lunes, 6 de noviembre de 2017

EL CLAVO

"Me alegro que te hayas quedado con la casa del pueblo de tus abuelos. Le veo tantas posibilidades" "No te parece un poco aisladas. Yo a ti te veo más de ciudad" "Se puede cambiar" "No estás obligada" "Me gusta la ciudad, pero si enfrente las posibilidades de un lugar enorme como este, con varias plantas y un terreno alrededor me vuelvo loca" "No digas eso que en esta familia ya ha habido varios casos de locura" "En la tuya" "En la mía y en algún consorte" "No me vas a hacer cambiar de opinión" "No va a ser barato" "No he dicho que lo vaya a ser. Soy consciente. Conservaremos algo de lo viejo pero le daremos un toque moderno, minimalista. Blanco y negros, respetando las maderas y las partes nobles" "Hazlo a tu gusto" "Claro" "Bueno sólo una excepción" "Ya empezamos con las pegas" "No sólo te pondré una excepción que todo el mundo ha respetado en los trescientos años que casi tiene de antigüedad el edificio" "Dime. Lo intentaré" "El clavo del salón" "¿Un clavo cuadrado que sobresale unos diez centímetros de la pared?" "Tenía previsto pintarlo o quitarlo. Está herrumbroso" "No. Ese clavo ni se quita ni se pinta. Son las reglas de la familia" "Pero ¿por qué?" "Son las reglas. No se me dio un porqué pero sí una instrucción clara. El clavo no se toca" "Sois supersticiosos en tu familia ¿Eh?" "No soy supersticioso, pero no voy a ahcer algo quemismayores mehan indicado que no haga y no lo han hecho durante siglos" "En el siglo pasado las mujeres no podían tener un préstamo sin el consentimiento de su marido. Ni podían votar. Hay cosas que cambian. No seas antiguo" "No tiene nada que ver. Pero ¿Qué necesidad tienes de que nos compliquemos la vida? Quizás no es un problema de superstición sino simplemente de estructura. Quizás el clavo interviene en la estabilidad de la casa" "Sé de estructuras y no es así. De todos modos. Déjame que lo piense" Piénsalo pero no empieces a cambiar nada sin decírmelo... por favor" "Vale"

Las siguientes semanas fue a la casa cada día. Se sentó. Repasó la distribución del moviliario, la reforma de la cocina de leña, el pulido de los suelos de barro, dos paredes de hormigón para distribuir el espacio del salón en ambientes. Pinturas blancas o cal para contrastar con el hormigón y los suelos. Las puertas de su color. Todo lo tenía claro y planeado en la mente y sobre el papel. Todo un continuo perfecto sin una falta. Lo viejo con lo nuevo. Lo restaurado con el diseño más audaz. Un ambiente desenfadado pero a la vez pulcro y ordenado. Pero fuera cual fuera la distribución el clavo, el dichoso clavo oxidado siempre estaba enmedio arruinando cualquier perspectiva, anulando cualquier modificación ambiental. Se encerró en su despacho, colocó sobre su mesa las fotos, la imagen en tres dimensiones, metió los datos en su programa de diseño gráfico. El clavo. Siempre el clavo. La única condición siempre estaba enmedio. Pensó que se estaba obsesionando. Quizás tomando un poco de distancia podría pensar algo. Nada. Si por lo menos pudiese pintarlo. Decidió hacer la reforma. Pidió a los constructures que lo taparan mientras no terminasen. Pero la obra terminó. El efecto fue aun peor de lo que había sospechado. Se encolerizó. Cogió un martillo y unas tenazas y lo sacó. La casa no se derrumbó, pero perdió la razón. No llegó a asistir a la inauguración.


No hay comentarios: