miércoles, 8 de agosto de 2012

LOLITA


Al final Murcia se vacía en verano. Todos los veranos lo mismo. Las primeras semanas de junio hay una resistencia a abandonar los hogares, pero el último o el penúltimo fin de semana de julio se hace insufrible y cada cual desfila hacia horizontes más frescos o más exóticos o simplemente desaparece. Un vampiro no tiene casa en el pueblo ni abuelos en la playa. Una cripta y un ataúd. Vlad en el piso superior su biblioteca.  A Vlad no le importa la soledad. La disfruta. Observa y actúa sólo cuando debe beber. Un depredador. Una ciudad desierta es un colmado de los 80 en Rumanía. Poca variedad. Hastío en repetir lugares. Tedio de las mismas venas.

“¿Dónde está la gente?” “En sus guaridas ocultos para no gastar” “¿Todos?” “Algunos comen pipas en la playa” “¿Usted no se va?” “Yo estoy fresco en su librería y no tengo que comprar” “Hoy mismo cierro. Tendrá que buscarse otra ocupación” “Se le ve cansado. Diría que envejecido” “Estoy pasando hambre” “Si quiere le puedo invitar a algo” “No es necesario”

Alquila un chalet con parcela en la urbanización del Carmolí. Una bodega que nunca sirvió para guardar vino será su dormitorio. Por la noche cuando las gaviotas vuelvan a la Perdiguera o la Isla del Barón, volará a La Manga o Cabo de Palos, en sus lugares de ocio encontrará sitios suficientes para cenar.

Se posa en la explanada del faro de Cabo de Palos. El vuelo sobre el mar le ha abierto el apetito. En el espacio abierto frente a unos chalets, junto a un acantilado, unos jóvenes hacen botellón alrededor de un coche maqueado. Vlad desciende lento. Desde mitad de la cuesta ve el reflejo de unos ojos que se cruzan con su mirada. Su cena. Se apoya en la barandilla de madera mirando el mar. El cebo.

“Hola. Estás muy solo para ser tan guapo” “Me gusta estar solo” “Entonces me voy” “Espera. A veces también me gusta la compañía y la tuya sospecho que la necesito” “Apenas me conoces y ya me necesitas” “Soy así” “¿Eres tan apasionado para todo?” “Soy más bien frío” “Eso me gusta. ¿quieres tomar algo?” Sí quiere tomar algo, el elixir del que ella es el envase. “¿Dónde vamos?” “Sorpréndeme” “No conozco el lugar” “Vamos al Chill Out de Cala Reona. ¿Tienes coche?” “No. He venido en taxi” “Un tío como tú con un pedazo de traje unos zapatos supercaros y sin coche” “Los puntos. Ahí hay un taxi”

“¿Qué vas a tomar?” “Bloody Mary” “Hacen unos mojitos estupendos” “Siempre tomo lo mismo” “¿No te apetece cambiar?” “No” “Un mojito y un Bloody Mary” “Lolita tienes quince años. Conozco a tu padre. No te puedo servir alcohol” “Póngamelos a mi” “Marchando” “Es un bocazas. Ahora te cortarás porque soy menor. Siempre me chafa a los mejores. Mira estas tetas, este culo y esta cara. ¿son de niña? Soy una mujer. Y me gustan los hombres como tú. Estoy harta de niñatos. ¿No dices nada?” “No” “¿Te da igual?” “Sí. Es eso lo que quieres. ¿no?” “Sí” En su voz se percibe la duda. “¿Quieres otro mojito?” Le gusta el sabor de  la hierba buena y el ron. “No. Uno es suficiente. ¿Quieres que vayamos a otro sitio?” “Te lo iba a pedir empiezo a tener hambre” “¿Te gustan las pizzas?” “Hay cosas que me apetecen  más” “Y a  m픓Paseemos junto al acantilado y ya se nos ocurrirá algo”.

Es una sangre poderosa. Sacia desde el primer sorbo, pero sigue chupando hasta dejar un pulso débil y acelerado. La posa en el suelo. Viene alguien. No necesita que muera.


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