sábado, 25 de noviembre de 2017

SABORES anemia 5ª temporada 3ª entregaa

Quizá los testigos de Jehová tienen razón. La sangre no es sólo un transportador de oxígeno, nutrientes y defensas a los distintos tejidos. No es sólo un órgano o un tejido. Es algo más. La sangre se impregna de los sentimientos, de las pasiones, de los deseos, de las creencias de los anhelos que otros llaman alma. Para un vampiro, esos matices se convierten en un bouquet, un aderezo, una sazón que hace que la libación de una yugular sea un placer o simplemente un sustento necesario para permanecer eterno. Quizás había sido mala suerte, una racha desfavorable, pero las últimas semanas, la sangre a Vlad le había sabido insípida. Grandes expectativas en los vuelos, los acechos o los acosos y decepciones enormes de sangres desabridas sin sentimiento, sangres pútridas de zombis sin contenido. Los humanos deleitándose con estrellas michelín con programas de televisión con chefs profesionales o aficionados, niños o adultos, con  mil y una delicadezas y él, un todopoderoso, con una dieta cada vez más desabrida. El paladar sutil de un vampiro capaz de diferenciar matices de trazas de sustancias, de sentir el sabor dulce melifluo de la sangre enamorada, el áspero de la venganza, el acre de después del amor apasionado, el amargo de la tristeza, el toque efervescente del deseo, y su favorito, el más egregio de los sabores con un toque de nuez moscada, un punto cítrico del jejibre, regusto a frutos rojos, en una confitura de mora y pétalos de rosa el sabor de la melancolía. Esa era la sangre que anhelaba. El sabor delicado de la melnacolía sí. Quizás las otras no eran sangres zombis sino que su paladar se negaba a apreciar sabores distintos del que apetecía. Cuando vives la eternidad tus sentidos a veces tienen esos caprichos. Eso es lo que buscaba. Esta noche preferiría volver y ayunar aunque envejeciese treinta años en un día a tomar otro sorbo insípido. Cuentan que alguien lo vio volar poco después de la media noche alrededor del Cristo de Monteagudo. Sobrevoló centros comerciales, teatros, cines paseos y bulevares. Se acercó a la costa los puertos, los espigones y los malecones casi desiertos. Volvió al interior. Cruzó la cordillera. La Cresta del Gallo, el Garruchal y el Miravete. Torreagüera y muy cerca de allí Beniaján. Descendió. El olfato le llevó a una casa conocida. Un dúplex alrededor de una zona ajardinada. El olor familiar. El lugar conocido. Quiso convecencerse que le llevaban lo sentídos agudos del vampiro más que los deseos ocultos de las trazas de hombre diluidas en los restos de su sangre prestada. Se posó en el suelo protegido por las sombras. Una voz conocida, la ameba, el hombre insípido que la acompañaba. Lejos, muy lejos a años luz de su altura. Olfateó con la nariz del lobo y olió en la sangre la melancolía. Escuchó su silencio. Escudriñó en un rincón y vio su  mirada perdida. Él hablaba. No paraba de hablar mientras los ojos de ella, de Santi, la cazavampiros dibujaban el círculo de la Luna llena. La excitación de Vlad era irresistible. Caminó por la calle trasera y saltó la tapia. Escaló al terrado. Desde allí la vio dando la espalda a su acompañanate. En su mano un Martini con un  hielo y dos aceitunas. La vio sorber con delectación. Vio una honda melancolía en el gesto. Olió el sabor que quería degustar. Se abalanzó sobre el hombre al que derribó. Quedó en el suelo conmocionado. La alcanzó en la yugular. Sorbió un sorbo sutil. Santi se ladeó, sacó una estaca de la mesa y trató de ensartar a Vlad. Rodó. Intentó pincharle otra vez. Pero se escapó. El sorbo sutil le había llenado de energía. Se elevó en el cielo estrellado. Relamíéndose una gota que se deslizaba. la vio tocarse las dos pequeñas heridas. La vio acariciar con el índice el punto donde él le había mordido. La ameba se acercó a auxiliarla. Ella lo rechazó, y siguío con el masaje mientras él daba vueltas en el cielo. Alta cocina. SAbor intenso en pequeñas cantidades. Un éxtasis de sabor, una recompensa de muchas decepciones. Desde arriba sonrió. Le hizo un gesto. Ella le devolvió el saludo con la mano. Se marchó. Ella despidió a su visitante y se acostó. Si Vlad hubiese olido, de su sangre había desaprecido el bouquet de la melancolía. 

No hay comentarios: