lunes, 5 de febrero de 2018

ALFA Y OMEGA

La profesora pensó que era un abroma cuando aquel chiquillo de siete años de ojos azules y pelo azabache le dijo que las palabras se borraban según las escribía con su lápiz. Se lo dijo llorando angustiado.  al profesora no lo creyó pero no se atrevió a contradecirlo. El bibliotecario no se explicaba cómo un tomo de los años ochenta que un lector iba a retirar tenía las páginas en blanco. 
Los clientes de un cine en versión original con menor dominio del inglés protestaron por la desaparición de los subtítulos. El encargado de proyección lo comprobó y en la caratula decía con claridad versión origina subtitulada. Fueron incidentes aislados, muy distantes entre sí ni siquiera coincidentes en el tiempo. Nadie pudo establecer una relación entre ellos. Cuando nadie pudo escribir a lápiz, dibujar o calcular sí, pero escribir no, no le importó a casi nadie. En pleno siglo veintiuno Sólo gente rara usaba lápices para escribir. Lo mismo ocurrió cunado todos los subtítulos de todas las películas desaparecieron. Sólo los snobs, o los culturetas con un bajo nivel de inglés se preocuparon. Incluso cuando en las bibliotecas más del cincuenta por ciento de los libros carecían de letras salvo las portadas sólo los ancianos o algún apersona ratón de biblioteca de gafas gruesas y pelo lacio o anillado se preocupó.

El problema comenzó a airearse cuando la primera editorial, después de impresos los libros, después de pasado el control de calidad de la impresión, después de embalados y encaminados a su destino, los libros llegaban a las librerías e hipermercados como si fuesen cuadernillos. Doblaron el control de calidad. Inspeccionaron cajas antes de entrar a los furgones. Todo estaba bien. Introdujeron guardias en los furgones. Nada cambiaba, no había ningún boicot y llegaban a su destino sin letras. Después vinieron las matrículas de los vehículos, las letras desaparecían, sólo números y huecos. Las letras de los números de bastidor e incluso la letra del carnet del DNI. Empezaba a haber un problema que nadie vislumbró porque el papel , los soportes gráficos, se consideraban en extinción. 

Microsof recibió una alerta. Un estudiante Sueco trataba de escribir en su tablet con el Word y en cuanto escribía diez letras , progresivamente se borraban. Comprobaron el código, inspeccionaron la programación y no encontraron en apariencia fallo alguno, pero no habían terminado cuando los informes sobre fallos similares se extendieron por todos los rincones del mundo. NO solo eso, sino que los archivos existentes, incluso en medios in conectar como discos, pens, por discos removibles se dañaban a una velocidad cada vez más acelerada. El problema se llevó a la UNESCO. Se dijeron bellas palabras que no pudieron ser transcritas. Pero el debate de verdad se llevó en el Pentágono. El problema era real.Sólo se podía trabajar con códigos cifrados numéricos, con el problema de que era imposible transcribirlos, el lector debía aprenderlos y resultaba un aprendizaje sólo apto para mentes brillantes. Se investigó a Corea a Rusia,  a Venezuela o incluso al Isis, todos tenían el mismo problema. La humanidad se quedaba sin memoria. Sin memoria sería casi imposible transmitir el conocimiento y no había ninguna explicación. Ninguna sensata o acorde a los paradigmas de la ciencia. El mundo corría un serio riesgo de involucionar con los riesgos de tensiones y conflictos entre comunidades y territorios que por otra parte estaban sin nombre.

Pero se encontró una solución. Un egiptólogo propuso un alfabeto de símbolos, los dibujos que representaba no desaparecían. El azteca o el egipcio. Funcionó. Los programas se adaptaron. La gente aprendió en  pocos meses. En algo más de un año. El mundo funcionaba con normalidad con símbolos distintos. A los siete años el problema desapareció como había empezado. El mismo niño en el que inició el problema encontró en un rincón de la clase una vieja caligrafía sin terminar. Escribió las letras una a una como un amanuense y las letras permanecieron. La profesora esta vez sí publicó el hallazgo que se reprodujo en todos los medios del mundo. Se podía volver a escribir. 

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