miércoles, 6 de junio de 2018

TORMENTA

No os vais a creer lo que me ha pasado esta tarde. A mi también me cuesta creerlo, pero es lo que ha ocurrido. Hechos crudos. Cuando he ido a trabajar ya había algunas nubes negras que se oscurecían en el cielo. Siempre que veo desarrollarse esos cumulonimbos me acuerdo de historias de ranas que aparecían en los patios transportadas por la lluvia. Nunca las creí. Los sapos, las ranas, en los lugares secos esperan pacientes aletargadas ralentizando su ritmo vital a una vida que se parece mucho a una muerte, y a veces llega a serlo en algunos desiertos si el chaparrón se retrasa décadas. La rana o el sapo, simplemente se olvidan de vivir y mueren. Pero si llega el chaparrón retoman una actividad frenética que les lleva a reproducirse en horas hasta que la lluvia pare. Cuando el sol evapore los últimos charcos, los renacuajos tienen que haberse desarrollado lo suficiente como para poder enterrarse y esperar una nueva lluvia. Nunca creí la otra versión. Nunca. Hasta hoy. He salido de trabajar a buena hora. Desde la mañana ya andaba cansado y la nube negra había alcanzado unos tonos plomizos que parecía que iba a estallar. Un trueno. El coche cerca. Vendrá la lluvia pero estaré protegido. Al trueno le ha seguido un vendaval. Las nubes se han arremolinado, el chaparrón ha estallado contra el suelo y para cuando me he dado cuenta me ha separado del suelo. Me ha hecho ascender suavemente. Al principio, cuando he visto mi coche he sentido miedo. Cuando he visto desde lejos las terrazas de los edificios el miedo ha sido mayor, sin embargo cuando los flóculos blancos y grises de las nubes me han rodeado, cuando los rayos me rozaban , me he sentido tranquilo. Me he sentido muy bien. Apacible.Después de unas semanas de mucho estrés, viajar en una nube que te ha succionado se antoja algo agradable. Las vistas han sido sorprendentes, aunque el inconveninete en contemplarlas desde una nube es que está nublado. Ver  los torrentes de agua, los remolinos de granizo descender al suelo algo grandioso. La nube seguía un trayecto anárquico buscando el calor del ambiente. Pero en su zigzagueo se veía que su destino era la costa del Mediterráneo. A mi espalda una luz. Un arcoiris visto desde arriba. Eso es imposible porque el arcoiris no existe, es un efecto óptico, pero os aseguro que lo he visto desde arriba. Me he asustado mucho. Era difícil calcular la altura a la que volaba, pero fácilmente mil metros o más. Había ascendido suavemente pero me temía que el descenso, si la nube se quedaba sin combustible, sería mucho más abrupto. Pero no. Los truenos han cesado. la nube se ha convertido en niebla y me ha posado en el suelo en una colina cerca del mar. Me he dado cuenta en ese momento de que con la agitación del ascenso iba completamente desnudo. La niebla se ha empezado a disipar y he sentido pudor. Más aun cuando a menos de dos metros había una mujer desnuda que me miraba. Yo la he mirado. Nos hemos entendido muy bien y ha quedado preñada. Su barriga ha crecido de forma portentosa y en menos de media hora a parido a cuatro de mis hijos preciosos. Los niños, nada más nacer han gateado hacia una charca. Donde se han juntado con otras docena de niños de otras parejas. Los niños han empezado a chapotear y a comerse. Los hemos tenido que separar. Una pareja de pelirrojos solo ha encontrado un brazo de su hijo. NO se han enfadado porque es la ley natural. Ha salido el sol. Los niños son ya mozalvetes que se miran entre sí con miradas torbas. Un viento terral ha disipado la humedad y ha comenzado a cuartear la tierra. Me ha dado sueño. Los niños se clavan en el barro. He puesto el culo desnudo en el suelo. Abanicando manos y piernas me he ido hundiendo yo tambien en el barro. De mi boca han salido babas que me han cubierto de un paño sedoso. Hace calor. Ha desaparecido la luz. No sé cuanto tiempo permaneceré dormido. Espero que mis niños estén bien. No sé lo que tardará en llover.

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