viernes, 17 de agosto de 2012

TAQUILLA


“Esto no se abre” “Seguro que es la llave” “Seguro. Que me jubile hoy no significa que esté demenciada” “No pretendía decir eso. Yo me equivoco muchas veces” “Y esta mañana he abierto sin problemas” “No se preocupe si no se abre llamamos al encargado de mantenimiento” “Pero justo en mi último día y después de haberla abierto. Mal rollo” “Es casualidad no exagere, déjelo ya que se va a sudar toda. Ya he llamado”

En dos movimientos el cerrajero abrió la puerta metálica. Comprobó la llave. La cerradura funcionaba perfectamente. “Se habrá enganchado, no hace falta cambiarla, con un poco tres en uno es suficiente. Me han dicho que se va usted” “Sí me jubilan. Con la crisis me obligan a jubilarme. Alguna vez tenía que ser” “Le vamos a echar de menos. Siempre se ha portado muy bien con todos” “Gracias. Yo también echaré de menos todo esto” Le extendió la mano, pero el operario le pidió un abrazo. Se emocionó. No quería. Le acompañó a los ascensores y se despidieron con una mirada.

Regresó al cuarto de la taquilla. De nuevo estaba cerrada. “¡Pero no puede ser!. Otra vez. Y la llave no abre. ¡Si lo ha comprobado! Esto es de locos. Este lugar me echa después de más de cuarenta años y ni siquiera los objetos me obedecen” “¿Qué pasa doctora?” “ Que se ha vuelto a cerrar” “Llamo otra vez a mantenimiento. Salgo al control de enfermería que esta línea está ocupada” “Gracias”

“Taquilla, por favor. No estropees mi último día. Déjame coger mis cosas. Tiraré algunas que quizás no debía haber guardado y guardaré otras que no debería haber perdido. Me voy. Hemos sido  compañeros. Por favor” Clic y la cerradura saltó sin que ella recordase haber hecho ningún giro. “Ya viene el encargado de mantenimiento. No se preocupe. Trae una nueva cerradura” “Está abierta de nuevo llame de nuevo y dele las gracias”

Las batas. Guardará un par de ellas para, si regresa, no sentirse una extraña. Artilugios electrónicos de la industria farmacéutica para conectar al puerto USB del ordenador. Debajo de unos trípticos de publicidad unas toallitas húmedas para una emergencia que ya están secas. Informes antiguos de casos curiosos. Una orla de una promoción de médicos de hace tres años, firmada por detrás por todos y cada uno de los estudiantes. Fotos antiguas de colores desvaídos con compañeros, alguno de ellos ya no está. Momentos bueno y malos. A pesar de ello nunca perdió la ilusión. Un examen antiguo con preguntas que ya no tendrían sentido. “Te voy a echar de menos” Se vuelve pero la secretaria no está. “Y ahora ¿qué va a ser de mi”? Vuelve a mirar hacia atrás, nadie. “Estoy acostumbrado a tus olores, a tus gustos, a tus disgustos cuando cerrabas mi puerta con fuerza” No se atreve a preguntar  pero no se resiste “¿Quién eres?” “ Soy yo. Tu taquilla. Soy un poco tú. He sido parte de tu memoria estos años, por mi ha pasado parte del conocimiento que has adquirido, o del disfrute, yo también he disfrutado con tus libros” “Pero eso no puede ser . Un objeto no puede hablar. Esto es alguna broma” “No es una broma” “¿Cómo puedo saberlo” “¿No vas a confiar en mi?” “Desconfío de mi razón” “Apártate” La puerta se cierra de golpe. La cerradura se gira sin llave. La llave se gira en sentido contrario y se vuelve a abrir. “No puedo hacer mucho más para demostrártelo” “Está claro. Lo que no sé es donde queda mi razón” “ Has sido una gran compañera” Duda “Gracias” “Doctora ¿con quién habla?” “Estoy canturreando” “Eso está bien”. Cierra la puerta saca la llave del llavero para dejarla puesta en la cerradura. Su nuevo inquilino tomará posesión en horas. ¿Y si el alma de su taquilla estuviese en la llave?. Regresa. Abre. Ahora sí. La saca y la reintroduce en el llavero. SE dirige a la secretaria “La cerradura no funciona. Tendrán que cambiarla” Se para en el dintel de la puerta de la planta. Se gira y echa una última mirada. Con la bolsa de sus pertenencias se dirige al ascensor. Toma el ascensor de público.

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