miró al cielo. Estrellas sin humo. Música y a lo lejos el recitado que precedía a la quema. Corrió. Se metió entre la gente llamó a uno de los magos que exponían una de las dos ollas que escoltaban a la olla grande. Se metió la mano al bolsillo. El celofán hizo ruido. Lo introdujo en la olla.Cuando el mago que portaba la olla se adentró hacia el interior del recinto de la quema un remolino polvoriento se formó junto a la olla. El remolino avanzó hacia el mago, lo envolvió, parecío salir del interior de la pequeña olla. De su interior se escapó un único papel que se elevó hacia el cielo a diez, quince, veinte metros. el mago depositó la olla junto con la olla mayor y la bruja y los duendes comenzaron a prenderla. El miró el cielo como se elevaba su papel, cómo su deseo iba a escapar del fuego, cómo su deseo no podría ya cumplirse hasta el siguiente solsticio. El remolino cesóo y el papel dejó de elevarse y empezó a planear hacia el suelo en una noche de nuevo en calma. Tropezaba con el suelo, con la gente, empujaba a unos apartaba a otros siguiendo sus deseos imcumplidos. Todavía albergaba la esperanza, mientras hubiese fuego, si lo recuperaba, podría quemarlo. Corrió sin dejar de mirar al cielo para no perder la pequeña referencia del papel. Estaba cayendo. Una segunda oportunidad. Todo no podía de nuevo salir mal. El día podía enmendarse, el año podía salvarse, el deseo cumplirse, solo un deseo pero desesperado. El papel cayó entre la gente. Empujó para avanzar, un chico le cogió por las solapas y le pidió explicaciones. Se disculpó. Le soltó y con más cuidado miró a un lado y a otro. Había perdido la referencia del papel justo en el momento en que la bruja dañada por el fuego se desmoronaba. Mientras hubiese ascuas habría una oportunidad, pero ahora por vez primera empezaba a ser pesimista. Cansado. Bajó los brazos y miró consumirse las figuras en el fuego. Había perdido su oportunidad. El deseo quedaría para otro año. Alguien le tocó a la espalda. Se giró. "¿Buscabas esto?" "Sí" "Todavía puedes quemarlo" "Ya no hace falta. ¿Quieres tomar algo?"

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