jueves, 20 de julio de 2017

EL FLAMENCO ROSA

"Hermanita quédate sentada. Aquí tienes tu cubo y la pala para jugar. Voy a lanzar la caña y enseguida estoy contigo y jugamos" "Zí el cubo" Jamal no tiene más que ocho años. Como casi todos los días ha venido a pescar. Le gusta la desembocadura de la rambla del Albujón en el Mar Menor. Ese entorno cenagoso es el preferido por el mújol. No es un pescado muy noble, pero con varios anzuelos clavados en un trozo de pan seco se pesca fácil. Le acompaña su hermana de tres años. La ha dejado debajo de la sombrilla. Termina de darle las instrucciones y tira el primer cebo que traía montado. A su derecha dos docenas de flamencos rosas se apoyan en el barro con sus patas sarmentosas, rebuscando en el barro pececillos y gusanos. Jamal lanza y se retira mirando al lugar donde ha dejado el cebo y hacia atrás a su hermana. Cerca de la orilla se detiene. Al principio el pan flota en un mar inmóvil. Poco a poco , como un tintineo, pequeñas ondas se alejan. El ritmo de las ondas se hace alocado, el mar alrededor parece que burbujea. Jamal recoge el sedal. Hay uno enganchado. Mediano pero uno. Ha empezado bien. Hoy habrá pescado para la cena. A mitad de camino uno de los flamencos se aparta del grupo. Salta, da un par de zancadas , abre el pico,se abate sobre el pececillo y lo que queda de cebo y lo engulle. Jamal sigue  tirando del hilo hasta que se da cuenta que es inútil. Tira, pero el flamenco tira a su vez del cuello hacia atrás. Tira uno y tira el otro. el flamenco se apresura a pesar el pescado por el cuello al buche. "Pájaro estúpido. Pájaro estúpido. Te has comido mi cena" El pájaro y él se miran. Jamal saca la navaja de la bolsa que esperaba llenar de pescado y corta el hilo. El cuello del flamenco , sin la tracción de Jamal, se dispara hacia atrás. Casi pierde el equilibrio pero recupera su posición, deglute el hilo que le sale de la boca y en tres zancadas regresa con el resto de pájaros. "Pájaro estúpido" "Adióz pajarito" "ES un pájaro malo. No le digas nada Fátima" Regresó a casa cabizbajo. No había pescado para la cena. Contó a su madre lo del pájaro y ella lo consoló. De un cajón le dio un nuevo aparejo con diez anzuelos sin estrenar. El regalo lo calmó. cogió el pan seco le quitó la cáscara y lo hizo dados para el siguiente día.

Los dos días posteriores la pesca fue fructífera. El tercero cuando entró a lanzar vio en el centro del grupo de flamencos un bulto. Se acercó. Los pájaros salieron volando. En medio había otro flamenco. Tumbado de lado. Demacrado, con los ojos sin brillo. De vez en cuando hacía intentos por ponerse en pie, pero no tenía fuerzas. Se caía y el barro cada vez le empapaba de negro las alas "Pájaro estúpido. Te comiste mi pescado y ahora te estás muriendo. No debiste hacerlo. Diría que el pájaro lo miró, incluso hizo un chasquido con el pico que le pareció una respuesta. A su espalda Jamal escuchó el agua moverse. Miró a la vez que unas manos gorditas se aferraban a su cintura. Su hermana "Pajarito" "Se está muriendo Fátima. Se tragó el pez con el aparejo y no puede comer" "Pobe pajarito" Lleva cuidado. Tiene el pico muy fuerte no te vaya a hacer daño. La niña pasó la mano gordezuela por el cráneo del flamenco, por el pico, por sus ojos secos. El flamenco pareció morir, pero no, se dejaba acariciar. Disfrutaba del mimo. que se le ofrecía. Entonces levantó el cuello. Hizo el gesto de una náusea. Una vez. Dos veces. Tres veces. Jamal creyó que eran los estertores, un último suspiro. Tosió, y el pescadito  y los anzuelos salieron disparados. En cuando tocó el agua el  mújol empezó a mover la cola, primero poco a poco y después la agitó. Movió la cabeza, se soltó del anzuelo y se alejó nadando de la costa. El flamenco miró el pez, se levantó y se mezcló con el resto de flamencos que se habían posado unos metros más allá. Metió la cabeza y tragó alimento del fondo. Jamal miró a su hermana asombrado. Le tocó la mano. No notó nada. Se lo contó a su madre que se rió. Pero no perdían nada. Una amiguita de Jamal estaba ingresada muy enferma. Llevaron a la niña que se acercó, la miró y le tocó la mejilla. No pasó nada, pero la niña agradeció la caricia de una mano pequeña tan suave.

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